viernes, 17 de marzo de 2023

Hispalis, la Bética




 

Ha sido mi tercer viaje a Sevilla tras uno por trabajo y otro para visitar la Exposición de 1992; en este último fuimos invitados por el Imserso; digo invitados porque un autobús de Donostia a Loiu, avión desde ahí al aeropuerto de Sevilla, autobús hasta el hotel de cuatro estrellas, habitación con desayuno, comida y cena para cuatro días, y en cada uno de ellos autobús y guía para visitar Sevilla, Carmona, Écija e Itálica, más vuelo de vuelta y autobús, y todo ello por unos 65 euros al día por persona, me parece lo más cercano a una invitación.


Y, claro está, este viaje sabe a poco porque Sevilla tiene mucho para ver, así que me voy a centrar en tres sitios que me parecen de verdadero lujo, a saber, la Plaza de España, las ruinas de Itálica y la ciudad de Écija; la catedral de la Giralda, las incontables iglesias (imagino que Sevilla compite con Roma en su número), sin olvidar palacios y plazas, y el Guadalquivir, el barrio de Santa Cruz y el de Triana, están siempre presentes.


Así que por ese mismo orden empezaremos con la Plaza de España y una afirmación de esas que inducen a la discusión amigable: tengo para mí que para Sevilla ha sido más importante la Exposición Iberoamericana de 1929 que la Universal de 1992. Vale que esta supusiera el aprovechamiento de la isla de La Cartuja – la puesta en valor se dice ahora-, una red de vías, autopistas y puentes, alguno de los cuales se ha aupado al paisaje sevillano con pleno derecho, y que, por abreviar, colocara a Sevilla en la retina de millones de europeos, además de que alguno de aquellos pabellones se utilicen en diversas actividades al día de hoy; pero la Exposición Iberoamericana del 29 con los jardines de María Luisa y los palacetes que fueron sede de algunos países como México, Estados Unidos, Perú y Uruguay, más el remate extraordinario de esa Plaza de España, cuyo semicírculo ocupan hoy en día oficinas de entes nacionales y autonómicos, que da al visitante un regalo maravilloso por su diseño, el gusto en su realización y la sensación óptica que transmite, es algo que uno no se cansa de admirar... Esa simetría entre el abrazo de España e Hispanoamérica, que eso es lo que quiso representar esa construcción, es algo que queda para siempre en la retina de cualquier visitante.


Otra cosa es el significado que se diera en algunos de los nichos provinciales, en los que se recuerda el mapa provincial con las poblaciones más importantes y una reseña histórica. Yo, por hablar de lo que mejor conozco les hablaré del caso de la provincia de Santander. Empezando por lo más positivo, en ese mapa, entre una docena de poblaciones aparece Riotuerto, municipio en el que nací, y del que destaco como recuerdo la famosa fábrica de cañones que allí hubo entre 1634 y 1840; otro motivo para su mención no encuentro. Y que entre las glorias de Santander se escoja un acontecimiento tal que en 149X es recibida la princesa Margarita, prometida del Infante Don Juan... He puesto una equis en el año porque está borrado y no me apetece buscar el año exacto en que llegó esa tal Margarita, traída para continuar una dinastía, supongo; parecido a la importación de vacas frisonas en tiempos más recientes para obtener más y mejor leche. En fin, ninguna de las dos cosas me parecen representativas de mi provincia natal.


En cuanto a las ruinas de Itálica, empecemos dando toda la razón a Rodrigo Caro: Éstas Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa. Porque Itálica, primera ciudad romana fuera de Italia, cuna de Trajano y, a efectos, de Adriano, nos llena visitando sus restos que no hacen más que demostrarlo; de su historia pueden leerse páginas y páginas, no solo de su pasado romano sino también del cartaginés y otras ocupaciones anteriores. Pero lo que quiero criticar es el audiovisual que se ofrece a la entrada, mostrándonos cómo pudo ser la vida de los afortunados del lugar, pero no nos dice que por cada rico habría varios centenares o miles de pobres, sirvientes y esclavos cuya vida no sería tan placentera. Y hoy sabemos que es la vida de éstos la que posibilitaba la de los otros; igual que hoy. Creo sinceramente que ese tipo de mensajes debieran ser tratados con las luces de hoy en día.


Esta misma crítica sirve para hablar de Écija, hermosa ciudad con una gran historia. En poblaciones como Écija se alcanza a imaginar la enorme diferencia entre clases sociales de una época pretérita que se mantiene hoy en día, y no viene a cuento que sea eso precisamente lo que se ensalce. Y qué decir de la Giralda. El año pasado visité la Basílica del Vaticano y, si me dieran a escoger entre ambas me quedo con aquella, aún a pesar de la ostentación de oro, plata y oropeles que, desde mi punto de vista, resulta una ofensa a la razón, a la ética y a la moral actuales, incluida la cristiana. Pero en fin, con la iglesia hemos topado, que dijo aquél.


Ahora bien, si pueden vayan a Sevilla, donde la cal y el albero destacan entre los naranjos y la limpieza de las calles.

martes, 7 de marzo de 2023

Las gentes del libro

Este texto ha sido publicado en la revista OP Machinery en su número de febrero de 2023




 

La película Argentina 1985, más que notable por otros detalles, nos ha dejado unas imágenes irrepetibles. Por ejemplo, en pleno juicio se puede ver al dictador y asesino Jorge Videla, principal encausado, leyendo y manoseando un ejemplar de la Biblia. Además, por boca del abogado Luis Moreno Ocampo, principal ayudante del fiscal Strassera, sabemos que Videla acudía a la misma misa diaria a la que asistía su madre; me trajo a la memoria a otro personaje idéntico que sufrimos en España y que también era gran seguidor de los evangelios y muy proclive a las misas. ¡Tanto que le sacaban de la iglesia bajo palio, como si fuera un dios bajito!


De modo que ya tenemos dos – ha habido muchísimos más – asesinos en nombre de Dios. En nombre del dios de los cristianos han muerto millones de personas – sí, más que en nombre del comunismo, comparación a la que se recurre, ¿por qué será?- empezando por cristianos (herejes) españoles y de otros países, y por supuesto animistas y politeístas, que tal eran los nativos americanos y todos aquellos que perecieron en las campañas de evangelización llevadas a cabo, incluidas las Cruzadas de donde salieron las famosas Ordenes de Malta, del Temple y demás, que fueron, entre otras cosas, verdaderas máquinas de matar.


Y qué decir de los fieles seguidores del judaísmo, o mejor digamos los israelitas… Los judíos han sufrido históricamente una continua persecución, por motivos raciales, religiosos y económicos, de la cual han salido con millones de victimas y cuyo culmen fue lo que conocemos como el Holocasto perpetrado por los nazis. Pero terminada la segunda guerra mundial, encontraron refugio en USA y en el Estado de Israel, creado ad hoc, hecho que hace más difícil de entender las barbaridades que los israelitas han cometido y siguen cometiendo contra los palestinos, a los que han arrebatado gran parte de sus tierras, sin otro derecho que el de la fuerza.


Por último, los musulmanes, iniciaron muy pronto su campaña de islamización, llegando hasta la práctica conquista de la península ibérica. También apuntaron hacia el este y actualmente es Indonesia el país donde reside el mayor número de creyentes islámicos. El islamismo es, de las tres religiones, la más notable en su capacidad de extensión. Y contemporáneamente le han cogido el gusto a apretar el gatillo y poner bombas por doquier, mientras sojuzgan a los habitantes de los países donde gobiernan.


Los tres sistemas de creencias tuvieron tiempo de convivir en nuestro solar patrio, antes de la toma de Granada y la posterior expulsión de judíos y moriscos. Convivieron en paz, pero al romperse la correlación de fuerzas esa situación ya no fue posible; no hay nada como que el poder se concentre para que las pretensiones de ese poder se vayan a lo absoluto, incluida la religión.


En otro orden de cosas, entre los cristianos podemos citar al Opus Dei, moderno exponente de los que gustan de hacer el trabajo sucio sin dejar huella, y en España también, los Abogados Cristianos, que optan por utilizar vías supuestamente legales para zancadillear el progreso, apoyados en una judicatura proclive a sus ideas; los islamistas han creado en Irán cuerpos de asalto como la Policía de la Moral, y en Israel podemos ver de nuevo una gran eclosión de ultra ortodoxos, que cada vez obtienen más escaños en su parlamento, con los que permiten que Netanyahu siga gobernando.


Pero si hay algo que les sea común a estas tres religiones, aparte de su origen y cuna en Oriente Medio, es el hecho de apoyarse todas ellas en un libro que guarda también muchas similitudes; por ello se las conoce a las tres como las religiones del libro. El judaísmo, la más antigua, tiene la Torá; la Biblia es del cristianismo; y el Corán pertenece al islam. Las tres tienen un único dios, dos de ellas un profeta como Jesús y Mahoma, y todas prometen la vida eterna en un paraíso gozoso bajo la presencia reparadora del dios respectivo. Y no importa lo que cada uno haya hecho en vida: la clave está en arrepentirse, que así se consigue el perdón aunque sea en el último momento. Ahí hay que andar listo.


En su cuento El inmortal, Jorge Luis Borges nos recuerda que menos el hombre todas las criaturas son inmortales, pues ignoran la muerte, y explica como en ciertas religiones del Indostán – que podríamos extender a otras partes no menores de Asia – en la rueda de la inmortalidad, que no tiene principio ni fin y en la que cada vida es efecto de la anterior y engendra la siguiente, ninguna determina el conjunto, logrando la perfección de la tolerancia que conduce a la paz. Por ello no necesitan libro alguno ni hay que preocuparse del porvenir: nadie cuenta en su forma actual y no seguirá vivo en el tiempo venidero.