sábado, 26 de mayo de 2018

Una moción de censura, ¿para qué?







Como un servidor de ustedes no representa a nadie, ni hay ningún peligro de que de estas líneas se siga un programa de gobierno, voy a dar una respuesta a la pregunta que yo mismo me he hecho; siempre habrá quienes a este modo de proceder lo llamen onanismo: ese es el único peligro al que me enfrento.
Pues bien, yo entiendo que una moción de censura debe contar con un programa de mínimos, una serie de medidas, ideas o reformas que deberán ser el punto de debate sobre el cual, con una mayor o menor profundización, los partidos que suscriban dicha moción puedan tejer un nuevo entramado legal, y eso conseguido e incorporado a la Constitución en el más breve espacio de tiempo posible, convocar unas nuevas elecciones generales.
Estas medidas debieran ser:
-Nuevo estatuto de la función y Consejo de RTVE, para que sea un medio de información independiente, plural y cultural.
-Nueva reforma laboral, que acabe con los bajos salarios, la precariedad y la desigualdad de género, ahora que España “va bien”.
-Una nueva ley electoral en la que la asignación de escaños sea directamente proporcional a la población, y el Senado sea una verdadera cámara de representación territorial y no dique de defensa de la carcunda.
-Una reforma fiscal, justa y progresiva, para contar con una adecuada financiación pública.
-Recuperar la ley de dependencia.
-Garantizar un referéndum pactado para Cataluña.
De acuerdo con lo explicado en el primer párrafo, sírvanse ustedes mismos añadir otros puntos de su coleto; yo es que eso de “un gobierno del Psoe” con que nos ha amenazado Pedro Sánchez, no me parece suficiente explicación. No sea que se cumpla aquello de que para ese viaje no necesitábamos alforjas.

jueves, 24 de mayo de 2018

Goya, los moros, y Jiménez Losantos




Goya, los moros, y Jiménez Losantos


He visitado, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, una retrospectiva dedicada a Goya.  Había también una única obra de Rembrandt, “Muchacha en una ventana”, casi diría que suficiente para entender lo que es un retrato. Del artista de Fuendetodos había un buen muestrario de las distintas facetas de su pintura, incluido un autorretrato, que me hizo recordar el regalo que una tía paterna me hizo, cuando niño, de una fotografía de la referida obra,  acompañada de un papel cuadriculado del mismo tamaño para que yo pudiera ejercitar mis dotes de pintor manchando las cuadrículas según los colores del original; eso bastó para que yo calibrara mis posibilidades como pintor.
No les voy a hablar de pintura ni del valor intrínseco de la obra de Francisco de Goya y Lucientes. Entre el material que estaba a disposición de los visitantes había una lucida colección de cartas del mismo Goya, otras dirigidas a él, y otras de su cuñado Bayeu. Hay que señalar que entre esas personas, así como muchas otras de la corte de entonces, incluido el mismo rey Carlos IV, estaba en boga la afición a la caza; sabido es que en esta práctica es importante la puntería, pero también el disponer de unos buenos perros. Y por lo que se desprende de ciertas cartas, en Aragón había fama de buenos canes, por lo que Bayeu le pide a Martín Carreter, amigo íntimo de Goya, que le ayude para conseguirle al rey unos ejemplares de esos perros, tan buenos cazadores. Y le advierte dónde los puede encontrar, y que si el propietario no quiere, de buena gana, ofrecérselos a su majestad, que sepa que podrá dar aviso a cierto general que podrá torcer su voluntad. Vean ustedes como se confirma ya en aquellos tiempos la afición monárquica –al menos, la de los Borbones- de conseguir bienes ajenos sin pagar por ellos.
Pero lo más sorprendente de esa colección de cartas son las que se dirigen mutuamente nuestro admirado pintor y su íntimo amigo de toda la vida, el citado Martín Carreter. Vaya por delante que entre la obra expuesta hay tres retratos de Martín, en diferentes momentos de su vida. A priori, nada debe extrañarnos, pues siendo como era un hombre acaudalado, aparte de la amistad que se profesaban, esos retratos pueden estar más que justificados, pero la lectura atenta de las misivas nos va introduciendo en otra dimensión: la relación entre los dos hombres tiene un sesgo claramente sexual, cosa que según he podido indagar después se afirma entre algunos de los exégetas de nuestro pintor. Confieso que nunca había estado yo enterado de tal extremo, y por otra parte, Don Francisco había desposado a la hermana de Bayeu, que le había dado ocho hijos de los cuales solo uno llegó a la edad adulta. Ya viudo, convivió con otra mujer, de la que se dice que tuvo una hija. En cualquier caso, y según se dice, no le hacía ascos a las mujeres; recuerden los rumores sobre su relación con la Duquesa de Alba.
Este asunto de Goya me ha traído el recuerdo de una noticia leída unos días antes: en una población del norte de Marruecos, un vecino de cierta edad acudió al médico por una molestia en un testículo. Tras el correspondiente examen, el galeno le aseguró que debido a ese problema no podía tener hijos, y que su esterilidad era congénita. Pues bien, el hombre, casado, tenía nueve hijos, ¿pueden ustedes imaginar el cuadro? Cualquier posibilidad debe quedar abierta, a poco que conozcamos los prejuicios sexuales del país magrebí. Según continuaba la noticia, nuestro hombre procedió a repudiar a su esposa y dejar sin manutención a sus hijos. Según parece, esto está contemplado en la ley marroquí.
Y como un asunto lleva a otro, me vino a la memoria la utilización de tropas africanas –los regulares- tras el golpe de estado antirrepublicano del año 1936. Algún general del bando fascista parece ser que dijo, al darles a los moros libertad de acción en los pueblos andaluces que iban cayendo en poder de los sublevados, que ahora las mujeres de los rojos se iban a enterar de lo que era un hombre de verdad.
Y siguiendo con los moros, el insigne Jiménez Losantos, comentando la puesta en libertad de Puigdemont por la justicia alemana, ha acusado a los jueces alemanes de racistas, puesto que nos consideran como si fuéramos marroquíes. ¿Cómo se considerará a sí mismo este periodista (¿?),  racista, no racista?  Curioso, ¿verdad?  

lunes, 14 de mayo de 2018

De la A a la Z

Este artículo ha sido publicado en la revista OP Machinery, en su número de abril del corriente año.


De la A a la Z


Airbnb, Airtasker, Amazon, BlaBlaCar, BoatBound, Carpooling, CasaVersa, Cookening, Cookisto, Coursera, CrowdTilt, Divvy, Eatwith, Etsy, Gudog, Handy, Homejoy, Instacart, Lending Club, Lyft,  Napster, NeighborGoods,  Open Shed, ParkAtMyHouse, Postmates, PiggyBee, PivotDesk, Proprly, RelayRides Sidecar, Spinlister, Swapsee, TaskRabbit, Uber, WeWork, Zookal, Zipcar,…
¿Qué son y qué representan estos nombres que acabamos de ordenar alfabéticamente? Simplemente, nombres de empresas, algunas de ellas, muy conocidas actualmente y que tienen varios denominadores comunes. Todas han nacido al calor de la revolución digital, la mayor parte en los aledaños de Silicon Valley, como es natural, pero otras en infinidad de países, algunas en el nuestro o en lugares tan remotos como Sudáfrica o Australia, por no citar siempre los países europeos. Hay más, muchísimas más, miles de ellas, todas con una vocación planetaria, digamos, y la mayoría reivindicándose pertenecientes al movimiento de la Economía Colaborativa.
¿Qué es la Economía Colaborativa? Podemos decir que consiste en una oleada de nuevos negocios que se sirven de internet para poner en contacto a clientes con proveedores de servicios a fin de realizar transacciones en el mundo real, como el alquiler de apartamentos por breves períodos, trayectos en coche o tareas del hogar…”Transacciones informales como llevar  a un amigo en coche, tomar prestado su taladro, o hacerles un recado a los vecinos; ayudar a los demás obteniendo a cambio un dinerillo extra; hacer un mejor uso de recursos infrautilizados; comprar menos y compartir más; optar por el acceso en lugar de la propiedad y alejarnos de un consumismo desaforado…” “Todo esto suena bien, pero la realidad es que la economía colaborativa está introduciendo un libre mercado despiadado y desregulado en ámbitos de nuestras vidas anteriormente protegidos. Las principales compañías se han convertido en monstruos corporativos y están desempeñando un papel cada vez más intrusivo en las transacciones que fomentan para ganar dinero y mantener su marca. A medida que esta economía colaborativa crece, está reorganizando las ciudades sin mostrar ningún respeto por aquello que las hace habitables...” “Los mercados de la economía colaborativa están generando nuevas formas de consumo más abusivas que nunca…En lugar de liberar a los individuos para que tomen el control sobre sus propias vidas, muchas empresas de la economía colaborativa están ganando pasta gansa para sus inversores y ejecutivos y creando buenos empleos para sus ingenieros informáticos y expertos en marketing, gracias a la eliminación de protecciones y garantías alcanzadas tras décadas de esfuerzos y a la creación de formas más arriesgadas y precarias de trabajo mal remunerado para quienes de verdad trabajan en la economía colaborativa”. (Párrafos seleccionados de Lo tuyo es mío, de Tom Slee, Taurus, 2016, cuya lectura recomiendo vivamente si desean profundizar en este asunto)
De modo que lo que en su origen tenía un aroma social, incluso ecológico, un método para ganarse ese dinerillo extra con el que completar nuestros ingresos en los ratos libres, se ha convertido, gracias a internet, en una actividad desregulada y que introduce en la precariedad a los que trabajan para ella. Está muy bien compartir alternativamente el coche cuando varios hacemos el mismo trayecto; nadie puede oponerse a eso, pero subirse a un coche sin saber si tiene los seguros en regla, ni siquiera si su conductor tiene carnet de conducir, o es un conductor profesional, no me parece una práctica muy recomendable.  Detrás de un taxi y su conductor hay una asociación gremial en la que interviene la administración, cumple con una serie de normas y requisitos y tiene unas tarifas homologables. Un conductor particular que quiere ayudarse a pagar su vehículo puede hacer que el trayecto nos cueste menos, pero a costa de un esfuerzo adicional a su jornada de trabajo. ¿Estamos seguros de que conductor y vehículo estén en las debidas condiciones? En caso de accidente, ¿estaremos cubiertos? El taxista es un autónomo o un empleado, pero en ambos casos, mejor o peor, tendrá una jubilación el día de mañana, y habrá contribuido recíprocamente a la de los demás. ¿Se darán estas circunstancias en el otro caso?
 Y no es sólo ésta la cuestión, que con ser relevante no es la más importante, al menos para mí. Me refiero al aspecto fiscal. Todas estas empresas, independientemente de dónde tengan su domicilio social, donde en realidad tributan es en el mejor de los casos, en Irlanda o en Luxemburgo; es decir, países que, aunque pertenezcan a la UE, practican lo que se llama tax deal, u séase, negocian con la empresa el tipo por el que van a tributar, que siempre será menor del 5%. Y lo que es aún más grave, no dejan en nuestro país, si dejan algo, más que una parte ínfima, testimonial de sus beneficios, que son muchos. Así que el cliente español deja de pagar al taxi de su ciudad para pasar a hacerlo a una empresa que practica la evasión fiscal descrita más arriba. Volvemos con la misma cuestión: cuando reclamemos a nuestro Estado que mejore la sanidad o las carreteras ¿Con qué dinero va a hacerlo? ¿Qué ventaja obtenemos como ciudadanos contratando con este tipo de empresas?
Lea también el artículo “El nuevo turismo” publicado en esta misma revista en el número de junio-julio de 2017, o en mi blog https://literharturas.blogspot.com.es/search?q=el+nuevo+turismo.




lunes, 7 de mayo de 2018

El crimen de Cuenca







Hace unos días pude volver a ver "El crimen de Cuenca", la película de Pilar Miró. Igual que las otras dos o tres veces anteriores, me impresionó. Y ahora, antes de que se me borre, quiero dejar esa impresión en el papel.
La película narra los hechos traumáticos acaecidos hace un siglo, entre 1910 y 1928, en unos pequeños pueblos del partido judicial de Belmonte, Cuenca. Hechos traumáticos porque en ese ambiente semi rural de hace cien años, la desaparición de un joven pastor, la posterior denuncia de tal hecho contra dos vecinos del pueblo, su detención, su autoinculpación, juicio y condena, necesariamente tenía que afectar a la vida de aquellas personas.
Hay una magnífica elección de exteriores, interiores,  vestuario; la película tiene ritmo, una buena interpretación y sostiene el interés del espectador hasta el final. Presenta los sencillos personajes del pueblo y el papel que desempeñaban en aquellos momentos las fuerzas vivas, como el diputado provincial, el juez, el párroco, el médico, …Vamos viendo cómo alrededor de los acusados se va tejiendo una trama urdida por los intereses personales del poder local que los lleva a un aislamiento total, incluso de su propia familia, que hace –junto a las torturas sin fin a que se ven sometidos en una situación de ausencia de derechos- que se declaren culpables de un hecho que no han cometido.
Condenados, van a prisión, y sólo una curiosa casualidad hace que se ponga de manifiesto su inocencia, vencidos los obstáculos que ponen los que les incriminaron, y que, lógicamente, conservan el poder.
La escena final es de una intensa emoción y es de esas que no se olvidan fácilmente. Las palabras que aparecen al final de la película hacen un recuento de la historia y certifican lo de siempre: los culpables no recibirán su justo castigo; ya entonces la justicia era lenta.
Pero es interesante lo que rodeó el estreno de la película. Rodada en 1979, se quiso estrenar en 1980, mas la censura entendió que el relato fiel de los hechos acaecidos representaba un ataque a la Benemérita. Los acusados fueron torturados, en efecto, pero hubo un guardia civil que pedía al preso que gritara desgarradoramente mientras descargaba los zurriagazos  contra una mesa o una pared; así engañaba a su superior, sin exponerse a ser descubierto por éste. Al parecer este detalle no pareció suficiente a la censura que temía que el público obtuviera una mala imagen de los guardias. ¡Cómo si el público español de aquellos años no conociera a la Guardia Civil franquista!
Finalmente, Pilar Miró vio estrenada su película en el año 1981 obteniendo un enorme éxito de público. Película muy recomendable, no desperdicien la ocasión si pueden verla.