miércoles, 25 de marzo de 2015

El accidente




Ayer hubo un grave y lamentable accidente de aviación. El dolor de los familiares de las victimas es algo que no podemos medir a menos que hayamos vivido una experiencia parecida.
A visitar el lugar y dar el pésame a las familias presentes, han acudido, Holande, Merkel, Rajoy y Mas, con sus consabidos séquitos. Todo ese dinero estaría muy bien empleado si sirviera, al menos, para dos cosas:
La primera, para que las conversaciones en la cabina de los aviones se graven en tierra en tiempo real; así tendríamos una idea más segura sobre las causas del accidente.
La segunda, para que las compañías de seguros pagaran las indemnizaciones inmediatamente; después, pueden seguir discutiendo entre ellas hasta la eternidad.
Mientras estas cosas no se arreglen –cosa que no me parece tan difícil, si hay voluntad- las mencionadas visitas nos las podrían ahorrar; no sólo ahorraríamos dinero sino, también, tranquilidad de espíritu.

miércoles, 18 de marzo de 2015

THOREAU



Este artículo se ha publicado en OP Machinery, en su número de febrero.



El impuesto de capitación era una tasa fija que cada ciudadano tenía que pagar como contribución a los gastos de su comunidad, so pena de verse privado de ciertos derechos políticos, como por ejemplo el derecho al voto. Impuesto antiguo, se aplicó hasta bien entrado el siglo XIX salvo un intento protagonizado por Margaret Thatcher, quien no pudo llevarlo a cabo y que habla bien a las claras de lo avanzada que era esta señora. Es raro que no haya sido secundada en ese objetivo por nuestra Esperanza Aguirre, pero, esto es otro asunto.
Este impuesto de capitación o poll tax, por su nombre en inglés, fue muy común en Estados Unidos, y así se aplicaba en Concord, Massachusetts, lugar de nacimiento y residencia de Henry David Thoreau (1817-1862). El cargo de recolector de impuestos salía a subasta pública y era adjudicado a aquél cuya comisión fuera menor. Unos años antes de los hechos que nos interesan fue adjudicado a alguien que cobraría un centavo por dólar recaudado. Para que vean que no hay nada nuevo bajo el sol, actualmente, en una provincia como Guipúzcoa, gobernada por Bildu, al igual que en Vizcaya, gobernada por el PNV, que en esto parecen ser lo mismo, se ha instaurado en varios municipios la práctica de adjudicar la revisión y cobro de ciertos impuestos a una empresa privada que, en compensación a sus esfuerzos, se quedará con una porción superior al cuarenta por ciento de lo que recaude.
Pero volvamos a lo nuestro, Henry David Thoreau, estaba gestando lo que sería su famosa teoría y como no estaba de acuerdo con su gobierno, que permitía el tráfico de esclavos, no quiso pagar el impuesto a ese estado que practicaba la esclavitud, por lo que en vez de resistirse por la fuerza y emplear ésta para ir contra la autoridad, prefirió que fuera ésta quién fuera contra él. Este era su modo de oponerse, de practicar la desobediencia civil. Así que se construyó una cabaña a orillas de la laguna Walden, para evitar el peso de la ley, pero en una visita a Concord, fue apresado y pasó una noche en la cárcel. No contaba con que un amigo pagara por él el famoso impuesto, por lo que recuperó inmediatamente la libertad. Esto ocurría en 1846 y nuestro autor publicó su ensayo en 1849, ensayo generalmente conocido como Desobediencia Civil.
La desobediencia contra una norma injusta es un objetivo correcto e incluso necesario desde el punto de vista ético, pero debe hacerse de una forma justa o “civil”, esto es, en forma abierta y no-violenta, aceptando de antemano el castigo que de ello pueda derivarse, viene a decirnos Thoreau. Es una praxis, no una teoría, y puede derivar en una forma de participación política, como hacían en España algunos de los que se negaban a prestar el servicio militar, convirtiéndose en objetores de conciencia.
Pocas veces un texto tan corto ha tenido una repercusión tan grande. Entre los que se han declarado influenciados por el pensamiento de Thoreau, cabe citar al mismo Gandhi y a Martin Luther King, quien expresamente declaró, tras leer a Thoreau, que quedó convencido de que la no cooperación con el mal es una obligación moral en la misma medida que lo es la cooperación con el bien. Ignoro si Rosa Parks conocía esa línea de pensamiento cuando, en Montgomery, Alabama, se negó a ceder su sitio en el autobús a un pasajero blanco.
Pero esa idea nos debe hacer pensar en la situación de nuestro país. Cuando un gobierno ha secuestrado la voluntad popular amparándose en unas elecciones que ganó con un programa político que no tiene nada que ver con su acción de gobierno; cuando ese gobierno conduce al país a una situación de enorme desigualdad y miseria; cuando el mismo gobierno rompe con la independencia del poder judicial; cuando pretende introducir una ley que impida la protesta ciudadana ante sus desmanes, ¿no debiéramos preguntarnos si un movimiento masivo de resistencia civil no tendría las bases justas para poder ser llevado a cabo? ¿Qué nos diría Thoreau en este caso?