Este texto se publica en la revista OP Machinery, en su número de mayo.
Siempre
me detengo en la sección de Cartas al Director en El Diario Vasco,
que más o menos, leo a diario. Hay tres o cuatro firmas que se
repiten con cierta cadencia y con los que estoy de acuerdo, en una
gradación del mucho al bastante. Esta vez creo que fue el título y
algunas palabras al vuelo, pues no conocía al remitente, lo que me
impulsó a leer la carta entera. Y enseguida cautivó mi atención,
pues al instante la música del romancero se apoderó de mí: aquello
era un poema, a pesar de que en el periódico apareciera escrito como
texto, todo seguido.
Que
no se moleste el responsable de la sección; puedo entender la
escasez de espacio, pero si lo leyó – y eso es seguro- no
comprendo que no sintiera aquella chispa que sentí yo.
Me
puse ante el portátil y fui dando forma a aquél párrafo
maltratado: en efecto, estaba ante unos octosílabos bien hilvanados
que destilaban, además, la queja y el dolor por unos hechos que
cualquiera que los conozca no puede menos que condenar tajantemente,
y, más aún, estando nosotros, como Estado, directamente implicados.
Véanlo
ustedes mismos:
DONDE
MUERE EL AMOR
La
tierra roja se vuelve
por
sangre de unos hermanos.
Masacramos
refugiados,
somos
nazis del terror.
Otro
holocausto se cierne
donde
yacen hacinados
los
que huyendo de la muerte
viven
en la sinrazón.
Van
pasando muchos meses,
cada
vez más olvidados
y
ya el alma se les muere
y
también el corazón.
Los
gobiernos que hoy pueden
solucionar
sus traslados
como
Pilatos proceden
sin
vergüenza y sin rubor.
Y
como a bestias los tienen
(¿qué
son derechos humanos?)
olvidados
a su suerte
y
engalanados de horror.
Dudo
si corazón tienen
hace
falta demostrarlo.
En
Lesbos campa la muerte,
en
Moria muere el amor.
De
modo que estaba ante un poeta, era evidente. Un poeta con
preocupaciones humanitarias, eso también.
Releí la firma: Roberto
Panizo, Elgoibar. Bueno, no estaba lejos, menos de 50 kilómetros de
casa.
No
me resultó difícil localizarlo,
y el mismo día estaba hablando con él. Roberto es un jubilado
(casado, dos hijos, dos nietos) nacido en Bilbao hace 64 años y
residente en Elgoibar desde que tenía cuatro. Hombre de profunda fe
religiosa – en esto no nos parecemos, le dije-, hace sus pinitos
poéticos desde hace unos cinco años y tiene un libro publicado.
Como
ejemplo de su obra, vean a continuación lo
que sigue, que describe la
futilidad de una vida sin sentido y la necesidad
de la reflexión a tiempo.
EN
ESTE MOMENTO
Caminamos
tan aprisa
que cada momento es bueno,
para utilizar los frenos,
y aminorar de puntillas.
Y conseguiremos vernos
cada vez con más apego,
sintiendo al reconocernos
que no perdimos la pista.
Saboreemos la vida.
Avancemos paso lento
sintiendo cada momento
que merece ser vivida.
Tal vez logremos la dicha,
cuando por fin encontremos
la suerte de conocernos
sin marchar a la deriva.
que cada momento es bueno,
para utilizar los frenos,
y aminorar de puntillas.
Y conseguiremos vernos
cada vez con más apego,
sintiendo al reconocernos
que no perdimos la pista.
Saboreemos la vida.
Avancemos paso lento
sintiendo cada momento
que merece ser vivida.
Tal vez logremos la dicha,
cuando por fin encontremos
la suerte de conocernos
sin marchar a la deriva.
De modo que ya
ven que la poesía aparece por doquier; a veces con poetas
de
prestigio que nos dejan sus obras para que podamos leerlas por las
ciudades y pueblos, casos de Celso Amieva y José Jurado Morales,
otras veces, poetas desconocidos como Vincenzo Cancila, en un hotel
en Agrigento, o Teófilo
Marcos en un bar de Celorio, y
otras como mi estimado Roberto Panizo, a quien El Diario Vasco quiso
reconvertir en prosista.
La
poesía se despliega por doquier. Lo importante es que andemos listos
y avistemos la presa.
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