Les presento a continuación el artículo titulado Victorias pírricas, publicado en la revista OP Machiney, en el nº 11, de julio-agosto del 2013.
VICTORIAS
PÍRRICAS
Pirro
fue rey del Epiro, en el oeste griego, y desde allí trató de hacerse con el
control de Macedonia, rememorando las hazañas de Alejandro; sin embargo es más
recordado por sus campañas en Sicilia y la Magna Grecia, donde derrotó a la
incipiente potencia romana. Mas sus batallas fueron tan encarnizadas,
produjeron tantas bajas tanto entre sus enemigos como también entre sus propios
hombres que, según aseguran los historiadores, no pudo por menos que decir tras
una de aquellas ocasiones: otra victoria
como esta y tendré que regresar a Epiro solo.
Efectivamente,
los daños en las tropas romanas fueron muy elevados, pero no lo fueron menos
entre las tropas griegas. En aquellos tiempos, había un sentido patrimonial del
reino; el rey era el dueño de almas y haciendas, según expresión acuñada en
nuestro Siglo de Oro casi dos mil años después, pero, en cualquier caso, para
emprender una campaña de conquista hacía falta una buena suma de oro y disponer
de cierta potencia demográfica. Si uno perdía lo uno o lo otro, no quedaban
recursos para volver a la lucha. Y Pirro perdió muchos soldados en sus
batallas, incluso en las ganadas; de ahí viene esa frase que nos recuerda a
aquél rey. Hoy en día –al menos eso pensaba yo- esa forma de ver las cosas ya
no es admisible, y es precisamente la vida y el bienestar de los ciudadanos el
objetivo de toda política en cualquier estado moderno que se precie; condición
que no se ha cumplido, por ejemplo, en la Alemania nazi o en la Rusia
soviética; por eso abominamos de tales formas de estado.
Escribo
estas líneas en vísperas del primero de agosto, cuando Rajoy nos va a obsequiar
–por iniciativa propia, faltaría más- con una sesión parlamentaria sobre el
caso Bárcenas. Para cuando ustedes tengan la paciencia de leerlas –yo se las
haré llegar al Director en cuanto acabe de escribirlas- todo ello será agua
pasada, como habrán pasado los cálidos días de agosto, y habremos empezado a
olvidar muchas cosas de las que ahora ocupan nuestra cabeza. Pero quiero, en un
alarde de gratuita osadía, aventurar el resultado de esa sesión parlamentaria.
Vamos
allá: Rajoy negará hasta la extenuación relación alguna con el ex tesorero, al
que ni citará por su nombre. Tendremos claro que no ha existido financiación
irregular en el Partido Popular en ningún momento de su historia; ningún
presidente, ni ministro, ni alto cargo del gobierno o del partido, han cobrado
jamás sobresueldo ninguno; nadie ha tenido jamás relación alguna con esa trama
ni tampoco con la del caso Gürtel; no ha habido empresas que hayan conseguido
contratos públicos ilícitamente, ganando miles de millones a costa nuestra, mediante
el pago de comisión alguna; y, en definitiva, lo que haya hecho el ex tesorero
ha sido cosa suya, traicionando la confianza recibida y extralimitándose en sus
funciones.
Y
para probarlo, baste mirar las cuentas auditadas del partido y los controles
periódicos y pertinentes del Tribunal de Cuentas, ¡faltaría más! Los que nos
gobiernan lo hacen movidos por el altruismo y el interés general, pues es bien
sabido que ganarían más dinero si se dedicaran a sus oficios respectivos.
Después se votará y se contarán los votos y asunto concluido.
Pirro
perdía a muchos de sus hombres en la batalla aunque, al final, la ganara. Rajoy
no va a perder ninguno, los conservará todos, y también ganará la batalla.
¿Quién va asumir las pérdidas? Un país
–o un estado, no se sabe bien qué-
llamado España será quien pague los platos rotos, pero esto es algo a lo
que estamos largamente acostumbrados.
Ah!,
se me olvidaba, la oposición, bien, gracias.