miércoles, 20 de agosto de 2014

Ébola



¡ÉBOLA, ÉBOLA!

Pues no, no soy en absoluto seguidor de esas teorías conspiracionistas como la que augura una catástrofe demográfica en África, a instancias de obscuros poderes económicos con la triple pretensión de acabar con los negros, apoderarse de sus tierras y asegurarse una fuente segura de alimentos para un futuro no tan lejano. Muchos de los que creen en este tipo de cosas han visto al sida y a los diferentes brotes de ébola como una concatenación de ensayos tendentes  a lograr esos objetivos. Tampoco creo que estas enfermedades signifiquen un castigo divino ni que se conviertan en pandemias arrasadoras. Pero hemos visto también la gripe aviar, y cómo algunas farmacéuticas se han enriquecido vendiendo fármacos que no podríamos asegurar que fueran necesarios.
Más bien, yo contemplo la proliferación de este tipo de virus como algo que algunos poderes aprovechan en la política de sometimiento de grandes masas de población, de países enteros, concretamente.
Me explico: hemos tenido una alerta tratada en un hospital de Alicante y otra en uno de Bilbao; ambas con idéntico resultado negativo. Pero creo que estamos a menos de un cuarto de hora para que se empiece a insinuar que cualquier negrata puede traernos el virus, que puede después propagarse por nuestro país y que seremos nosotros los que paguemos las consecuencias. De ahí a pedir que se endurezcan las condiciones de acceso de esa gentuza que viene a quitarnos los puestos de trabajo, y se pongan más vallas y más concertinas, quedará muy poco. Hasta algún partido político pretenderá sacar provecho de este tipo de ideas y otros pescarán en el río revuelto del miedo ancestral del españolito de a pié contra la inmigración. Una cosa es un negro que juegue bien al baloncesto y sea rico, por ejemplo, y otra bien distinta esa marea de las pateras.
Y de paso, atemorizar a la población con una nueva amenaza. Eso siempre viene bien: una población temerosa es una población dominada de antemano.