sábado, 1 de julio de 2023

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No ha sido una de esas noticias de telediario que son imposibles de olvidar por reiterativas, que las ves en los periódicos, en las revistas y en todos los canales; más bien, al contrario. Y no es que no sea importante ni merecedora de espacio informativo. Por eso vamos a recuperarla, comentarla y desear que no vuelvan a producirse este tipo de noticias.

El 13 de junio pasado durante su jornada laboral, una teleoperadora, - sí una de esas personas que atienden nuestras llamadas para información o queja, o que nos llaman para ofrecernos cualquier tipo de producto o servicio-, una mujer de 56 años de edad, con una antigüedad de 15 años en su empresa, sufrió un infarto al corazón mientras realizaba su trabajo a media mañana. Los médicos del Samur trataron de reanimarla in situ, pero a las 13:15 certificaron su muerte; sin embargo hasta las 15 horas no vinieron los servicios funerarios de Madrid a retirar el cadáver.

Y, léanlo bien, todo ese tiempo el cadáver de esa mujer, permaneció en el lugar de los hechos, imaginamos que cubierta como se suele hacer en estos casos, pero con sus colegas de sala trabajando como si nada hubiera ocurrido. Al parecer los responsables les indicaron que entretanto siguieran atendiendo las llamadas. Y parece que tampoco ninguno de éstos fue capaz de parar en esas circunstancias, con el cuerpo sin vida de la persona con la que hasta ese momento se han podido compartir tantas cosas, más allá del mero saludo de buenos días, fulanita, o la cena de empresa de fin de año, si la celebraban.

La empresa se llama Konecta – no sé si con el otro mundo- y su plantilla anda en torno a los 12,000 empleados en España, de los cuales el 40% son fijos, y otros 118,000 en unos veinte países más. La empresa es española y su cúpula directiva también, con la excepción hecha de alguno de los países en los que está presente. Como ha quedado indicado más arriba el servicio básico que ofrece la compañía es el típico de call center, osea, un centro de llamadas. Su facturación en 2021 fue de unos 920 millones de euros, con un Ebitda (beneficios antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones, o sea, el beneficio bruto) de 148 millones, es decir, el 16% de su facturación. La empresa está presente en España, USA, UK, Alemania, Francia, Bélgica, Portugal e Italia, países con unos costes laborales más altos que los de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Marruecos, Madagascar, Rumanía, Albania, Hungría, Turquía o Eslovaquia, países de costes laborales menores; y si la actividad básica de la empresa parece que es el Marketing Digital, esto nos lleva a suponer que la mayoría de los teleoperadores son del segundo grupo. ¿Será por esto que muchas de las llamadas que recibimos para que nos cambiemos de compañía telefónica, por ejemplo, se produzcan a horas no comerciales? ¿O en un acento diferente al español? Y también se entiende que de los empleados españoles solo el 40% sea fijo.

Según los compañeros de la fallecida, ellos recibieron instrucciones para continuar con su trabajo, ya que eran trabajadores esenciales. ¿Les pagarán acorde a esa esencialidad? Por supuesto, la compañía ha dicho que en ningún momento se obligó a nadie a quedarse en su puesto de trabajo.

Habrá quien piense que el día pudo ser muy abundante en cuanto a llamadas, o bien imagínese usted que está reclamando algo y no le contestan, etc etc etc. Yo soy de los que piensan que tenían que haber parado inmediatamente, hasta por encima del miedo a perder el empleo. Si no se tiene ese mínimo de solidaridad con un compañero de trabajo, no se es un trabajador, y/o se merece que le pase a uno lo mismo.

En fin, estos son los hechos. Como dice el refrán, el muerto al hoyo y el vivo al bollo, nunca mejor dicho. Pero si algo queda claro es la extraña naturalidad con la que los compañeros de la fallecida siguieron trabajando. ¿Nos darán una explicación los inspectores de trabajo, que estos días estaban de huelga?














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