miércoles, 19 de julio de 2023

Libros de sobra (2)


 










Un amable lector me ha enviado la foto que se adjunta con su pie, preguntándose si está en La Cavada. Seguramente muchos de ustedes ignoran mi filiación: nací en La Cavada, ayuntamiento de Riotuerto, provincia de Santander – perdón, Comunidad de Cantabria. Hago esta aclaración porque en las inmediatas elecciones uno de los partidos en liza no está nada de acuerdo con esto de las autonomías.


Bien, continuemos, Cuando vi la foto me dije: hombre! esto es frente a la casa donde nací; entonces el suelo no estaba embaldosado, ni, por supuesto había cabina de teléfonos, el murete era de época, claro está, ni poyo corrido ni barandilla para asomarse al río Miera, y el talado del chopo que había más a la derecha de la cabina me privaba de referencia alguna. Pero no las tenía todas conmigo, así que recurrí a una segura fuente de información y, en efecto, era donde yo decía, un poco más a la izquierda, frente a la casa de Parra, que también desapareció oportunamente. Por cierto, esto me ha traído el recuerdo de las personas que allí veraneaban. Me acuerdo especialmente de una hija, de la que se decía que era austríaca y había sido adoptada por los Parra; recuerdo sus cabellos rubios, sus ojos azules, e imagino que los mozos de entonces – yo era aún un niño- suspirarían por ella. Creo que se llamaba Irma. También recuerdo que un verano trajeron un Citroën DS 19, entonces se le llamaba Citroën Tiburón, y era la cosa más nueva en coches, pues rompía radicalmente con los otros modelos que eran como cajas de zapatos, exceptuando los Citroën 14 y 15, que también tenían un estilo diferente. Mi padre tenía un Fiat Topolino, con el cual recorría la Montaña – entonces a la provincia se le llamaba así- vendiendo abonos químicos.


En resumen, la dichosa cabina telefónica, cuya vida extendida sirve para dejar los libros leídos que otro aprovechará, nos ha dejado recuerdos de antaño, que siempre es bueno. Mas fácil es acordarnos de la película, dirigida por Antonio Mercero y protagonizada por José Luís López Vázquez, que tiene un interesante simbolismo, el cual excede de este propósito. 





domingo, 9 de julio de 2023

Lucas y el agua (y 3)

 Este artículo ha sido publicado en el número de junio-julio de la revista OP Machinery




Fiel a su promesa de atenderme, encuentro a Lucas dispuesto a ilustrarme con sus conocimientos sobre el agua.

- Estoy muy seguro – me dice- de que de ésta, o consideramos el agua como el mayor problema que tenemos, o lo pagaremos caro, pero muy caro.

- Vaya Lucas, me inquietan tus palabras; cuéntame, cuéntame…

- Mira, no hay científico alguno sobre la superficie de la tierra, salvo los que se venden a intereses de parte, que no esté alarmado sobre la velocidad que está tomando el proceso de cambio climático. No hemos sido capaces de limitar el vertido de Co2 a la atmósfera ni lo estamos siendo, la destrucción de nuestras defensas forestales – fíjate en el caso de la Amazonía o el sudeste asiático- más la mercantilización de todas las actividades que siguen en pie, como el hecho de que el que pueda pagar siga comprando derechos para contaminar legalmente, como si esto fuera un asunto de ricos y pobres; en fin, que, o se toman medidas urgentes o llegaremos más pronto que tarde al punto de no retorno.

- Qué me dices, Lucas, ¿tan grave es el momento?

- Grave no, gravísimo, y entretanto seguimos sacando al santo en procesión para que llueva.

- ¿En serio?

- En lugares tan dispares geográficamente como Alhaurín de la Torre (Málaga), Bornos y Vejer (Cádiz), Siruela (Badajoz), y un largo etcétera. Hasta el obispo de Solsona (Barcelona) lo ha sacado a pasear en Espunyola, y en Sevilla lo han sacado con la autorización del Arzobispo. Es de suponer que a esta tropa se adhieran los evangélicos esos del PP; todos ellos adoran al mismo dios, son fetichistas, y creen que por rezar a unas imágenes van a arreglar el problema.

- ¡Hombre, Lucas!

- Hay que hablar claro, ya va siendo hora. La mayoría de la población sigue creyendo que el cambio climático y la consecuente escasez de agua, de existir, es algo a muy largo plazo, tanto que quizás no lo verán nuestros biznietos, además de que entretanto se inventará algo eficaz para combatirlo, pero no es así, ¡no es así!, hay que entender que el agua se ha convertido en algo muy escaso, aparte de que es el gran hurto de los tiempos modernos, y que si hay que regar se haga en fincas públicas, no en las privadas, que hay que ahorrar el agua de las piscinas, y cuidar los pocos humedales que quedan, léase las Tablas de Daimiel, que están camino de convertirse en otro caso Doñana. Pero hombre, si el agua es lo único esencial y su manejo genera riqueza, ¿cómo diablos se va a privatizar su gestión? Fíjate que en Chile se privatizó el agua, bajo Pinochet, y también se ha hecho en el Estado de Querétaro (México) ¡el mes pasado! Pero en Gales e Inglaterra (Reino Unido) países europeos avanzados, se hizo otro tanto en 1989. En fin, el agua ha sido históricamente causa de conflictos y de guerras, y no hay que descartar que se desaten de nuevo. Una escasez de agua estará en el origen de movimientos migratorios millonarios hacia nuestra Europa desde una África sedienta.

- Pues sí que lo pones bien, Lucas.

- Es que no hay otra. Hay que empezar a cuestionarse muchas cosas que tenemos muy enraizadas, por ejemplo, el turismo que tanta riqueza nos proporciona: ya se sabe que una buena parte de lo que pagan los turistas que vienen a España se queda en sus países de origen, que allí pagan el avión, el hotel o el piso turístico, además de que el avión es tremendamente contaminante; nosotros nos quedamos cobrando un sueldo de camarero, al tiempo que sufrimos la carestía de los alquileres magnificada en las poblaciones turísticas. Por otro lado, sabemos que conseguir el cierre de un pozo ilegal puede costar, de media, diez años: ¿Cómo se repara el daño causado en ese período?

- Lucas…

- Espera, dejame acabar. ¿Has oído hablar del decrecimiento? No, ¿verdad? Hasta hora siempre hemos luchado por crecer más, a veces de crecer de manera más consistente, hasta más limpia, pero, ¿de no crecer? No, ¿verdad? Hemos hablado de la falta de materiales necesarios para la industria, del final del petróleo, por ejemplo. Pues posiblemente estemos en ese punto de la historia en el que debiéramos olvidarnos de tanto consumo, del PIB como referencia, y empezar a pensar en una nueva etapa en la que la vida se desarrolle de acuerdo con otros roles, fundamentalmente no contaminantes, no dañinos, verdes en una palabra. O eso, o el caos. ¿Qué te parece?

- Que me has dejado mudo, Lucas.

- Piénsalo un poquito, por favor. Es muy importante...

- Lo haré. Hasta luego, Lucas.


sábado, 1 de julio de 2023

Conectando

 




No ha sido una de esas noticias de telediario que son imposibles de olvidar por reiterativas, que las ves en los periódicos, en las revistas y en todos los canales; más bien, al contrario. Y no es que no sea importante ni merecedora de espacio informativo. Por eso vamos a recuperarla, comentarla y desear que no vuelvan a producirse este tipo de noticias.

El 13 de junio pasado durante su jornada laboral, una teleoperadora, - sí una de esas personas que atienden nuestras llamadas para información o queja, o que nos llaman para ofrecernos cualquier tipo de producto o servicio-, una mujer de 56 años de edad, con una antigüedad de 15 años en su empresa, sufrió un infarto al corazón mientras realizaba su trabajo a media mañana. Los médicos del Samur trataron de reanimarla in situ, pero a las 13:15 certificaron su muerte; sin embargo hasta las 15 horas no vinieron los servicios funerarios de Madrid a retirar el cadáver.

Y, léanlo bien, todo ese tiempo el cadáver de esa mujer, permaneció en el lugar de los hechos, imaginamos que cubierta como se suele hacer en estos casos, pero con sus colegas de sala trabajando como si nada hubiera ocurrido. Al parecer los responsables les indicaron que entretanto siguieran atendiendo las llamadas. Y parece que tampoco ninguno de éstos fue capaz de parar en esas circunstancias, con el cuerpo sin vida de la persona con la que hasta ese momento se han podido compartir tantas cosas, más allá del mero saludo de buenos días, fulanita, o la cena de empresa de fin de año, si la celebraban.

La empresa se llama Konecta – no sé si con el otro mundo- y su plantilla anda en torno a los 12,000 empleados en España, de los cuales el 40% son fijos, y otros 118,000 en unos veinte países más. La empresa es española y su cúpula directiva también, con la excepción hecha de alguno de los países en los que está presente. Como ha quedado indicado más arriba el servicio básico que ofrece la compañía es el típico de call center, osea, un centro de llamadas. Su facturación en 2021 fue de unos 920 millones de euros, con un Ebitda (beneficios antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones, o sea, el beneficio bruto) de 148 millones, es decir, el 16% de su facturación. La empresa está presente en España, USA, UK, Alemania, Francia, Bélgica, Portugal e Italia, países con unos costes laborales más altos que los de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Marruecos, Madagascar, Rumanía, Albania, Hungría, Turquía o Eslovaquia, países de costes laborales menores; y si la actividad básica de la empresa parece que es el Marketing Digital, esto nos lleva a suponer que la mayoría de los teleoperadores son del segundo grupo. ¿Será por esto que muchas de las llamadas que recibimos para que nos cambiemos de compañía telefónica, por ejemplo, se produzcan a horas no comerciales? ¿O en un acento diferente al español? Y también se entiende que de los empleados españoles solo el 40% sea fijo.

Según los compañeros de la fallecida, ellos recibieron instrucciones para continuar con su trabajo, ya que eran trabajadores esenciales. ¿Les pagarán acorde a esa esencialidad? Por supuesto, la compañía ha dicho que en ningún momento se obligó a nadie a quedarse en su puesto de trabajo.

Habrá quien piense que el día pudo ser muy abundante en cuanto a llamadas, o bien imagínese usted que está reclamando algo y no le contestan, etc etc etc. Yo soy de los que piensan que tenían que haber parado inmediatamente, hasta por encima del miedo a perder el empleo. Si no se tiene ese mínimo de solidaridad con un compañero de trabajo, no se es un trabajador, y/o se merece que le pase a uno lo mismo.

En fin, estos son los hechos. Como dice el refrán, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, nunca mejor dicho. Pero si algo queda claro es la extraña naturalidad con la que los compañeros de la fallecida siguieron trabajando. ¿Nos darán una explicación los inspectores de trabajo, que estos días estaban de huelga?