Hoy
les recomiendo que vean la última película de Roman Polanski, el
conocido director polaco (nacido en París), judío, y
lamentablemente conocido también por, digamos, una vida muy azarosa.
La
película en cuestión lleva el título de El oficial y el espía,
y narra con absoluta fidelidad – en palabras de Polanski- el famoso
Caso Dreyfus. El
capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, judío
de Alsacia, se convirtió en chivo expiatorio de intereses políticos
y militares franceses en un tiempo en el que la República aún no
había digerido la derrota de 1870, y el antisemitismo en Francia y
en toda Europa vivía uno de sus
momentos álgidos.
Un
perversa investigación de los servicios de documentación del
ejército francés concluyó en una condena, predeterminada,
que llevó al capitán
Dreyfus a ser desposeído de sus galones y conducido a un
islote-cárcel en la Guayana
francesa donde habría de
pasar el resto de sus días por traición a la patria. Ni
que decir tiene que el juicio farsa conculcó la presunción de
inocencia, aceptó falsas pruebas y pasó por encima de las
salvaguardas jurídicas de los procedimientos judiciales; se buscaba
un culpable de suministrar informes militares secretos al enemigo
alemán y el capitán alsaciano pasaba por allí en ese momento.
La
película continúa mostrando cómo el comandante Picquart, que había
participado en el juicio, ascendido a coronel, y nombrado jefe de los
mismos servicios de inteligencia, encontró
ciertas pruebas
y fue tomando conciencia de
la farsa, hasta convertirse en firme defensor de Dreyfus y conseguir,
con su perseverancia y la ayuda de otras personalidades, como el
gran novelista francés Émile Zola, que redactó su famoso Yo
acuso en defensa del reo, la
revisión del caso. Pero
ambos, Zola y Picquart, fueron también condenados. Por
no hacer más largo el relato de los hechos, concluyamos que,
finalmente, lo que había comenzado en el otoño de 1894 fue
concluido en 1899, pero no fue hasta 1906 cuando Dreyfus fue
reintegrado parcialmente en el ejército, con el grado de comandante.
Después participó en la
Primera Guerra Mundial, alcanzó el grado de coronel y murió en
1935.
En
la película hay varios puntos que quedan meridianamente claros. Uno
de ellos es que el deseo y el empeño puesto en encontrar un culpable
ante lo que aparecía como una traición encontró su concreción al
poder escoger, entre los posibles sospechosos, a un oficial judío.
Qué mejor que colgarle el sambenito y zanjar rápidamente un caso
que demostrara la eficaz actuación de la justicia militar. Fue
inmediatamente comprado por toda la opinión pública, especialmente,
la antisemita.
La
revisión de los hechos que efectuó Picquart, fue en principio
radicalmente negada, como convenía a todos los implicados, en primer
lugar el ejército francés. Las artimañas legales impuestas a lo
largo de los procesos judiciales no tuvieron otra finalidad que negar
la evidencia, y cuando esto ya no fue posible, tratar de salvar la
imparcialidad de los jueces, especialmente los jueces militares. Al
final, y este es otro de los aspectos, se trató de liberar al
inculpado, pero sin castigar a los verdaderos culpables ni socavar el
prestigio militar. Los llamados valores superiores
estuvieron siempre por encima
de la justicia, y se impuso un reconocimiento de la victima que no
fuera completo,
como el hecho de no reconocerle los cinco años de encarcelamiento en
la más absoluta soledad y en las peores condiciones físicas y
psíquicas,
y que no le contaran en su carrera profesional, impidiéndole de
hecho alcanzar el generalato. Incluso cuando Picquart fue nombrado
ministro, éste, que había
luchado por esclarecer el caso a costa de problemas legales y
personales, le negó el
reconocimiento de aquellos infames cinco años, apelando a los
problemas políticos que acarrearía tal decisión por
las complicaciones que podrían generar.
Claro
que todo esto ocurrió hace más de cien años, y ahora estamos
empezando el tercer decenio del siglo XXI; aquello ocurrió a caballo
de los siglos XIX y XX, es decir, en otro mundo. Pero
indefectiblemente, cuando uno se levanta de la butaca tras las dos
horas largas de película, no puede dejar de pensar que en esta
España de hoy han ocurrido y siguen ocurriendo casos que dejarían
pequeño a este famoso Caso Dreyfus.
Vean
la película, merece la pena y saquen sus propias
conclusiones.
No he visto aún la película, aunque conozco lo historia y se lo he contado a mis alumnos en clase de Hª Contemporánea. La veré y repasaré aquella situación.
ResponderEliminarPero tienes razón en el paralelismo, corregido y aumentado, en nuestra historia actual. Yo siempre he dicho que la historia se repite cíclicamente, aunque algunos historiadores lo nieguen.
Si la gente supiese más historia, primero, entenderían que es lo que pasa y lo que puede pasar y segundo, seguramente se evitarían situaciones que se producen y que encima les sorprenden...