jueves, 11 de junio de 2020

El académico







Acostumbro a leer la columna de Arturo Pérez-Reverte en el suplemento
XL Semanal del grupo Vocento. Lo leo porque siempre me ha fascinado esa capacidad para escribir un artículo semanal - impecablemente hecho, he de añadir- aunque muy rara vez haya estado de acuerdo con su contenido.

Nuestro novelista tiene una capacidad de fabulación poco común. El que haya leído sus novelas – yo no pertenezco a esa grey- seguramente me dará la razón. ¿Que cómo lo sé? Obviamente por sus artículos: Cincuenta y dos artículos al año por un montón de años garantizan ese aserto.

Y aquí hay que distinguir varias líneas. A veces nos habla de su afición por la vela y los ratos en su embarcación en diversas peripecias; otras veces nos trae retazos de su trabajo como corresponsal de guerra: paisajes inolvidables, aventuras inverosímiles en situaciones de alto riesgo, con colegas, fotógrafos de guerra, guardias personales, entre el fragor de un bombardeo o la calma de un bar de hotel apurando una última copa con los colegas; en otros artículos nos presenta amigos o conocidos de los cuales recuerda anécdotas muy sabrosas; con él hemos conocido el glamour de diversos hoteles y bares around the world donde tomarse un café ha de ser necesariamente un regalo para la vista y la experiencia vital; nos ha hecho palpar el tejido de gabardinas burberry, chaquetas de tweed, con botones forrados y coderas, o el uso cabal del sombrero entre caballeros; seguramente algún lector podrá añadir otros de entre sus clásicos, pero, de un tiempo a esta parte, vengo observando una tendencia distinta que no sé cómo bautizar. Me explico:

Por poner el ejemplo más reciente, en su “Sobre héroes y/o asesinos” del 31 de mayo, nos habla de los maquis de la posguerra española. Para él todos esos maquis venían del Partido Comunista como si ello fuera intrínsecamente perverso- cuando se sabe que terminada la guerra hubo hombres que no habían combatido y no tenían filiación política y que por diferentes motivos – no por delincuencia- enlazaron con aquella resistencia. Y unos y otros - en caso contrario no habrían podido mantenerse-, contaban con el suficiente apoyo de la población, en los pueblos, en las ciudades y en los despoblados. La inmensa mayoría prefirió seguir su camino antes de entregarse y ser ejecutados. De esto no se habla en el artículo, lo que se dice es que los emboscados – así se les conocía en mi pueblo, lo recuerdo bien, así como algunos de sus nombres-, Los que se echaron al monte, título del libro de Isidro Cicero (Ediciones Tantín, Santander, 2002) que documentalmente habla de algunos de entre ellos, lo que Pérez-Reverte dice, repito, es que entre 1939 y 1952 , los maquis asesinaron a casi un millar de campesinos, a 257 guardias civiles y a 50 militares y policías (ver foto al pie). Pero lo que oculta es que en los mismos años, del 39 al 52, y más adelante el nuevo Estado fusiló a unos 60.000 españoles, la mayoría sin juicio previo y el resto tras la farsa judicial que podemos imaginar. Españoles eliminados físicamente por un Estado recién establecido, que sentaba así las bases de una justicia que le acompañaría hasta la muerte del dictador, y en cierto sentido hasta hace bien poco tiempo. El lector interesado puede encontrar información suficiente, en diversas fuentes. Lo cierto es, con una cierta distancia histórica, que unos dieron continuidad a una lucha perdida por unos valores republicanos y una legalidad atropellada, en tanto los otros continuaron practicando lo mismo que hicieran durante los últimos tres años de guerra incivil, ahora al amparo de un régimen ya establecido.

Y esto no es el clásico y tú más, es constatar los hechos y contarlos como se produjeron. Nuestro escritor, convertido desde 2003 en académico de número de la Real Academia Española, sin duda con toda justicia, que quede esto claro, tiene la desfachatez de decir de la parte que considera contraria a sus ideas, que esa minoría es incapaz, cuando tiene una ideología determinada, de ver nada negativo en la propia, ni nada positivo en la del adversario. Obviamente, él no se aplica el cuento.

Pero le seguiré leyendo; siempre se aprende algo.


Foto del libro citado por mí, que se remite a datos de “El maquis en España” del teniente coronel de la guardia civil Francisco Aguado Sánchez. Observénse las coincidencias.






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