Ahora que los papeles de Panamá copan
todas las primeras planas, y van a seguir haciéndolo durante varias semanas, no
está de más recordar otros casos que, por menos brillantes, no dejan de tener
su importancia y contribuyen a la evasión fiscal que tanto daño nos hace y,
además, los tenemos muy cerca.
Pedro Luís Uriarte, padre del Concierto
Económico vasco y Consejero de Economía y Hacienda del GV, observó hace unos
pocos meses, hablando precisamente de
los paraísos fiscales, que no era preciso buscarlos en lugares exóticos o islas
paradisíacas; declaró que "si la primera
fortuna española, con un patrimonio de 59.966 millones de euros, se inclinase
por disfrutar del “Paraíso Fiscal de Euskadi” pagaría todos los años por
impuesto de patrimonio en Vizcaya 600 millones de euros, mientras que en el
'Infierno Fiscal de Madrid” pagaría cero". Qué duda cabe que esta diferencia tan enorme
de tratamiento fiscal está en la razón de ser de algunos cambios de residencia
oficial a la capital del reino.
Otros casos de tipos impositivos
diferentes -que yo recuerde en este momento- ha sido el caso Ramondin, por
ejemplo. Esta empresa riojana, uno de los líderes mundiales en la fabricación
de cápsulas y tapones para las botellas de vino tomó la decisión de trasladar
su domicilio de Logroño a Laguardia (Alava) ante las ventajas que la Diputación
de Alava le ofrecía para financiar su nueva planta. Esto vino a ocurrir en 1997,
y el gobierno riojano acabó llevando el asunto ante las autoridades de
Bruselas. Hacia 2014, éstas dictaminaron que tales ayudas no procedían, por lo
que la empresa estaba obligada a entregar a la Diputación alavesa el mismo de
las ayudas, unos 10 millones de euros. Igual suerte corrió la implantación de
la coreana Daewoo en Vitoria con una planta de electrodomésticos –que me parece
que hoy en día está cerrada- en este caso, por importe de otros cuatro
millones.
No hace al caso, si esas sumas han sido
devueltas o no, lo que nos interesa es destacar esa práctica de la Diputación
alavesa, que se ha repetido en otros casos en Vizcaya y Guipúzcoa. Claro que
también ha ocurrido al revés: el gobierno cántabro ha “convencido” a una
empresa alavesa para llevar su nueva planta a Cantabria; ignoro cómo se
encuentra jurídicamente este asunto.
En el ámbito europeo conocerán ustedes
de sobra el caso irlandés, que ha atraído centenares de empresas,
fundamentalmente americanas, para centralizar fiscalmente sus filiales europeas
y de otros continentes. Simplemente con un tipo impositivo en el impuesto de
sociedades que no supera el 10%, en teoría un tercio de lo que es corriente en
Europa. Y más descarado aún, Luxemburgo, país que ha estado dirigido por Jean-Claude
Juncker, actualmente presidente de la Comisión Europea, va un poco más allá y
ofrece condiciones a la carta. Es decir, si ustedes quieren domiciliar allí sus
empresas pueden, literalmente, negociar el tipo que prefieren pagar.
Un caso especial, aunque de distinta
índole, es el tratamiento fiscal que reciben las Sicav (sociedades de inversión
de capital variable) con la ventaja de que no hace falta salir de España. Su
tipo está al 1% y el inconveniente de que legalmente sea un instrumento
colectivo de inversión (mínimo 100 accionistas) se soslaya con testaferros u
hombres de paja, que el bufete de abogados te proporciona.
Esta mezcla de prácticas fiscales, las
más, legales, instituidas por las propias administraciones fiscales
contribuyen, como hemos dicho al comienzo, a facilitar la evasión fiscal y, en
consecuencia, hacer más difícil que los Estados puedan acceder a la
satisfacción de las necesidades sociales de la ciudadanía, redundando en una
mayor desigualdad social que mantendrá más bajos los salarios y asegurará los
beneficios de las grandes corporaciones y las personas con mayores ingresos.
Una política fiscal con tipos
progresivos y una adecuación de los medios de inspección es el único medio para
poner coto a estas prácticas evasivas. La cuestión es si los partidos
dominantes están por la labor. Conviene tenerlo en cuenta y no dejarse
obnubilar por la aparatosidad de asuntos como el de los papeles de Panamá.
¿No son estas que aquí hemos citado
prácticas propias de un paraíso fiscal?
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