Ya
lo conocemos todos, el caballo de Troya fue una ingeniosa estratagema
militar que,
aprovechando
la curiosidad del enemigo sitiado, permitió
introducir
en su reducto fuerzas propias y hacer posible la conquista.
Nuestro
flamante Presidente del Gobierno ha llevado a cabo una estrategia que
no es como la que se utilizó en Troya, pero quizás la alcance en
inteligencia. Firmó un pacto de gobierno con quien hace poco le
quitaba el sueño, y teniéndole así bien amarrado, se descubre una
cuarta
vicepresidencia – que
conste que aplaudo tanto sus contenidos como la persona al cargo-
que diluye la que le
había
concedido; coloca como Ministro para la Seguridad Social a José Luís
Escrivá, que ha de ser más que bien visto en la Comisión Europea,
reforzando la imagen de Nadia
Calviño. Y
ya tenemos, de una sola tacada, varios objetivos logrados. Porque es
imaginable que si este nuevo gobierno cojeara en las medidas sociales
que se supone va a tomar, su socio de pacto se tentará bien la ropa
antes de aparecer nuevamente como culpable de una ruptura,
como le ocurrió la vez anterior cuando Pedro Sánchez, tras haber
negociado con él, le invitó a sumarse al acuerdo que había – a
sus espaldas- alcanzado con el ex líder de Ciudadanos.
¿No
es esta estrategia un golpe maestro? ¿Y no tenemos razones, tras lo
que le hemos escuchado y visto hacer, como para tener serias dudas
acerca de su proceder?
El
bello Pedro exhibe otras facultades notables, dejando a un lado las
meramente físicas, y la práctica política tiene retorcidos
vericuetos que parece conocer muy bien.
Muy
pronto veremos
cual es
su proceder, y no me importará reconocer que me he equivocado si
esto sucediera; es más, me alegraría.
Hasta
aquí lo que había escrito anoche. Ahora sabemos del nombramiento de
la Fiscal General del Estado. ¿Será la última sorpresa que Pedro
nos depare?
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