lunes, 25 de mayo de 2015

Rule Britannia (y 3)



Se completa aquí la trilogía sobre la pérfida Albión. Esta entrada se ha publicado en el número de abril de la revista OP Machinery, aparecido en el corriente mes de mayo de 2015.












En esa manzana contigua, aún enfrente de la iglesia, pared con pared con el pub El perro de Pavlov, hay un pequeño establecimiento en el que uno puede adquirir una aceptable variedad de revistas de índole militar y, lo más importante, alistarse en la Royal Navy, la Royal Air Force, o en el  Army. Y en el escaparate se pueden comprobar los requisitos para entrar, el primer sueldo que se puede cobrar, o la carrera a la que se puede tener acceso con un desempeño normal. España acuñó aquello de la espada y la cruz; bien pudiéramos decir que el equivalente inglés fuera la espada y el comercio y los intereses, o algo parecido. Para imponerlos y defenderlos necesitaban la espada. Y como de una u otra manera tienen aún sus colonias, Inglaterra sigue necesitando de un ejército potente que defienda sus intereses, aunque le cueste el 2,2 de su PIB, siendo el cuarto país en volumen de gasto, tras USA, China y Rusia; al menos lo necesitan sus grandes empresas y su capital financiero, y tiene una ciudadanía sumisa que lo paga.

Esta manzana es de enormes dimensiones. En la calle opuesta a esta en que nos encontramos, a casi unos trescientos metros, llamada Paseo de la Reina, podremos encontrar una tienduca que alberga a la asociación de los veteranos Gurkhas, los británicos olvidados, como ellos mismos se autoproclaman. Estos hombres, de origen nepalí, sirvieron al ejército inglés, en el que fueron utilizados como fuerza de choque y donde sobresalieron por su demostrada habilidad en abrir las tripas del enemigo. Fueron utilizados por última vez en la guerra de las Malvinas, luchando contra los pobres soldados argentinos a los que la dictadura había enviado a morir por la patria. Hay muchas versiones y desmentidos, y se dice que los Gurkhas fueron empleados, drogados, en un ataque desesperado contra un promontorio bien defendido que al final tomaron pero con cuantiosas bajas.
Lo que sí parece claro es que alguien les prometió en algún momento de los doscientos años de estrecha colaboración con el ejército inglés, un retiro similar al de los soldados ingleses, según unos, la nacionalidad británica incluso, según otros. Lo cierto es que da cierto reparo verlos en su local reivindicativo, con unos rostros que denotan una mezcla de cansancio y amargura. Pero nunca de resignación, por lo que es prudente no hurgar más en esa herida y continuar nuestro recorrido por la manzana.
Pues bien, damos la vuelta a esa manzana, volvemos frente a la iglesia tantas veces citada, y entramos en el centro comercial de segunda del que hemos hablado anteriormente. El centro tiene dos plantas, y, en la segunda, donde las rentas son más bajas, encontramos un hermoso local con un parecido a los ambulatorios de nuestra sanidad. Tiene un pequeño servicio de urgencias, y los vecinos pueden acudir para consultas médicas. Si es la primera vez que se acude hay que registrarse, como es lógico. El impreso, exige datos que podemos esperar, como edad, sexo, estatura, peso, que si fumas o has fumado, si bebes y en ese caso cuanto, y por supuesto, si tienes un problema con las drogas. Luego tienes que definirte racialmente, y como el inglés es más conciso en estos menesteres, permítanme  ponérselo en ese idioma: White (British), Other White, Indian, Pakistani, Black Caribbean, Black African, Mixed, Others (Please State). Qué quieren, a mí me gustó. El centro sanitario, como el centro comercial en el que está ubicado, abre de lunes a domingo, de 8 de la mañana a 8 de la noche, todos los meses del año.
Hemos hecho un recorrido urbano que, sin paradas, nos llevaría poco más de diez minutos a un paso normal. Y hemos encontrado unos buenos ejemplos acerca de una sociedad no tan diferente de la nuestra; eso sí, con unos objetivos estratégicos distintos. Fue patria del liberalismo, ahora los derechos individuales están subordinados a los del capital.  A esa situación nos encaminamos nosotros. Pero también, a muy pocos metros de todo lo expuesto, si es sábado, uno puede toparse con una concentración contra el fracking y otra contra el TTIP. Afortunadamente, hay de todo.


viernes, 22 de mayo de 2015

JORNADA DE REFLEXIÓN







Así se llama este día de hoy, en el que no se puede hacer propaganda electoral, no se pueden celebrar mítines, y en el que podemos ver a los distintos candidatos leyendo en sus casas o paseando con sus familias, recuperándose del ajetreo a que se han visto sometidos por la maquinaria electoral de sus respectivos partidos. Hoy les vemos en un atuendo informal, nada de corbata y traje, con un botón de la camisa desabrochado y una chaqueta de sport o un jersey por encima de los hombros, según el clima de su respectiva ciudad…
Pero, ¿qué estoy diciendo? ¡Si no han usado corbata en toda la campaña, si se han desabrochado dos botones o más, salvo el más alto magistrado de la clase política que, a veces, no ha podido saltarse el protocolo! Sí, amigo, esto ha sido el común denominador de la campaña que ayer acabó: Ofrecerse despechugados, porque entendieron  que así se acercaban al pueblo llano que dicen representar. Eso es todo lo que han aprendido, es lo que piensan que es hacer una política nueva: ¡vestir como el pueblo es estar con el pueblo!; o pedalear por un parque, marcarse un chotis, ser dicharachero, repartir abrazos y besos por doquier. Es lo único que han aprendido, mientras se han dedicado a mentir como bellacos, a negar lo evidente, a tener el cinismo de proclamar lo contrario de lo que se ha hecho, a mostrar la mejor de las sonrisas o el gesto compungido ante situaciones sociales que ellos dicen ser los primeros en lamentar, pero de las que ni han sido responsables, ni las han podido subsanar, según el caso.
Dicen los expertos que, en todo proceso electoral, el cuarenta por ciento de los electores deciden muy a última hora el sentido de su voto. Esto debe ser muy cierto, porque, por ejemplo, los que están en el paro, los que ya no cobran subsidio de desempleo, o los que han caído en la miseria, tendrán como primera preocupación la de salir de su situación o, al menos, solucionar el día a día; no les veo yo muy preocupados en pensar qué opción les resulta más interesante. Y los desahuciados, ¿votarán en el colegio electoral de antes? ¿A cuál pertenecerán ahora?  Por su parte, los emigrantes, ¿sabrán dónde tienen que votar? ¿A qué distancia de su actual residencia? Sí, debe ser muy cierto.
¿Y los que tienen decidido su voto? ¿A qué partidos votarán los que están hartos de tanta mentira, de tanta propaganda, de tanto cinismo? ¿Los que han comprobado una y otra vez que las promesas no se cumplen, que se gobierna para minorías inconfesables, que se roba a manos llenas, que por primera vez en generaciones, los españoles van a vivir peor que sus padres, que nos estamos convirtiendo en un país de parias –con perdón para los parias? ¡Cuántas preguntas! Y qué pocas y malas respuestas…
Ayer, la “autoridad pertinente” declaró ilegal la concentración prevista en la Puerta del Sol de Madrid, en conmemoración del 15-M de hace cuatro años. Es mejor acatar esa decisión que alumbrar la posibilidad de que grupos de reventadores profesionales provoquen disturbios prostituyendo el espíritu reivindicativo y festivo de la concentración. Esperemos que no suceda nada, para no dar pábulo a otra sarta de mentiras. Pero recuerda los eslóganes de hace cuatro años, un futuro mejor sigue siendo posible, otras políticas son posibles, sólo hay que poder aplicarlas. Y para eso hay que votar consecuentemente. En esa efervescencia de libertad  está el germen de un futuro de dignidad. No hay que desaprovecharlo. Vota. Castígales con tu voto, contribuye con tu voto a crear una sociedad más justa y más libre. Vota a los que no necesitan cambiar su atuendo para la campaña. Vota a la gente normal. A los que no tienen ataduras con el pasado. A los nuevos. El futuro nos pertenece.