lunes, 7 de mayo de 2018

El crimen de Cuenca







Hace unos días pude volver a ver "El crimen de Cuenca", la película de Pilar Miró. Igual que las otras dos o tres veces anteriores, me impresionó. Y ahora, antes de que se me borre, quiero dejar esa impresión en el papel.
La película narra los hechos traumáticos acaecidos hace un siglo, entre 1910 y 1928, en unos pequeños pueblos del partido judicial de Belmonte, Cuenca. Hechos traumáticos porque en ese ambiente semi rural de hace cien años, la desaparición de un joven pastor, la posterior denuncia de tal hecho contra dos vecinos del pueblo, su detención, su autoinculpación, juicio y condena, necesariamente tenía que afectar a la vida de aquellas personas.
Hay una magnífica elección de exteriores, interiores,  vestuario; la película tiene ritmo, una buena interpretación y sostiene el interés del espectador hasta el final. Presenta los sencillos personajes del pueblo y el papel que desempeñaban en aquellos momentos las fuerzas vivas, como el diputado provincial, el juez, el párroco, el médico, …Vamos viendo cómo alrededor de los acusados se va tejiendo una trama urdida por los intereses personales del poder local que los lleva a un aislamiento total, incluso de su propia familia, que hace –junto a las torturas sin fin a que se ven sometidos en una situación de ausencia de derechos- que se declaren culpables de un hecho que no han cometido.
Condenados, van a prisión, y sólo una curiosa casualidad hace que se ponga de manifiesto su inocencia, vencidos los obstáculos que ponen los que les incriminaron, y que, lógicamente, conservan el poder.
La escena final es de una intensa emoción y es de esas que no se olvidan fácilmente. Las palabras que aparecen al final de la película hacen un recuento de la historia y certifican lo de siempre: los culpables no recibirán su justo castigo; ya entonces la justicia era lenta.
Pero es interesante lo que rodeó el estreno de la película. Rodada en 1979, se quiso estrenar en 1980, mas la censura entendió que el relato fiel de los hechos acaecidos representaba un ataque a la Benemérita. Los acusados fueron torturados, en efecto, pero hubo un guardia civil que pedía al preso que gritara desgarradoramente mientras descargaba los zurriagazos  contra una mesa o una pared; así engañaba a su superior, sin exponerse a ser descubierto por éste. Al parecer este detalle no pareció suficiente a la censura que temía que el público obtuviera una mala imagen de los guardias. ¡Cómo si el público español de aquellos años no conociera a la Guardia Civil franquista!
Finalmente, Pilar Miró vio estrenada su película en el año 1981 obteniendo un enorme éxito de público. Película muy recomendable, no desperdicien la ocasión si pueden verla.

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