Y
entonces aparecieron todos, los uniformes resplandecientes, aquellas
pecheras repletas de cruces, medallas e insignias, con esas chapas de
colores de las que los profanos ignoramos su significado pero que
deben ser algo así como el resumen de las cuentas bancarias para los
millonarios; dos de ellos, los de la Guardia Civil y la Policía
Nacional con unas apariencias de gente bragada en el oficio; el
Jemad, la máxima autoridad militar, con el aire de suficiencia que
le otorga el cargo: la cabeza echada hacia atrás, permitiéndole
observar y dominar mejor la escena. Podían haber llevado el uniforme
de faena, o como se diga, ese en el que solo se distingue el nombre y
la gradación, y que da mejor apariencia, la apariencia del que está
trabajando, pero...
Así
empezó el despliegue de ese lenguaje militar que ha acabado por
imponerse: todo el mundo habla de la guerra, desde el presidente del
gobierno hasta la oposición; desde científicos hasta filósofos,
el último, hoy mismo, Josep Ramoneda, que ha dicho que el
confinamiento supone, de hecho, un recorte en las libertades
individuales. Salvo en la de opinión, diría yo.
Así
que yo no voy a ser menos, hablaré también en términos militares,
aunque mi guerra va a estar más dilatada en el tiempo. Tenemos, no
obstante, que acumular el bagaje necesario, lograr que la intendencia
de las ideas trabaje sin descanso, para que cuando llegue el momento,
que llegará, no de golpe en un amanecer radiante, sino en pequeñas
fases que nos irán dando esas cotas de libertad que nos han sido
arrebatadas, estemos preparados para esa guerra, para esa batalla,
más bien, que habremos de librar. Porque la guerra no es nueva, es
la guerra de siempre, la que se lleva librando batalla a batalla
desde tiempo inmemoriales, pero sobre todo desde que la avaricia y la
acumulación de poder en manos de unos pocos empezaran a dejar a las
mayorías sociales con la parte residual de las ganancias, desde que
se inició esa loca carrera que ha llevado a que el 1% de las
personas acumulen tanta riqueza como el 45% restante, en tanto el 50%
de la población mundial no llega al 1% de la riqueza.
Debemos
estar preparados para que la salida de la crisis del virus se
aproveche para encaminar actividades en el entorno de la lucha contra
la crisis climática. La crisis anterior nos hizo perder una cierta
hegemonía industrial en el dominio del aprovechamiento de la energía
solar; quizás estemos a tiempo de recuperar esos años perdidos, y
ganar esa guerra
Tampoco
podemos perder la guerra que la socialdemocracia viene perdiendo
desde hace decenios. Hasta el punto de que hoy ese concepto
político-social se muestre carente del significado profundo que tuvo
en sus mejores momentos, encarnados en el Partido Socialdemocrático
Sueco, que en las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta del
siglo pasado llevó al país a instaurar el Estado de Bienestar que
ahora añoramos. No podemos perder la guerra por la Sanidad Pública,
que tanto ensalzamos ahora, debemos revertir al dominio público
aquellos hospitales que hoy explota la sanidad privada,
principalmente en las comunidades madrileña y valenciana; no podemos
consentir el fracaso de los cientos de residencias privadas, en manos
de compañías de seguros y fondos de inversión extranjeros que se
han revelado causantes de buena parte de los ancianos residentes
fallecidos. Y quizás tengamos que reconsiderar la arquitectura
autonómica en estos aspectos para que la sanidad pública tenga una
responsabilidad única y no esté al albur de las políticas de
ciertas autonomías que drenan los fondos públicos en favor de
actividades privadas.
Y
en el mismo sentido, la política impositiva ha de ser la misma para
toda España. No puede ser que, como en el caso de Madrid, se elimine
el impuesto del patrimonio y de sucesiones y luego, en caso de
necesidad, se venga a exigir a la administración central un trato igual
que a las demás autonomías.
Estas
son la clase de guerras de verdad, las que tenemos que ganar. Para
situaciones urgentes, en caso de necesidad, disponemos de la UME
(Unidad Militar de Emergencia) un cuerpo de ejército que justifica y
prestigia la profesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario