martes, 29 de noviembre de 2016

Nuevas píldoras de noviembre




PÍLDORAS
16/1123

En el momento de los indicios claramente acusatorios, cuando todo empezaba a intuirse, cuando la presión de los medios se hacía más acuciante, cuando la población comenzó a ponerse en su contra, cuando la justicia tomó cartas en el asunto, cuando la ciudadanía ya no le seguía, cuando dijo aquello de “qué hostia”, es cuando los suyos empezaron a darle la espalda. Desdeñó su acta de concejala y consiguió el de senadora autonómica, a cubierto de la justicia común. Fue entonces cuando los suyos le dieron definitivamente de lado; ninguneada, se la pudo ver sola, abandonada, despreciada, invitada a irse por los que hasta entonces la vitoreaban; hasta hubo entre éstos quienes dijeron “ya no pertenece a nuestro partido”, ya no es una de los nuestros.
Ahora es el momento de recordar sus “grandes logros” y tributarle los homenajes que mereció. Además, los de Podemos han roto el falsario acuerdo común y se han convertido, una vez más, en el saco de los golpes.
Decididamente, si no existieran habría que inventarlos. Los biempensantes de toda laya han encontrado otra vez un asidero común. ¡Gracias Rita!


PÍLDORAS
16/11/22

Uno de los pecados más graves que pueden cometerse dentro de la moral católica -si no el que más-, es el aborto. Pero todo tiene arreglo en esta vida. Ayer, el papa Francisco dejó claro que de ese pecado se sale por la confesión; es una de las grandes ventajas que tiene el catolicismo: te confiesas  y te indultan. No ocurre lo mismo en otras religiones de obediencia cristiana, donde cada uno arrastra su culpa hasta la muerte. Francisco ha añadido que el arrepentimiento ha de ser sincero, faltaría más. Sabemos que la grey católica tiene grandes dotes interpretativas, sólo así se entendería que se pueda actuar tan alegremente contra los semejantes y cumplir con el paripé de la liturgia.
Habrá que escuchar a esos colectivos tan españoles que se han manifestado por calles y plazas, dizque defendiendo la vida. Pero lo que realmente esperamos de este papa Francisco, tan especial por otros muchos motivos, es que dé un paso adelante en cuestiones como la pobreza de la institución o la acogida de refugiados en instalaciones eclesiásticas. Es de esperar que ahí tendría mucha más resistencia por parte de sus subordinados.


PÍLDORAS
16/11/18

Todos sabemos que ayer se inauguraba la decimosegunda Legislatura con un discurso del Rey. Previamente, la oportuna parafernalia con desfiles militares y exhibición de pendones y banderas. Acudieron los monarcas y sus hijas; hoy, éstas habrán entregado el justificante paterno por la inasistencia a clase.
El rey pronunció su discurso, que todos alabaron, se hartaron de aplaudir y luego pasaron al besamanos, como manda el protocolo. Del discurso no vamos a decir nada: que si lo escribe el rey, que si se lo redacta gente de su servicio, que si el gobierno…todos estaremos de acuerdo en que lo que le sobra a este país son discursos. Lo que resultó más divertido fue el besamanos; unos doblando la cerviz, otros inclinándose levemente, hasta hubo quienes mostraron menos respeto por las niñas…
…las niñas…uno se pregunta qué pensarán las niñas en esos momentos, como el hijo pequeño de Trump, que se moría de sueño. Y, ¿qué pensarán los que criticaron que Carolina Bescansa se llevara su bebé al mismo escenario? ¿Será que ese niño (o niña) vale menos y tiene menos derechos  que las otras?

lunes, 28 de noviembre de 2016

Evocación


Estas líneas se publicaron en la revista Euroequipos y Obras, en el número de enero de 2009





EVOCACIÓN

                                       
               


                En aquella época no había una tan precisa medición del tiempo. No había televisión, lo que equivale a decir que las noticias duraban más, tenían más vida, y se conocían a través de la radio o los periódicos, los ¨papeles¨, se decía entonces. Los papeles se leían -quien los leía- mayormente los domingos y festivos, y, cosa normal, en los lugares públicos -barberías, bares- donde siempre había ejemplares manoseados y arrugados, de diferentes días. En mi pueblo se hizo famoso un barbero que siempre saludaba al cliente de turno con alguna noticia de primera página. Ante el interés del cliente le decía invariablemente: “léelo, léelo tú mismo”, mientras  él escuchaba atentamente. Sólo al final de sus días se supo que no sabía leer, pero nunca logró averiguarse quién le leía las primeras noticias.

         No recuerdo exactamente en qué día de la semana cayó aquel Primero de Enero, pero es posible que fuera un jueves, por lo que, casi seguro, yo encontrara la noticia en el periódico del viernes, día 2, o del sábado, día 3. También es muy posible que la oyera en el “parte”, como llamábamos a los informativos de radio nacional (la única, vamos) y que escuchábamos en familia con una mezcla de aprensión y desasosiego. Lo cierto es que la noticia me produjo una extraña sensación. No por no esperada, que parecía cosa cantada, sino porque inevitablemente la asocié con unas vivencias tan recientes y, sin embargo, tan distantes, que -lo supe en ese momento- iban camino de convertirse para mí en recuerdos, sólo eso, cosas que ya no formarían parte de mi vida futura, cosas que empezaban a pertenecer a mi pasado, pero que seguirían siendo el día a día de los que hasta entonces habían sido mis únicos amigos.

Porque cuando se tienen doce o trece años, la vida se vive así, día a día. Y así éramos nosotros y así vivíamos. Teníamos montones de cosas que nos unían, por encima de las pocas que en esos momentos podían diferenciarnos, que no separarnos. Montones de cosas en las que había consistido el existir diario para nosotros, que ahora se me antojaban como pertenecientes a otro mundo. Ya no iba a participar más de  ellas, ya no me pertenecían, en tanto que mis amigos seguirían gozándolas, cimentando en ellas su presente y su futuro.

         Era como esa sensación que uno tiene cuando se pasa, en el tren, de noche, frente a casas iluminadas. Es posible imaginar, a veces hasta entrever, en una escena fugaz que es como un fogonazo, a través de las ventanas, la imagen que se desarrolla dentro. Una escena pareja a la que podemos vivir en nuestras propias casas, una familia en la cocina alrededor de la cena, sólo que no es la nuestra, que no nos pertenece, por más que nos podamos identificar con alguno de los bultos que percibamos dentro.

         M, L, y P, es decir, todos mis amigos, todos los niños del pueblo, estarían a esas horas haciendo recuento de canicas, afilando el hinque, cortando una rama para hacer una  espada, preparando el tiragomas para cuando hubiera pájaros, o divididos en dos bandos, enzarzados en una buena “hurria”, a cantazo limpio, desde sendos lados de las vías. Hurria que habría de acabar cuando llegara el próximo tren, y cuyo vencedor sería el que lograra adivinar el nombre –Udalla, Gibaja, Marrón,…- de la vieja máquina, que se acercara resoplando trabajosamente y cubriendo de hollín la caja de la vía. Y en verano, si el tiempo lo permitía, todo el rato en el río: baño, pesca, paseos, pero en el río, todo el tiempo en el río, para desesperación de nuestras madres. Y al final, verano o invierno, la última vuelta donde Manolo el zapatero.

         La zapatería era tanto el punto de reunión como el de despedida. A menudo teníamos algo que reparar y podíamos utilizar las herramientas de Manolo, ya fuera una peonza a la que se le hubiera torcido el clavo, o un hueso de melocotón al que convertir en agudo silbato. Si no, simplemente estar allí, en la ventana, si verano, o dentro, cuando invierno. Esto es lo que yo más apreciaba. Pasar los minutos y aún las horas viendo trabajar a Manolo que sentado en su trípode, presidía su gastada mesa de trabajo de patas bajas. Aquella mesa tenía un sinnúmero de pequeños compartimentos, formados con listones clavados en la misma, destinados a albergar una gran variedad de puntas, clavos, tachuelas, papel de lija de distinto grano, hilos de coser, y en fin, parte de los trebejos que Manolo usaba en su hermoso oficio. Me maravillaba ver como trazaba una plantilla con un lápiz en un trozo de periódico viejo, cómo después, con la cuchilla, con certeros tajos, perfilaba el cuero basto que habría de servir de suela para la bota. Cómo con otras cuchillas cortaba cueros y badanas que adaptaba a la horma y que con diminutos clavos, fijaba aquellos a ésta. Cómo, a veces, tenía que repasar la base de las hormas, con tablillas que sujetaba con clavos, de los cuales se había metido un puñado en la boca. Con qué precisión introducía la lezna para hacer el cosido, tirando del hilo con una mano envuelta en una tira de cuero para no cortarse, mientras sujetaba con los dientes el otro cabo. Cómo tensaba estos cabos, restregándolos contra una vieja badana, sobre su pierna. Cómo iba dejando unas botas y tomando otras de las estanterías, a medida que las hormas iban haciendo su silencioso trabajo. Cómo, en fin, iban adquiriendo vida aquellas magníficas botas de cuero, cuyos encargos recibía Manolo los domingos por la mañana, día de mercado…

         Esto es lo que yo no iba a vivir más, ahora lejos del pueblo, en la capital. Por eso, para mí, la noticia era esperada. Con la misma certeza con que había visto salir botas de aquella zapatería, había asistido, en meses anteriores, al avance de aquellas tropas que luchaban contra unos tipos, a veces regordetes, que se peinaban con fijador y llevaban gafas de sol y bigotitos recortados. Quizás se nos antojaban demasiado parecidos a otros que teníamos más cerca. “Puntada larga y buen tirón, que para un hijoputa son”, solía decir Manolo, guiñándonos un ojo, y yo pensaba, aún sin quererlo, en tipos así. Es posible que para la gente mayor aquello supusiera algún tipo de revancha por lo que había pasado veinte años atrás. Nunca lo supe, allí no había ideología, o si la había, estaba tan tamizada que los niños no lo podíamos percibir. Pero lo cierto es que había una simpatía, se les sentía más cercanos a los barbudos que iban contra los del bigotito, que siempre aparecían con mujeres de hermosos hombros desnudos y faldas de campana de vivos colores.

         Así se comprenderá que cuando supe la noticia, ésta no me sorprendió. Fidel le había ganado a Batista, era lo esperado. Y me acordé de mis amigos, y de la zapatería, y de Manolo, y les vi, como si pasara en un  tren a toda velocidad, comentándolo sonrientes. Yo ya no estaba con ellos, y nuestras vidas habrían de seguir rumbos diferentes. Y cada vida habría de dar también un fruto diferente. Ahora, en el momento en que se cumplen cuarenta años de aquellos acontecimientos, lo único que veo con claridad es que no había otro camino que el que se anduvo, ni las cosas pudieron suceder de otro modo. ¿Cómo podemos juzgar el devenir de la historia? ¿Acaso se han cumplido las expectativas que crearon nuestras propias vidas? Sea como fuere, igual que una madre observa con benevolencia los desvaríos de un hijo, algunos de los que entonces éramos niños siempre sentiremos algo por aquellos barbudos que fueron cosiendo su isla con su sangre y su sudor, así como Manolo cosía suela y cuero con su aguja.

Hurria: en Cantabria, duelo a pedradas entre niños, generalmente incruento.


José María Pozas, enero de 1999.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Fundido a negro



FUNDIDO A NEGRO





Un hombre despierta y se incorpora en la cama. Permanece un buen rato sentado en el borde, la mirada perdida en la pared desnuda. Sin prisa, se va vistiendo, y sin desayunar, sale a la calle. Deambula sin rumbo fijo, por unas calles y otras. De repente, se para ante un anuncio luminoso que dice Sex Shop. Entra, y accede a una cabina. La poca luz que le llega procede, a través de una ventana que tiene ante sí, de una plataforma elevada forrada de algo que simula una piel de oveja. El hombre mira en torno a la plataforma descubriendo otras ventanas como la suya. El habitáculo tiene una silla, un rollo de papel higiénico colgado de la pared, un cubo de basura vacío y un gancho donde el hombre cuelga su impermeable. Espera. Al rato, aparece una chica vestida con una bata transparente que deja traslucir su ropa interior. Al mismo tiempo, empieza a oírse una música, a cuyo ritmo la chica comienza a ejecutar diversos movimientos insinuantes, tendida o recostada en medio de la plataforma. La chica sonríe. El hombre asiste impávido al espectáculo; la chica va desprendiéndose lentamente de su bata. Cuando en el lento giro de la plataforma, la chica llega frente a él, levanta sus ojos, que se encuentran con los del hombre. Él da un respingo, abriendo los suyos  desmesuradamente. Rápido, el hombre recoge su impermeable y sale del cubículo a tropezones; el encargado del local, sorprendido, se le queda mirando mientras consulta su reloj.
Dos horas después, la chica sale de la cabina y echa a andar acera adelante. El hombre la sigue a cierta distancia hasta verla entrar en un portal. Una hora después, la ve salir, esta vez con una niña de la mano; la niña tendrá cuatro o cinco años. El hombre las sigue hasta un pequeño parque donde se sienta en un banco, a cierta distancia. La niña juega con una pelota y en un momento dado, la pelota llega hasta los pies del hombre, que se inclina y la recoge. La niña se acerca corriendo y, a metro y medio, se para sonriendo, y dice, la pelota es mía. El hombre se la entrega y la niña vuelve corriendo hacia su madre, que no ha visto la escena anterior y charla con otra madre. La niña llega donde ella y le dice algo, las tres miran hacia él, sonriendo, y vuelven la mirada. El hombre mira hacia otro lado, se levanta y se va.
En los días siguientes, el hombre continúa su seguimiento, siempre en el parque. Se mantiene distante y observa atentamente. Un día aparece un chico que discute agriamente con la chica, besa a la niña y después se va.    Siempre a la misma hora, el hombre sigue a la chica y a la niña, sin acercarse nunca a ellas.
El hombre despierta y se incorpora en la cama. Después de un buen rato, se levanta y mira por la ventana. El día es gris, una espesa niebla lo cubre todo. Se ducha, se afeita, guarda la cuchilla en el bolsillo de su camisa y sale a la calle sin desayunar. Busca el local, paga su entrada al mismo empleado y se mete en un cubil idéntico al de la otra vez. Sale una chica negra a hacer su número. Con la cuchilla de afeitar, el hombre se hace un corte en la muñeca izquierda, y con el papel higiénico va empapándose la sangre. Pasan unos minutos, la sangre brota, lenta pero incesantemente. La chica negra sigue con su número. El hombre mira. Sus ojos no tienen expresión. Al poco, la cabeza se le inclina, la barbilla toca su pecho. La chica vuelve a estar frente a su ventana y sonríe insinuante, casi desnuda. No lo ve. El hombre se derrumba, el suelo enmoquetado amortigua el golpe.



martes, 15 de noviembre de 2016

Píldoras de noviembre




PÍLDORAS
16/11/12

Seguramente la obra más conocida de Marcelino Menéndez Pelayo sea su monumental Historia de los Heterodoxos Españoles. En ella se dedicó a estudiar a todos aquellos escritores y pensadores que le precedieron y que se salieron de la raya; en cambio, Don Marcelino –paisano mío por más señas- se mantuvo siempre en la senda justa, a saber, el catolicismo, el orden y los principios inmutables.
En la universidad que lleva su nombre, en la sede de Valencia, ha dado una conferencia la insigne Esperanza Aguirre -¿qué pensaría de esto aquél hombre que, aparte de todo, era un pozo de sabiduría? Revestida de esa profunda cultura que le es innata y que muchos no saben apreciar, ha establecido claros parecidos entre las ideas de Donald Trump y el Podemos español.
A la misma conclusión han llegado también Susana Díaz y Albert Rivera, otros dos preclaros representantes del pensamiento político español de  vanguardia. Por su parte, un concejal de Pamplona, de la misma tendencia política, ha establecido en un finísimo gambito dialéctico un claro paralelismo entre la construcción de un carril bici, el advenimiento de la dictadura del proletariado y las matanzas incontables de los jemeres rojos. Inmediatamente, todos los intelectuales que dedican sus cuitas al análisis de las ideas políticas y los movimientos sociales han rendido armas y están pensando en dedicarse al ganchillo o al punto bobo.
Rajoy haría bien en repensar su gabinete y ofrecer un ministerio de cultura a cualquiera de los mencionados.


PÍLDORAS
16/11/09

Mis (nuestras) primeras horas con Trump; tiempo para repasar mi anterior píldora; fuera llueve inmisericordemente; la sesión de la Bolsa ha empezado con una caída del 5%, ahora la ha atemperado al 2%: ¿querrá decir que habrá que acostumbrarse…?
Hay comentarios para todos los gustos, el impresionante despliegue informativo desarrollado está inundando la mañana con análisis y más análisis.
Me quedo con el de Varoufakis: bajo una reproducción del Guernica de Picasso, nos dice que el triunfo de Trump marca el fin de la era de la supremacía del trabajo de los tecnócratas en exclusivo beneficio del 1% de la población. Ojalá acierte. Dice que la pasión ha vuelto a la política, pero no para trabajar a favor de la mayoría sino para alimentar la misantropía, y que nuestro esfuerzo debe servir para parar eso, y poner esa pasión al servicio del humanismo.
Escribe que la Internacional Progresista debe ser la alternativa a esa ola de nacionalismo populista del Brexit, de Le Pen, de Alternativa por Alemania, de los partidos reaccionarios de Polonia, Hungría o Austria, del Amanecer Dorado griego, tan parecida a la que se dio tras la Gran Depresión del 29. Y que en esa lucha no deben estar solos los movimientos progresista europeos, sino conjuntamente con los de las otras regiones del globo.
Tenemos claro que esa ola de insatisfacción generada por el neoliberalismo salvaje debe ser reconducida y cabalgada por un movimiento progresista, alejándola de la guía de los nuevos populistas. Ese es el mensaje que debe calar en estos momentos. Esta es una oportunidad más que el mundo no tiene que desaprovechar. No nos equivoquemos, por favor.


PÍLDORAS
16/11/06

Mientras escribo estas líneas, en la tele están ofreciendo el enésimo reportaje sobre las elecciones americanas; imagino que el hastío que yo siento será compartido por muchos de ustedes: un espectáculo tan chabacano como el que ofrecen las campañas electorales americanas es más que lo que uno puede soportar.
Viendo a los candidatos en liza, parece clara la victoria de “la mujer de”; otra cosa, de consentirse, embridaría de tal modo al del pelo panoja, que al final vendría a ser lo mismo. EEUU camina firmemente por una vía económica que garantiza una desigualdad cada vez mayor, con mayores ganancias para los muy ricos y peores perspectivas para los trabajadores y las clases medias. Y eso no está en cuestión. Como tampoco lo está la política exterior: con Obama (premio nobel de la paz) se están batiendo todos los records de intervenciones militares, para mayor gloria de la industria armamentística. Y no olvidemos que la candidata es la actual secretaria de Estado (ministra de asuntos exteriores) Así que, por ese lado tranquilos.
Pienso que lo que debe preocuparnos es que dos candidatos como éstos puedan llegar a la elección y gobernar un país como los EEUU; eso es lo que no debiera ser posible.
En los EEUU hubo dos Roosevelt, dos Bush, ahora dos Clinton… ¿alguna duda de que la siguiente presidenta será Michelle Obama? Algo parecido ocurrió en el senado de Roma, antes de que uno de ellos se convirtiera en emperador.  



PÍLDORAS
16/11/03

Asistimos a una lucha cerrada entre los medios biempensantes y el partido representante de la nueva política. El grupo Prisa, a través de la Cadena Ser, y en la persona de una de sus periodistas más valoradas, en un notable ejercicio de investigación, dejó caer ayer la noticia de que Ramón Espinar había especulado con un piso de protección oficial y obtenido una plusvalía de 30.000 euros.
Hasta que el acusado pudo proveerse de datos y montar una rueda de prensa, en esas cinco o seis horas, aquella noticia se hizo firme y, para miles y miles de españoles, es lo que va a quedar para siempre.
Hoy, en el mismo programa, el mismo grupo empresarial, la misma cadena de radio y la misma locutora, han dado la versión ofrecida por el acusado. ¿Tuvo, éste, que vender al precio marcado por las autoridades de su comunidad, pudo devolverlo a la cooperativa promotora, o pudo regalarlo a otra persona más necesitada que él? Al final, estas interrogantes, sobre todo las dos últimas, son las que en unos veinte minutos de programa se han esforzado por dejar a la consideración del oyente. Es decir, lo que ayer era un asunto de especulación pura y dura, hoy se ha quedado en un tema de consideración ética.
Lo que más llama la atención es que ese medio conocía todo el proceso, pero nos lo ha ofrecido en dos vómitos, por si el acusado no podía desmentirles o tardaba más de la cuenta; calumnia que algo queda, que dicen que dijo Bacon.
¿Estarán libres de culpa los que han intentado lapidar a un adversario político?