Este texto ha sido publicado en la revista OP Machinery en su número de febrero de 2023
La película Argentina 1985, más que notable por otros detalles, nos ha dejado unas imágenes irrepetibles. Por ejemplo, en pleno juicio se puede ver al dictador y asesino Jorge Videla, principal encausado, leyendo y manoseando un ejemplar de la Biblia. Además, por boca del abogado Luis Moreno Ocampo, principal ayudante del fiscal Strassera, sabemos que Videla acudía a la misma misa diaria a la que asistía su madre; me trajo a la memoria a otro personaje idéntico que sufrimos en España y que también era gran seguidor de los evangelios y muy proclive a las misas. ¡Tanto que le sacaban de la iglesia bajo palio, como si fuera un dios bajito!
De modo que ya tenemos dos – ha habido muchísimos más – asesinos en nombre de Dios. En nombre del dios de los cristianos han muerto millones de personas – sí, más que en nombre del comunismo, comparación a la que se recurre, ¿por qué será?- empezando por cristianos (herejes) españoles y de otros países, y por supuesto animistas y politeístas, que tal eran los nativos americanos y todos aquellos que perecieron en las campañas de evangelización llevadas a cabo, incluidas las Cruzadas de donde salieron las famosas Ordenes de Malta, del Temple y demás, que fueron, entre otras cosas, verdaderas máquinas de matar.
Y qué decir de los fieles seguidores del judaísmo, o mejor digamos los israelitas… Los judíos han sufrido históricamente una continua persecución, por motivos raciales, religiosos y económicos, de la cual han salido con millones de victimas y cuyo culmen fue lo que conocemos como el Holocasto perpetrado por los nazis. Pero terminada la segunda guerra mundial, encontraron refugio en USA y en el Estado de Israel, creado ad hoc, hecho que hace más difícil de entender las barbaridades que los israelitas han cometido y siguen cometiendo contra los palestinos, a los que han arrebatado gran parte de sus tierras, sin otro derecho que el de la fuerza.
Por último, los musulmanes, iniciaron muy pronto su campaña de islamización, llegando hasta la práctica conquista de la península ibérica. También apuntaron hacia el este y actualmente es Indonesia el país donde reside el mayor número de creyentes islámicos. El islamismo es, de las tres religiones, la más notable en su capacidad de extensión. Y contemporáneamente le han cogido el gusto a apretar el gatillo y poner bombas por doquier, mientras sojuzgan a los habitantes de los países donde gobiernan.
Los tres sistemas de creencias tuvieron tiempo de convivir en nuestro solar patrio, antes de la toma de Granada y la posterior expulsión de judíos y moriscos. Convivieron en paz, pero al romperse la correlación de fuerzas esa situación ya no fue posible; no hay nada como que el poder se concentre para que las pretensiones de ese poder se vayan a lo absoluto, incluida la religión.
En otro orden de cosas, entre los cristianos podemos citar al Opus Dei, moderno exponente de los que gustan de hacer el trabajo sucio sin dejar huella, y en España también, los Abogados Cristianos, que optan por utilizar vías supuestamente legales para zancadillear el progreso, apoyados en una judicatura proclive a sus ideas; los islamistas han creado en Irán cuerpos de asalto como la Policía de la Moral, y en Israel podemos ver de nuevo una gran eclosión de ultra ortodoxos, que cada vez obtienen más escaños en su parlamento, con los que permiten que Netanyahu siga gobernando.
Pero si hay algo que les sea común a estas tres religiones, aparte de su origen y cuna en Oriente Medio, es el hecho de apoyarse todas ellas en un libro que guarda también muchas similitudes; por ello se las conoce a las tres como las religiones del libro. El judaísmo, la más antigua, tiene la Torá; la Biblia es del cristianismo; y el Corán pertenece al islam. Las tres tienen un único dios, dos de ellas un profeta como Jesús y Mahoma, y todas prometen la vida eterna en un paraíso gozoso bajo la presencia reparadora del dios respectivo. Y no importa lo que cada uno haya hecho en vida: la clave está en arrepentirse, que así se consigue el perdón aunque sea en el último momento. Ahí hay que andar listo.
En su cuento El inmortal, Jorge Luis Borges nos recuerda que menos el hombre todas las criaturas son inmortales, pues ignoran la muerte, y explica como en ciertas religiones del Indostán – que podríamos extender a otras partes no menores de Asia – en la rueda de la inmortalidad, que no tiene principio ni fin y en la que cada vida es efecto de la anterior y engendra la siguiente, ninguna determina el conjunto, logrando la perfección de la tolerancia que conduce a la paz. Por ello no necesitan libro alguno ni hay que preocuparse del porvenir: nadie cuenta en su forma actual y no seguirá vivo en el tiempo venidero.
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