Este
año, por si no fuera suficiente todo lo relacionado con la pandemia,
nos ha ofrecido para empezar agosto dos noticias bien dispares entre
sí pero que ilustran de forma definitiva la importancia del
origen, de la familia, de la situación social y de, cómo no, la
manera en que te trate la vida.
La
primera de ellas relata los últimos días de Eleazar Blandón. Con
ese nombre pudo haber tenido algo más de suerte, pero pesaron más
los condicionamientos sociales. Eleazar tenía 42 años y era
nicaragüense, un pobre nica como
se les conoce en Centroamérica, cargado de familia y sin otra
esperanza que buscarse fuera una posibilidad de vida mejor. Vino a
España en octubre pasado y encadenó los trabajos precarios que
pudo. Su fin lo encontró en Lorca en la cosecha de sandías.
Cobraba, si se alcanzaba el mínimo de camiones cargados, una paga en
torno a los 30 euros diarios, con horarios de siete de la mañana
hasta las seis de la tarde, con una parada de
media hora a las diez de la mañana para comer algo y otra de una
hora a las dos de la tarde. Las altas temperaturas y el esfuerzo
continuado le provocaron un golpe de calor del que no pudo
recuperarse, y murió en el centro de salud en el que le dejaron
semiinconsciente durante el recorrido que la furgoneta que les
llevaba a él y sus compañeros a diario, pasó por el ambulatorio;
no iban a llamar a una ambulancia para que fuera a recogerle.
¡Qué
poco vale la vida de un hombre, sobre todo si es extranjero y pobre!
Recuérdenlo
cuando coman sandía o
melón este verano.
La
segunda noticia les resultará más familiar. Habrá muy pocos
españoles que no la conozcan. Sí, es la salida del rey emérito.
Según parece ha sido la extrema izquierda podemita, comunista,
filoetarra, separatista y venezolana la culpable de esta felonía,
aunque no me he enterado bien si en el mismo orden en el que lo he
dicho.
Han
corrido, literalmente, ríos de tinta, y créanme si les digo que,
como todos ustedes, he recibido al pie de una docena de memes,
pero el que reproduzco a continuación me ha parecido el de un más
profundo sentido, y el que
resume todos los demás.
Que
así sea.
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