Hemos
hablado del teletrabajo pero no de las videollamadas o
videoconferencias. Aunque unas vienen del otro, o son una extensión,
o un añadido, lo que sea más exacto, que no hace al caso, lo cierto
es que se complementan. De hecho, podríamos definir teletrabajar
como un compendio de tareas realizadas dentro o fuera del espacio
físico de una empresa, a veces a miles de kilómetros de distancia,
comunicándose con una base de datos de la empresa o con la nube,
para tratar archivos, simultáneamente o no, y con otros ordenadores
con los cuales se interacciona visual y/o auditivamente.
Es
decir, que el teletrabajador puede hacer lo mismo que si estuviera en
planta, acudir a un archivo, enviar un mensaje interno a otro
trabajador, hablar con él y verle si lo desea.
Nosotros
disponemos de teléfono, whatsapp y/o de skype; ese teletrabajador
también puede recurrir a esas herramientas y otras más elaboradas
como Teams de Microsoft, Zoom y otras, que le permitirán asistir a
una videollamada convocada por su jefe para insistir en determinadas
acciones comerciales, por ejemplo. Puede ser un grupo de media docena
de comerciales o de varias decenas, si el caso lo requiere. Se asiste
en directo, se escucha, se interviene, se pregunta, se discute, pero
los integrantes del grupo pueden estar en múltiples sitios
diferentes. Esta es la gran ventaja: no hay que gastar ni tiempo ni
dinero para desplazarse – esto va en contra de las compañías
aéreas y a favor del medio ambiente- hasta un sitio determinado que,
a veces, hay que alquilar para la ocasión, y que origina otros
gastos de hotel y restauración. Aparte de que en unos pocos días se
organiza el “encuentro”, aunque algunos de los convocados estén
en continentes distintos.
Hemos
visto varias veces cómo se reunía el gobierno del país, en plena
pandemia, incluso con los presidentes de las distintas autonomías;
alguno habrá asistido por videollamada a un consejo de
administración de una empresa, a una charla sobre no importa qué
tema a cargo de un conferenciante de fuera de la ciudad. Esto, entre
otras cosas, se está viviendo ahora, cuando la pandemia no nos deja
movernos de la provincia, o el centro habitual para conferencias se
encuentra cerrado hasta nueva orden.
El
uso de las tecnologías de la información y la comunicación (Tic´s)
están a nuestra disposición y facilitan la extensión del
conocimiento y la cultura.
Hay
nuevas herramientas para las videoconferencias, una de las cuales
permite una asistencia individual de hasta 10.000 participantes.
Sea
como sea, la tecnología nos va a facilitar herramientas cada vez más
simples y más potentes, más fáciles de usar y de mayor alcance,
sin embargo seremos nosotros quienes hagamos que estén al servicio
de las personas o de otros objetivos, y que se persigan fines
diferentes al bien común o a favor; el martillo sirve para clavar un
clavo, pero también para aplastar un hormiguero.
Mas
los teletrabajadores deben también, por su lado, mantener un
contacto físico con sus colegas, y como han hecho siempre los
trabajadores, pertenecer a un sindicato, aunque ahora ya no se lleve,
que ya se sabe que la unión hace la fuerza y el pez grande se come
al chico. El sindicato, o la sección sindical, podría gestionarse
también digitalmente. Porque no olvidemos que el teletrabajo tiene
sus riesgos. Puede utilizarse para practicar el bulliyng,
convertirse en un nicho
donde arrinconar al que caiga en desgracia; ha de ser adecuadamente
retribuido, debe permitir el desarrollo de las carreras laborales,
etcétera. Sin olvidar que tendrá su importancia en la extensión de
las medias jornadas y, en definitiva, en la reducción de la jornada
laboral y/o en el cómputo total del trabajo, objetivo que cada vez
ha de estar más cerca. Por eso los trabajadores, del sexo que sean –
no me gusta eso de trabajadoras y trabajadores-, deberán luchar por
sus derechos, y mejor hacerlo agrupados, obviamente.
¿Habrá
venido el teletrabajo para quedarse?
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