lunes, 25 de enero de 2016

Baga, biga, higa






La inauguración oficial de la capitalidad cultural europea recayó en un espectáculo difícil de describir, a juzgar por lo que pude leer en la prensa de ayer, por lo escuchado de varias personas que lo vieron en directo y otras en la televisión. Nadie, ni los organizadores, quedaron satisfechos con el mismo, así que no es mi propósito hurgar en la herida, aunque pienso que la idea fuerza de la reconciliación, del entendimiento, merecía un mejor resultado.
Pero quiero destacar algo que creo que gustó a todo mundo –o así lo supongo: la interpretación de la canción del cantautor Mikel Laboa (San Sebastián 1934-2008). Les invito a que conozcan la canción Txoria Txori, interpretada por el mismo Laboa, acompañado por el Orfeón Donostiarra (https://www.youtube.com/watch?v=RtZXavurBcE)
También en versión orquestal, con el mismo coro y otro intérprete (https://www.youtube.com/watch?v=ulIqaG_BBPs) tienen la canción que nos ocupa.
Si no entienden las letras no se preocupen, pueden encontrar su significado en el mismo medio. La primera es una bella canción llena de  sentido, y la segunda no tiene, en realidad, sentido alguno.
Disfruten de la música, es lo importante. La obra de Mikel Laboa es cultura con mayúsculas, y su inclusión en el espectáculo inaugural un gran acierto. Baste con eso.


jueves, 21 de enero de 2016

Capitales culturales (2)








No tengo noticias de cómo se han desarrollado estos días de capitalidad cultural en Wroclaw. Pero aquí en San Sebastián –Donostia, si prefieren-, ha sucedido algo que no me resisto a contarles.
Ustedes saben que el acto inicial de las fiestas es la izada de la bandera de la ciudad en la plaza de la Constitución (la Consti, para los donostiarras), momento en el que empieza el redoble de los tambores. Pues bien, ayer me llegó la noticia de que en ese acto, cuando después se procedió a izar la bandera de Europa y se escuchaba el Himno de la Alegría –ya saben, ese fragmento del final de la Novena Sinfonía de Beethoven convertido en himno europeo-, una parte de los asistentes prorrumpió  en una sonora pitada. El asunto se mantuvo silenciado durante toda la jornada, por lo que a las 12 de la noche de ayer, cuando se procede a la arriada de la bandera en un acto mimético al de la víspera, me apresté a escucharlo por la radio, que uno no es hombre de actos multitudinarios. Y he aquí, que la pitada volvió a repetirse. Las locutoras que retransmitían el acto en Radio San Sebastián, de la Cadena Ser, coincidieron en la falta de urbanidad y civismo de los autores.
¿Significa esto que los donostiarras no son amantes de la música, o de Beethoven en particular? ¿Significa que tienen algo contra Europa, a pesar de celebrar su capitalidad cultural? Más bien pienso que la gente está ya tan harta de ciertas cosas que aprovecha la oportunidad que tiene a mano para manifestar su posición. Porque, ¿hemos de sentirnos identificados con un gobierno europeo que es directamente responsable de la situación crítica que vivimos, de la subsecuente política de recortes que han orquestado como si no hubiera otra solución, haciéndolos caer, exclusivamente, sobre los hombros de los más débiles? Parece claro que la gente está ya más que harta de esta situación. Y, en consecuencia, a la más mínima oportunidad, lo hace constar.
Como las locutoras de la cadena Ser, seguramente habrá habido otras personas que hayan pensado que las protestas hay que guardarlas para la ocasión propicia, que no hay que confundir y mezclar unos asuntos con otros y que cada cosa en su sitio. Yo no estoy de acuerdo con este proceder; antes  bien, pienso que se debe aprovechar cada momento para la protesta. Sólo faltaría que pensaran que estamos de acuerdo. ¡Pues no señor!

martes, 19 de enero de 2016

Capitales culturales






Hoy, víspera de San Sebastián, la ciudad del mismo nombre, celebra su fiesta más querida. Con tal motivo, hemos estado esta mañana, padres y abuelos asistiendo a la primera tamborrada que celebraban nuestros deudos, de edades entre dos y tres años, en el patio del colegio. Hay que decir que había quien lloraba, otros a duras penas apuntaban con los palillos en el centro del tambor, y otros estaban más ocupados en sostener el gorro de papel que en intentar tamborear.
El objetivo se ha cumplido en cualquier caso, y esos niños continuarán en años venideros tocando el tambor, y más tarde, tendrán el honor de hacerlo en las calles de la ciudad. Después, los más, lo harán en las tamborradas de mayores, encuadrados en las ciento y pico formaciones que salen la noche de cada diecinueve de enero por calles y plazas. Así se forma una tradición y así se forma una seña de identidad ciudadana, que se complementa con las marchas que se tocan en estos actos. Identidad que se convierte en cultura, o en folclore, si ustedes prefieren, y que queda asociada a la imagen que la ciudad transmite, hacia dentro y hacia fuera.
Casualmente, este año de 2016, la ciudad es una de las dos capitales culturales de esta Europa que estamos construyendo, y que tantos bandazos está dando. Y los actos inaugurales de esa capitalidad tendrán lugar estos días. ¿Cómo? Sí, aparte de otros actos, con una enorme tamborrada, una tamborrada gigante si ustedes quieren. ¿Parece una consecuencia lógica, no es verdad?
Pero, ya saben ustedes que este blog es amigo de las contradicciones, y aquí hay una, que se me antoja de tamaño europeo, por no decir, sideral. La otra capital europea de la cultura es la ciudad polaca de Wroclaw (la antigua Breslau alemana) que ha inaugurado su capitalidad este pasado domingo con un espectáculo callejero del estilo de los de La Fura dels Baus, si puedo permitirme la comparación, al que han asistido representantes de nuestro consistorio. Y (y aquí viene la contradicción) han inaugurado también una gran exposición con la obra disponible de un gran artista donostiarra: Eduardo Chillida, ni más ni menos.
Eduardo Chillida tenía el sueño de albergar su obra en una finca que adquirió a esos efectos en el vecino municipio de Hernani, y allí se abrió un museo que muchos pudimos visitar y que era uno de los principales atractivos culturales de esta ciudad. La crisis, ese monstruo inmisericorde que ha devorado y sigue devorando tantas vidas y tantos logros de nuestra civilización, acabó también con Chillida-Leku, que ese es su nombre. En estos años, con gobiernos municipales de distintos colores políticos, ha habido continuadas conversaciones con los herederos del artista. Ninguna ha fructificado; éstos, legítimos propietarios, quieren hacer valer sus derechos; los otros han considerado que sus pretensiones económicas son inasumibles…Total, Chillida-Leku existe, la obra también, y quizás pudiera haberse pensado que la capitalidad cultural podría haber sido una ocasión para solventar esa cuestión.  Quizás lo ha sido y los polacos han sido más listos.
Ya ven ustedes, la propiedad privada o la falta de una ley de interés público sobre bienes culturales, no han hecho posible eso.
Wroclaw tendrá a Chillida y nosotros tendremos tamborradas y pinchos. ¿Qué les parece?