Acostumbro
a leer la columna de Arturo Pérez-Reverte en el suplemento
XL
Semanal del grupo Vocento. Lo leo porque siempre me ha fascinado esa
capacidad para escribir un artículo semanal - impecablemente hecho,
he de añadir- aunque muy rara vez haya estado de acuerdo con su
contenido.
Nuestro
novelista tiene una capacidad de fabulación poco común. El que haya
leído sus novelas – yo no pertenezco a esa grey- seguramente me
dará la razón. ¿Que cómo lo sé? Obviamente por sus artículos:
Cincuenta y dos artículos al año por un montón de años garantizan
ese aserto.
Y
aquí hay que distinguir varias líneas. A veces nos habla de su
afición por la vela y los ratos en su embarcación en diversas
peripecias; otras veces nos trae retazos de su trabajo como
corresponsal de guerra: paisajes inolvidables, aventuras
inverosímiles en situaciones de alto riesgo, con colegas, fotógrafos
de guerra, guardias personales, entre el fragor de un bombardeo o la
calma de un bar de hotel apurando una última copa con los colegas;
en otros artículos nos presenta amigos o conocidos de los cuales
recuerda anécdotas muy sabrosas; con él hemos conocido el glamour
de diversos hoteles y bares around the world
donde tomarse un café ha de ser necesariamente un regalo para la
vista y la experiencia vital; nos
ha hecho palpar el tejido de gabardinas burberry,
chaquetas de tweed, con
botones forrados y coderas, o
el uso cabal
del sombrero entre caballeros;
seguramente algún lector podrá añadir otros de entre sus clásicos,
pero, de un tiempo a esta parte, vengo observando una tendencia
distinta que no sé cómo bautizar. Me explico:
Por
poner el ejemplo más reciente, en su “Sobre héroes y/o
asesinos” del 31 de mayo, nos
habla de los maquis de la posguerra española. Para
él todos esos maquis venían del Partido Comunista –
como si ello fuera intrínsecamente perverso-
cuando se sabe que
terminada la guerra hubo hombres que no habían combatido y
no tenían filiación política y
que por diferentes motivos – no por delincuencia- enlazaron
con aquella resistencia. Y unos y otros - en
caso contrario no habrían
podido mantenerse-, contaban con
el suficiente
apoyo de
la población, en
los pueblos, en las ciudades y en los despoblados. La inmensa mayoría prefirió seguir su
camino antes de entregarse y ser ejecutados. De
esto no se habla en el artículo, lo que se dice es que los
emboscados – así se les
conocía en mi pueblo, lo recuerdo bien, así como algunos
de sus nombres-, Los
que se echaron al monte, título
del libro de Isidro
Cicero (Ediciones Tantín,
Santander, 2002)
que documentalmente habla de algunos
de entre ellos, lo que
Pérez-Reverte dice, repito, es que entre 1939 y 1952
, los maquis asesinaron a casi un millar de
campesinos, a 257 guardias civiles y a 50 militares y policías
(ver foto al pie).
Pero lo
que oculta es que en los mismos años, del 39 al 52, y más
adelante el nuevo Estado fusiló a unos 60.000 españoles, la mayoría
sin juicio previo y el resto tras la farsa judicial que podemos
imaginar. Españoles eliminados físicamente por un Estado recién
establecido, que sentaba así las bases de una justicia que le
acompañaría hasta la muerte del dictador, y en cierto sentido hasta
hace bien poco tiempo. El lector interesado puede encontrar
información suficiente, en diversas fuentes. Lo cierto es, con una
cierta distancia histórica, que unos dieron continuidad a una
lucha perdida por unos valores republicanos y una legalidad
atropellada, en tanto los otros continuaron practicando lo mismo que
hicieran durante los últimos tres años de guerra incivil, ahora al
amparo de un régimen ya establecido.
Y
esto no es el clásico y tú más, es constatar los hechos y
contarlos como se produjeron. Nuestro escritor, convertido desde 2003
en académico de número de la Real Academia Española, sin duda con
toda justicia, que quede esto claro, tiene la desfachatez de decir de
la parte que considera contraria a sus ideas, que esa minoría es
incapaz, cuando tiene una ideología determinada, de ver nada
negativo en la propia, ni nada positivo en la del adversario.
Obviamente, él no se aplica el cuento.
Pero
le seguiré leyendo; siempre se aprende algo.
Foto
del libro citado por mí, que se remite a datos de “El maquis en
España” del teniente coronel de la guardia civil Francisco Aguado
Sánchez. Observénse las coincidencias.
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