Esto
del fin de las ideologías es un debate que tiene ya un tiempo,
trufado de neoliberalismo, pero lo traigo a colación a propósito
del debate de investidura que se está produciendo en el día de hoy
en el Congreso español.
En
casa estaba puesta la radio, y entre el desayuno, el afeitado, que
hoy me tocaba, y el vistazo a la prensa, he podido atender a retazos la intervención de Pedro Sánchez.
Si
he de ser sincero, nuestro próximo presidente del gobierno ha hecho
lo que ningún político en España: abandonar su escaño, dimitir de
sus tareas de partido, y, a pecho descubierto y sin cobrar euro
alguno, iniciar una ronda de visita a todas las autonomías para
tratar de reunir apoyos favorables a su persona, dar la batalla
dentro de su partido y..., ¡ganar la secretaría general del Psoe!
También puedo decir que nunca he vertido comentarios laudatorios
acerca de su persona, aparte de los humorísticos sobre sus
características físicas. Sobre su partido he de comentar lo que
muchos de ustedes sabrán si han leído alguno de mis escritos en
este medio.
De
modo que ya tenemos el terreno suficientemente acotado: ni él mismo,
ni su partido gozan de mi confianza, porque entiendo que el Psoe ha
seguido una senda política hacia el centro, con la cual no coincido
en absoluto, ya sea porque entiendo que no es lo que los españoles
necesitamos ni lo que se puede y debe esperar de un partido que se
dice socialista.
Sin
embargo, he de decir que lo que le he escuchado esta mañana me ha
recordado lo del fin de las ideologías. Decenios antes, Groucho Marx
dijo aquello de estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo
otros, que era una versión temprana y amable de ese fin de las
ideologías. Y hay que añadir que Pedro Sánchez lo borda en este
sentido. Defiende con el mismo ahínco, insistencia y brillantez,
tanto una postura como la contraria, tanto da que se trate de una
coalición con la derecha, como que sea con la izquierda. Lo que
importa, vienen a significar esas posturas, es que se logre el
objetivo. Si no es posible un pacto con las derechas, ha de lograrse
con las izquierdas, lo importante es conseguir el fin, como cuando
peregrinaba por la geografía española en busca de votos que le
dieran de nuevo la secretaría general. Para este cometido, ha
demostrado una capacidad fuera de lo común. Lo necesario, ahora, es
que mantenga ese ritmo y pueda pilotar la coalición que ha logrado y
los votos favorables que le apoyan en el Congreso.
Porque
esto es lo importante; en esta encrucijada, aún teniendo cada uno su
propia ideología – porque algunos la tenemos- lo que necesitamos
es un gobierno que persevere y nos lleve al puerto deseado, navegando
a lo largo de toda la legislatura. Que no será fácil, que habrá
que sortear mil obstáculos, empezando por la apelación al
Constitucional de todas las leyes progresistas por parte de la
derechona; que habrá que gobernar a golpe de decreto ley, como
decíamos el otro día, para lograr los objetivos de la legislatura.
Así
que bienvenido sea el nuevo gobierno, y bienvenido sea el nuevo
presidente, y guardémonos nuestra ideología en aras del fin común.
Efectivamente, tampoco es santo de mi devoción como persona, pero creo que aunque lo tiene muy complicado, podía haber sido peor, si hubiese ganado el otro bloque. Esperemos que se gane el sueldo, haciendo una poíítica que resuelva problemas que tenemos enquistados en este país. Por lo menos todos los que puedan.
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