Esta
foto obtenida en plena calle en San Sebastián, junto a la antigua
Comandancia de Marina, hoy dependencia municipal, puede que diga algo
o no diga nada. A primera vista es una furgoneta posiblemente
propiedad de un pequeño empresario, autónomo o como se llame esta
figura en Portugal, por profundizar más, que aprovecha su vehículo
para hacer publicidad de su actividad; lo mismo que vemos en tantas
furgonetas rotuladas con un “trabajos de fontanería” o bien
“reformas y reparaciones”, en fin, nada extraordinario.
Lo
que si está claro es el tipo de trabajo que lleva a cabo nuestro
amigo portugués. Hay una diferencia salarial importante entre
Portugal y España, y hay gente muy avispada que lo aprovecha. Este
es el modus operandi: cuando
una empresa española gana en concurso una obra, grande o pequeña,
de carreteras o de edificación, inmediatamente se pone en marcha la
búsqueda de los subcontratistas que son los que finalmente
ejecutarán el grueso del proyecto. Todos aquellos trabajos serán
subcontratados con otras empresas más pequeñas, y esto puede
producirse en dos o tres escalones como mínimo. En el último
escalón – para entendernos aquél que ejecuta físicamente la
tarea- se recurre a pequeños
contratistas que dispongan de cuadrillas especializadas en diversas
tareas.
El
portugués trolhas es
el equivalente a nuestro albañiles,
el resto de lo que podemos
leer en la furgoneta se entiende perfectamente, incluidos aquellos
que dicen no
entender
el portugués. Reclutamos albañiles, carpinteros, gruistas
para la construcción. En Portugal y País Vasco.
Más claro, el agua. Si usted
necesita personal, del tipo que sea, nosotros se lo buscamos, incluso
lo traeremos en la furgoneta, nos encargamos del alojamiento,
garantizamos precios bajos, jornadas extendidas, máxima
productividad y trabajadores expertos. Más o menos. Y no mienten, no
vayan a pensar mal. Los trabajadores desplazados lo que quieren es
ganar el dinero acordado en el menor tiempo posible, trabajarán en
nuestros festivos si les dejan y
lo harán bien, sin conflictos ni problemas. Su objetivo es volver
rápido a su casa con el dinero acordado, quizás allí les esperen
otras tareas de las cuales se ocupa interinamente su mujer.
Y
en esto reside el negocio. Un negocio win-win, todo el mundo gana.
Solo
hace falta que la Inspección de Trabajo, escasa
de inspectores como siempre,
no pueda visitar la obra, para que estos trabajadores lo hagan por
menos de lo que el convenio señala por estos lares. Convenio que ha
servido de base para calcular los costes salariales a la hora de
hacer el presupuesto. Por decirlo más claramente: sus
costes salariales son más bajos que los
que se pagan aquí.
Y hay
quien se lleva la diferencia.
La
deslocalización es un sistema muy extendido que consiste en fabricar
un producto o parte del mismo
en unas instalaciones propias o ajenas, pero con unos costes mucho
más bajos que los existentes, y
muchas veces sin respetar las condiciones medioambientales, de
seguridad, o
de cualquier otro tipo. El
caso de los trabajadores portugueses consiste
en utilizar todas esas ventajas, o parte de ellas, siempre que sean
relevantes, para incorporarlas al producto en
su fase final. De ahí el
título de deslocalización a la inversa.
Muy claro, por si había dudas.
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