sábado, 30 de mayo de 2020

Dos soluciones para una crisis (y 2)

Esta es la segunda parte de Dos soluciones para una crisis.




Tras analizar brevemente la solución clásica de oferta y la solución keynesiana de demanda, e insistir en que no pretendemos otra cosa que un análisis muy resumido, vamos a tratar someramente de la RBU, como prometimos en el capítulo anterior.

Habíamos definido la RBU en los siguientes términos: aquella herramienta mediante la cual todo ciudadano mayor de edad, recibe mensualmente una cantidad fijada de antemano que le garantiza el acceso a una vida digna, independientemente de sus otros ingresos si los tiene, y es incondicional, es decir, no le obliga a ningún compromiso para con el Estado.

Es la herramienta sobre la que más se ha escrito, y solo por citar autores españoles tenemos el estudio de los economistas catalanes Jordi Arcarons, Daniel Raventós y Lluís Torrens, que estimaron en 2013 un costo total de 34.000 M€ (3% del PIB) en base a un pago anual de 7.471 euros para los adultos y 1.500 para los menores. Este coste señalado es perfectamente asumible si tenemos en cuenta que con el actual sistema impositivo español existe un diferencial de presión fiscal estimado de entre un 4 y un 8% menor que en los países europeos de los que somos socios.

Experiencias con la RBU ha habido varias, y quizás la más completa a la vez que reciente sea la habida en Finlandia, que aporta además unas conclusiones recién salidas a la luz. Veamos:
El proyecto consistió en entregar una renta básica de 560 euros mensuales libres de impuestos durante 24 meses a 2.000 parados de entre 25 y 58 años, elegidos al azar entre las 175.000 personas de todo el país que percibían algún tipo de subsidio por desempleo. Los seleccionados, que estaban obligados a participar en el experimento si querían mantener sus prestaciones sociales, seguirían recibiendo la renta básica incluso si encontraban trabajo durante ese período. Al mismo tiempo, se estableció un grupo de contraste formado también por desempleados de la misma franja de edad, a los que no se les concedió la renta básica, sino que percibieron los subsidios habituales, y con quienes posteriormente se compararon los resultados obtenidos. El experimento se puso en marcha en enero del 2017 y se programó hasta diciembre de 2018; ahora mismo se han conocido las conclusiones. Entre éstas cabe citar que los perceptores del ingreso no dejaron de buscar nuevo empleo, y trabajaron mas horas y más días de media que los del grupo de contraste que no cobraban la renta; lo contrario a lo acaecido suele ser la primera pega que se pone en contra de su implantación. Personalmente creo que es por la escasa confianza que tenemos en nuestros congéneres, y otras ideas predeterminadas. Asimismo manifestaron tener un mejor bienestar mental y una mayor satisfacción vital.
Los responsables del proyecto concluyeron que fue un éxito y proporcionó una información que no habría sido posible obtener sin él, y que esa información será utilizada para afrontar la reforma del sistema de seguridad social. Lo veremos. Para más información, ver https://www.publico.es/economia/exitoso-experimento-finlandes-renta-basica-no-desincentiva-busqueda-y-aumenta-felicidad.html.

Si consideramos las cifras de trabajadores afectados por los ERTE´s, más los despedidos y los que se ya encontraban en el paro, cobrando o no, más el enorme esfuerzo económico y burocrático que se ha desplegado y que no da resultados rápidos en tanto las necesidades son apremiantes para tantas familias, hemos de concluir que la RBU se presenta como una herramienta simple, rápida, eficaz, justa y asumible.













miércoles, 27 de mayo de 2020

Deslocalización a la inversa









Esta foto obtenida en plena calle en San Sebastián, junto a la antigua Comandancia de Marina, hoy dependencia municipal, puede que diga algo o no diga nada. A primera vista es una furgoneta posiblemente propiedad de un pequeño empresario, autónomo o como se llame esta figura en Portugal, por profundizar más, que aprovecha su vehículo para hacer publicidad de su actividad; lo mismo que vemos en tantas furgonetas rotuladas con un “trabajos de fontanería” o bien “reformas y reparaciones”, en fin, nada extraordinario.

Lo que si está claro es el tipo de trabajo que lleva a cabo nuestro amigo portugués. Hay una diferencia salarial importante entre Portugal y España, y hay gente muy avispada que lo aprovecha. Este es el modus operandi: cuando una empresa española gana en concurso una obra, grande o pequeña, de carreteras o de edificación, inmediatamente se pone en marcha la búsqueda de los subcontratistas que son los que finalmente ejecutarán el grueso del proyecto. Todos aquellos trabajos serán subcontratados con otras empresas más pequeñas, y esto puede producirse en dos o tres escalones como mínimo. En el último escalón – para entendernos aquél que ejecuta físicamente la tarea- se recurre a pequeños contratistas que dispongan de cuadrillas especializadas en diversas tareas.

El portugués trolhas es el equivalente a nuestro albañiles, el resto de lo que podemos leer en la furgoneta se entiende perfectamente, incluidos aquellos que dicen no entender el portugués. Reclutamos albañiles, carpinteros, gruistas para la construcción. En Portugal y País Vasco. Más claro, el agua. Si usted necesita personal, del tipo que sea, nosotros se lo buscamos, incluso lo traeremos en la furgoneta, nos encargamos del alojamiento, garantizamos precios bajos, jornadas extendidas, máxima productividad y trabajadores expertos. Más o menos. Y no mienten, no vayan a pensar mal. Los trabajadores desplazados lo que quieren es ganar el dinero acordado en el menor tiempo posible, trabajarán en nuestros festivos si les dejan y lo harán bien, sin conflictos ni problemas. Su objetivo es volver rápido a su casa con el dinero acordado, quizás allí les esperen otras tareas de las cuales se ocupa interinamente su mujer.

Y en esto reside el negocio. Un negocio win-win, todo el mundo gana. Solo hace falta que la Inspección de Trabajo, escasa de inspectores como siempre, no pueda visitar la obra, para que estos trabajadores lo hagan por menos de lo que el convenio señala por estos lares. Convenio que ha servido de base para calcular los costes salariales a la hora de hacer el presupuesto. Por decirlo más claramente: sus costes salariales son más bajos que los que se pagan aquí. Y hay quien se lleva la diferencia.

La deslocalización es un sistema muy extendido que consiste en fabricar un producto o parte del mismo en unas instalaciones propias o ajenas, pero con unos costes mucho más bajos que los existentes, y muchas veces sin respetar las condiciones medioambientales, de seguridad, o de cualquier otro tipo. El caso de los trabajadores portugueses consiste en utilizar todas esas ventajas, o parte de ellas, siempre que sean relevantes, para incorporarlas al producto en su fase final. De ahí el título de deslocalización a la inversa.




domingo, 24 de mayo de 2020

Dos soluciones para una crisis

Este texto apareció en la revista digital Lur Morea, en su número del 18 de mayo.




Las cosas no son blancas o negras, siempre hay una gama de colores como la que cruza la paleta del pintor, de un extremo al otro. En economía, en política económica, mejor dicho, ocurre lo mismo, pero para simplificar vamos a hablar de dos políticas, a saber: la política más ortodoxa, un ejemplo de la cual puede ser la que se aplicó en España en la anterior crisis, de la cual andábamos saliendo ahora, justo cuando hemos caído en el abismo de esta nueva situación, y que respondía al criterio que suelen aplicar los grandes organismos internacionales, léase el FMI, el Banco Mundial y, por desgracia, la UE.

Esta política se centra en tratar de mejorar la situación económica desde el lado de la oferta. Como las empresas entran en crisis porque no consiguen dar salida a sus productos ya que el mercado da muestras de desaparición, se procede a conceder ayudas a las empresas para que mejoren sus procesos, bajando los salarios y los costes sociales de los mismos, reduciendo el coste de los despidos, a la vez que se recortan las ayudas a los parados, etcétera etcétera, haciendo entrar a la economía en una cura de adelgazamiento de varios años, al final de los cuales, es posible que una nueva inversión se realice a la vista de los bajos costes industriales de explotación. Se depauperan las clases medias y trabajadoras y, a partir de ahí cualquier pequeña mejora implica un crecimiento del PIB. Repetimos: no hay más que recordar los sucedido en nuestro país a partir de 2008.

La otra política, que se conoce como keynesiana, se basa en actuar justamente desde el otro lado, desde la demanda. Veamos, cuando las empresas no venden no es porque los consumidores hagan un boicot nacional ni porque aquellas se hayan olvidado de fabricar productos. La cosa es muy simple: no se vende porque no hay capacidad de compra. Entonces lo más conveniente sería mejorar esa capacidad de compra, las empresas darán salida a su producción, necesitarán contratar más personal que cuando no vendían, y todo esto conjuntamente, animará a la economía de todo el país. Y, ¿cómo se logra mejorar esa capacidad de compra? Pues poniendo en el bolsillo de los consumidores la cantidad de dinero necesaria a tal fin.

Aquí nos encontramos con varias herramientas que se han usado y se usan actualmente. Todas ellas tienen en común tratar de lograr ese objetivo, y estar trufadas de distintos aromas ideológicos, aparte de la capacidad económica que incorporen. Por ejemplo, en España las distintas autonomías y ayuntamientos tienen presupuestos para ayudar a los más desfavorecidos. En Euskadi encontramos la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), quizás la más potente de todas. El actual gobierno de coalición va a implantar en junio (¿) el Ingreso Vital Mínimo. Pero, sobre todos ellos, destaca la Renta Básica Universal (RBU). Esta herramienta trasciende a las demás, sirve al objetivo que hemos mencionado, y teniendo voluntad de permanencia temporal, busca también otros objetivos de índole social y de justicia distributiva. Digamos que la Renta Básica es aquella mediante la cual todo ciudadano mayor de edad, recibe mensualmente una cantidad fijada de antemano que le garantiza el acceso a una vida digna, independientemente de sus otros ingresos si los tiene, y es incondicional, es decir, no le obliga a ningún compromiso para con el Estado.

Nota: A una más completa explicación de la RBU, y al análisis de las últimas experiencias y conclusiones extraídas dedicaremos un espacio en el próximo número.



jueves, 21 de mayo de 2020

Aluche





Citamos a Aluche, pero podríamos hablar de Vallecas, el Pozo, o tantos barrios de tantas ciudades españolas, barrios de extracción mayoritariamente obrera y trabajadora, que están de actualidad por las colas de cientos y cientos ante la asociación de vecinos que reparte bolsas de comida para los más necesitados. Vecinos que esperan pacientemente horas y horas, de pie, haga frío o calor. Esta es una de las consecuencias de la crisis económica generada por la pandemia. Se trata de gente que tenía un trabajo y lo ha perdido, de gente a la que la ayuda le tarda en llegar y no cuenta con recursos suficientes para cubrir ese período entre el cobro del último jornal y el del nuevo ingreso, si éste tarda en llegar algo más de lo que sería deseable. Es decir, gente que vive en eso que llamamos la precariedad, tanta veces nombrada. Gente sin trabajo y gente con trabajo pero a la que no le alcanza para vivir. Gente que no sabe elegir sus empleos, ya lo decía Antonio Garamendi, hay que trabajar más y no esperar la sopa boba, que esto es repartir la miseria.

Es gente que tiene las cacerolas justas para hacerse sus cocidos, y ni se le ocurre ir al chino y comprarse una bandera española; no tendría ninguna utilidad, no es gente de banderas, es gente de necesidades sin cubrir, por eso tampoco van a salir a la calle con un cazo y un puchero para que se les vaya el esmalte y se encuentren con otra necesidad más. Prefieren hacer esas colas, a veces por varias horas, para volver a su pisito y aliviar el gusanillo que sienten, ellos y los suyos, a las mismas horas que la gente normal.

Porque en el barrio hay gente que puede más, y es solidaria con la suerte de sus convecinos; en las comercios de alimentación se recogen esas ayudas, aumentadas – también hay que decirlo- por el propietario, ayudas que se van almacenando en los locales de la propia asociación, hasta el punto de que sus responsables han solicitado al Ayuntamiento que habilite transitoriamente algún local a tales efectos, sin obtener la respuesta esperable; el consistorio ha de tener tareas más perentorias, es comprensible.

En cambio, hay otras personas – estos ya no son gente, son personas, y algunos, personalidades-, que viven en otros barrios, esos barrios que se llaman “de bien”, de bien de toda la vida, para entendernos. Estas personas, tienen sus necesidades cubiertas porque para eso tienen buenos trabajos, y heredan sin pagar impuestos. Quizás estén esperando que esto de la pandemia se acabe para que les entreguen el nuevo Jaguar que se han comprado, que estará aparcado en un garaje que no es el suyo. Tienen estas personas banderas españolas como corresponde, y en el despachito de su casa se podrán ver, además, una banderita de esas de sobremesa y fotos de los líderes españoles de toda la vida, ya me entienden. Y también tienen estas personas mucamas en su casa que quizás son familiares de aquella gente de la que hablábamos al principio, y salen a la calle arropadas por una bandera, que así se sienten más seguras, acompañadas por esas mucamas para que les sostengan las cacerolas y los cazos, los mismos en los que prepararán sus pitanzas, que los utensilios culinarios de las personas no se usan para estos menesteres.

Al fin hemos de concluir que los instrumentos de cocina marcan también las diferencias de clase, esas diferencias que dicen que no existen; las banderas sirven para eso, para dar colorido a la vida. Y muchas veces para engañar a los incautos.




lunes, 18 de mayo de 2020

Población y poesía (5)


Este texto se publica en la revista OP Machinery, en su número de mayo.


Siempre me detengo en la sección de Cartas al Director en El Diario Vasco, que más o menos, leo a diario. Hay tres o cuatro firmas que se repiten con cierta cadencia y con los que estoy de acuerdo, en una gradación del mucho al bastante. Esta vez creo que fue el título y algunas palabras al vuelo, pues no conocía al remitente, lo que me impulsó a leer la carta entera. Y enseguida cautivó mi atención, pues al instante la música del romancero se apoderó de mí: aquello era un poema, a pesar de que en el periódico apareciera escrito como texto, todo seguido.
Que no se moleste el responsable de la sección; puedo entender la escasez de espacio, pero si lo leyó – y eso es seguro- no comprendo que no sintiera aquella chispa que sentí yo.
Me puse ante el portátil y fui dando forma a aquél párrafo maltratado: en efecto, estaba ante unos octosílabos bien hilvanados que destilaban, además, la queja y el dolor por unos hechos que cualquiera que los conozca no puede menos que condenar tajantemente, y, más aún, estando nosotros, como Estado, directamente implicados.
Véanlo ustedes mismos:

DONDE MUERE EL AMOR

La tierra roja se vuelve
por sangre de unos hermanos.
Masacramos refugiados,
somos nazis del terror.

Otro holocausto se cierne
donde yacen hacinados
los que huyendo de la muerte
viven en la sinrazón.

Van pasando muchos meses,
cada vez más olvidados
y ya el alma se les muere
y también el corazón.

Los gobiernos que hoy pueden
solucionar sus traslados
como Pilatos proceden
sin vergüenza y sin rubor.

Y como a bestias los tienen
(¿qué son derechos humanos?)
olvidados a su suerte
y engalanados de horror.

Dudo si corazón tienen
hace falta demostrarlo.
En Lesbos campa la muerte,
en Moria muere el amor.

De modo que estaba ante un poeta, era evidente. Un poeta con preocupaciones humanitarias, eso también. Releí la firma: Roberto Panizo, Elgoibar. Bueno, no estaba lejos, menos de 50 kilómetros de casa.

No me resultó difícil localizarlo, y el mismo día estaba hablando con él. Roberto es un jubilado (casado, dos hijos, dos nietos) nacido en Bilbao hace 64 años y residente en Elgoibar desde que tenía cuatro. Hombre de profunda fe religiosa – en esto no nos parecemos, le dije-, hace sus pinitos poéticos desde hace unos cinco años y tiene un libro publicado.
Como ejemplo de su obra, vean a continuación lo que sigue, que describe la futilidad de una vida sin sentido y la necesidad de la reflexión a tiempo.

EN ESTE MOMENTO

Caminamos tan aprisa
que cada momento es bueno,
para utilizar los frenos,
y aminorar de puntillas.

Y conseguiremos vernos
cada vez con más apego,
sintiendo al reconocernos
que no perdimos la pista.

Saboreemos la vida.
Avancemos paso lento
sintiendo cada momento
que merece ser vivida.

Tal vez logremos la dicha,
cuando por fin encontremos
la suerte de conocernos
sin marchar a la deriva.

De modo que ya ven que la poesía aparece por doquier; a veces con poetas
de prestigio que nos dejan sus obras para que podamos leerlas por las ciudades y pueblos, casos de Celso Amieva y José Jurado Morales, otras veces, poetas desconocidos como Vincenzo Cancila, en un hotel en Agrigento, o Teófilo Marcos en un bar de Celorio, y otras como mi estimado Roberto Panizo, a quien El Diario Vasco quiso reconvertir en prosista.

La poesía se despliega por doquier. Lo importante es que andemos listos y avistemos la presa. 

lunes, 11 de mayo de 2020

Saramago y la pandemia





Ocho semanas de confinamiento y sin saber cuántas nos quedan aún. Y ojalá que las próximas cinco o seis sean las últimas. Sea como sea es mucho tiempo que hemos dedicado a leer y, a veces, a escribir, amén de recibir memes, enviar algunos y contestar otros.

Estuve en enero en Lanzarote y pude visitar la casa-museo de José Saramago en Tías, cosa que les recomiendo vivamente. Esa casa parece haber sabido mantener la luz, el ambiente hogareño y la calma de cuando estuvo plenamente habitada en vida de nuestro escritor. Cierto es que hay zonas abiertas para la visita y zonas reservadas para la familia, pero la sensación del visitante es la de quien holla el lugar donde el escritor vivió, y no le resultaría extraño que apareciera en cualquier momento, que lo viéramos paseando o sentado en el jardín, o que lo encontráramos allí mismo en su mesa de trabajo, o en aquella otra más grande, donde ahora está gran parte de la biblioteca, y donde cada mañana repasaba en unos minutos las cuartillas escritas la víspera, para a continuación dictar a su secretaria lo que seguía, como si él mismo lo estuviera leyendo de otra cuartilla. Y después pasar a la cocina para tomar el café, siempre dispuesto para todos los visitantes, aquella cocina, pieza fundamental de la casa, lugar de reunión y de charlas, pero también, que ese y no otro es su auténtico destino y razón de ser, para satisfacer la necesidad de alimentarse.

Así que no tiene nada de particular que volviese con hambre de Saramago, y empezara, como la primera vez que lo leí, por Levantado del suelo, que me sigue pareciendo lo más genuino suyo, y donde, en páginas inolvidables por su frescura, pero también por su profundidad, se despliega a nuestro alcance toda su ideología de auténtico hombre de izquierdas, para seguir por Ensayo sobre la ceguera, que, irremediablemente, me ha llevado a establecer y encontrar varios parecidos y relaciones con la situación que atravesamos en nuestra actualidad.

Aislar, cuarentena, edificio ferial, residencias, manicomio vacío o campamentos de tiendas de campaña son algunos de los verbos y sustantivos que se repiten como en dos realidades paralelas. Como lo son el plato a la puerta o el aislamiento, también el interior.

El mundo está todo aquí dentro, dice la mujer del médico; los tramposos y los ladrones triunfan, y su triunfo es la desgracia para todos los demás.
En situaciones como la descrita en la novela y nuestra vivencia, se producen pérdidas de dignidad, aflora lo más primitivo, y lo que va en nuestros genes es la voluntad de sobrevivir sea como sea, a cualquier precio. Pero también vemos el reflejo de lo más sublime, no tenemos más que ver la entrega sin condiciones por parte de tanta gente en diversos oficios, a la par que la picaresca elemental por parte de otros que en condiciones normales quizás pasaran inadvertidos.

En la novela los ciegos pierden el sentido del ridículo con sus vestimentas, nosotros en la cuarentena salimos a hacer recados con ropas viejas que no usaríamos ni para hacer deporte en tiempos normales, o sin el maquillaje apropiado, o sin afeitar. La mascarilla nos iguala a todos, lo mismo que la ceguera. Queda algo de pudor que enseguida se pierde, y se entra en una forma de vida que nadie hubiera imaginado, porque como el mismo Saramago viene a decir nadie se muere de víspera

¡Cuantos parecidos podemos encontrar entre nuestro confinamiento y la cuarentena que los ciegos hubieron de pasar en el antiguo manicomio! Con la salvedad cierta de que, aunque podamos tener miedo al contagio, ellos estaban ya contagiados. Nosotros tenemos esperanza y la de ellos era menguante en cada instante de su oscura vida. Por concluir de alguna manera, su situación era igual de plana y desesperanzada para todos, en tanto, nosotros nos planteamos la salida, mejor o peor, y podemos pensar en los miles y miles de conciudadanos que irremediablemente van a ver perjudicadas sus ya más que exiguas condiciones de vida. En la ciudad de la ceguera las cartas ya estaban echadas; en nuestra sociedad podemos poner el acento en una salida que cambie las reglas de juego y se mueva por una mejora para los de abajo, una mayor igualdad para todos y una sociedad, en definitiva, más justa y más respetuosa para todos sus integrantes.

Si tienen un rato lean  Ensayo sobre la ceguera de Saramago.
No se arrepentirán.




Nota: hoy, 30 de junio, vengo de leer un artículo sobre nuestro autor. Léanlo aquí.

https://www.eldiario.es/andalucia/desdeelsur/Saudades-voce-Saramago_6_1033856614.html





jueves, 7 de mayo de 2020

Cosas de la televisión





Todos sabíamos muy bien que para una mejor y más plural información era condición sine qua non que en España se concedieran más canales de televisión; así se nos vendió, con profusión de datos, artículos y ejemplos, so pretexto de nuestra conveniencia. Lo mismo que era mejor vender las empresas públicas que daban servicios a la ciudadanía, porque así pasaban a gestionarse privadamente, que siempre es mejor, cosa que ha quedado más que demostrado como hemos visto en esta pandemia con la sanidad y las residencias de ancianos: las nuevas cadenas habían de ser, ¡como no!, privadas. Y para que su andadura informativa fuera la mejor posible desde su inicio, debían tener acceso a publicidad, en tanto que eso no se concedía a la televisión pública: no le hacía falta, dependería de los presupuestos públicos. Así, las nuevas cadenas comenzaban su andadura con un mercado cautivo que solo en ellas podía gastarse sus presupuestos de publicidad.

Ahí quedaron TVE 1 y TVE 2, cada una de ellas con una programación diferenciada y en cierta forma complementaria. Luego las vicisitudes económicas, la mala gestión de las cadenas, el empuje de las privadas con nuevos productos y mejor financiación, y la incapacidad de los sucesivos gobiernos para afrontar la reforma que el ente precisaba llevaron a la situación actual: las televisiones públicas fueron perdiendo cuota de mercado y lo siguen perdiendo, al mismo ritmo que el dinero y la calidad. Hasta una cadena tan vacua como la cinco o tan poco interesante como la cuatro gozan de más apoyo popular que la televisión pública. De la de la derecha no diré nada, no sea que algunos se ofendan.

El colmo es la situación actual, donde asistimos a una competencia entre ambas cadenas públicas. Es más que frecuente que ambas nos ofrezcan el mismo día y a la misma hora una película, española o extranjera, que tanto da. Si uno quiere ver una película, sin anuncios y, por tanto con un final a una hora predeterminada, tiene que elegir si ver la primera cadena o la segunda. De lo contrario, habrá que cargarse con lo que nos den en otra cadena, pero bien trufada de anuncios insoportables.

Un caso mixto lo constituye la televisión autonómica vasca, aunque es posible que no sea el único. En este caso, amén de una media docena de canales cuyos contenidos deben ser muy interesantes y muy poco vistos, el ente vasco tiene también dos canales principales, el primero íntegramente en euskera, y el segundo mayormente en español. Y en este segundo, hay un programa, no recuerdo el horario, pero pongamos hacia las 22 horas, que pone una película, a veces interesante. Pues bien, el presentador, que lleva en ese puesto desde la apertura del canal si no antes, se pasa media hora de reloj, contándonos que el actor principal intervino también, aunque en un papel secundario en aquella película, que no es que fuera contemporánea de la que vamos a ver, porque de hecho se rodó casi veinte años antes, pero casualmente rodada en los mismos estudios, y protagonizada por Fulanita de Tal que poco más tarde contrajo matrimonio con su masajista y de cuya unión nació este actor de hoy, y cuando su madre se divorció de su marido (ya saben esta gente del cine es así) y se entregó a la bebida nunca quiso reconocer a nuestro actor, lo cual, según muchos críticos explica su carácter que le ha convertido en uno de los protagonistas más buscados para papeles secundarios como el que hoy vamos a poder ver si permanecemos atentos a la pantalla, que así se decía antes, y teníamos mayores tragaderas.

En definitiva, destierren de su cabeza esa idea de que el tiempo en televisión es oro porque hay que aprovecharlo para dar anuncios; este caso que les cuento demuestra tal falacia.

sábado, 2 de mayo de 2020

Granadilla







Como se puede leer en la foto anterior, estamos contemplando una población con un gran legado histórico. Algo muy cierto y sin embargo, yo, que lejos de ser experto en Historia he aprobado las asignaturas correspondientes de la licenciatura en esa materia, nunca había oído hablar de tal población cacereña. Granadilla, que así se llama para evitar confusiones desde que Isabel y Fernando conquistaran Granada, hunde sus raíces históricas por lo menos seiscientos años atrás. La existencia de un poblamiento susceptible de ser transformado en baluarte defensivo para afianzar la frontera ante el empuje del reino de León hizo que los musulmanes construyeran sus murallas y su torre mirando a ese norte amenazante. Cuando cayó en poder del reino de León, se reforzaron sus defensas para que sus antiguos dueños no lo recuperaran.

Su perímetro, ya lo ven, es casi circular, con un adarve de 924 metros, cifra que dividida entre 2 x 3,1416 (el número pi, como saben) nos da un radio de 147 metros, y ahí, más o menos, se encuentra su centro; esa calle, desde la puerta de entrada, al lado de la torre, es la que concentra la mayor parte de las casas en pie y restauradas, gracias a la labor de las sucesivas colonias de estudiantes que, por un programa conjunto – recuérdese ahora que tanto hablamos de pueblos abandonados- de los ministerios de Trabajo, Educación y Obras Públicas, y con la ayuda y dirección de los técnicos del programa Recuperación y utilización educativa de pueblos abandonados lo hicieron posible. En esa plaza está el ayuntamiento, y siguiendo la calle adelante que  se va un poco a la derecha – que conste que esto es una casualidad- se encuentra la iglesia, llegándose finalmente a la puerta de Coria, la otra existente.

Volviendo a las cuestiones históricas, una vez tomada por los cristianos, aquella primitiva Granada fue dependiendo de reyes, hijos de reyes y de nobles: la casa de Alba principalmente, hasta finales del XIX. No sabemos lo que sufrieron ante tantos y tales señores, pero lo que no podían imaginar los pobladores de Granadilla es que fuera en la segunda mitad del siglo XX, llevando ya un tiempo siendo ciudadanos y no súbditos, cuando cayera sobre ellos la mayor de las afrentas. Recuerden que una imagen icónica del dictador le situaba inaugurando pantanos, otra pescando salmones o cazando; más o menos como a Putin hoy en día. Pues bien, en 1945 se empezó a pensar en hacer un pantano – el actual pantano de Gabriel y Galán- con las aguas del río Alagón, que recoge las del Ambroz, y las que vienen de las Hurdes y las Batuecas, que permitiera producción eléctrica y tierras de regadío río abajo. Y ¡ay!, el Alagón lamía sus muros, y los estudios de nivel dieron que todo el término municipal de Granadilla (y de otros pueblos cercanos) quedaría anegado por las susodichas aguas. Y solo se mantendría a flote, cual barca de piedra, la población que brevemente hemos descrito.

Y entonces la afrenta les vino encima a aquellos vecinos. El proceso de confiscación de las tierras determinó un precio de un tercio de su valor, que además terminó de pagarse en los años setenta. Y como el llenado del pantano lleva años, los vecinos que tenían las tierras más cerca del pueblo pudieron seguir cultivándolas, pero el Estado les cobró una renta por una propiedad expropiada que aún no había pagado, y para que no pudieran tener pastos para el ganado, se plantaron con trabajadores traídos de Andalucía, pinos y eucaliptus, especies arbóreas de rápido crecimiento que no se conocían en aquella parte del mundo. Y para remate, al seguir subiendo las aguas se anegaron diversas fuentes y se inundó el cementerio, teniendo que retirar los vecinos los restos de sus difuntos. He utilizado el sustantivo afrenta, que en sus diversas acepciones significa agravio, ultraje, desprecio, burla, mofa, zaherimiento, escarnio, vejación, o ignominia, o sea, lo contrario de respeto o consideración. Sus murallas no les sirvieron de defensa, la ocupación comenzó en 1960 y el desalojo total se produjo en 1964.
Granadilla es un pueblo para pasearlo despacio, caminar su paseo de ronda y contemplar el pantano; hacia dentro, se ven los restos de las casas con sus dependencias y sus huertas; todo ello junto con su abandono nos produce una curiosa sensación de tristeza y melancolía.

Pero con eso y con todo, Granadilla fue capaz de entregar hijos al mundo, como es natural, y alguno hubo de tener dotes especiales. Del único que yo tengo conocimiento es de Enrique Jiménez Carrero (Granadilla 1953, viviendo en Madrid actualmente) pintor y escultor con obra en múltiples pinacotecas. Encontré una tela suya, justamente antes de conocer Granadilla, en el Museo Pérez Comendador-Leroux en Hervás, que bien cercano es un Museo muy recomendable, no solo por la obra de Enrique Pérez Comenador y su esposa Madeleine Leroux, sino también por otras colecciones de distintos autores; su director César Velasco fue pieza clave para completar este texto sobre Enrique Jiménez Carrero. Por otro lado Hervás es un destino imprescindible para quien quiera seguir la huella judía en Sefarad.

Como verán en la foto al pie, Mujer en rojo, la pintura de Enrique Jiménez Carrero no pasa desapercibida: su característico empleo del rojo y el blanco, los colores de la sangre y la luz como él mismo señala, y la delicadeza del dibujo, convierten sus cuadros en obras maestras.