martes, 14 de julio de 2015

CUARENTA Y CUATRO AÑOS DESPUÉS



El artículo que se reproduce a continuación, publicado en la revista OP Machinery en su nº de Junio-Julio, es la segunda entrega sobre la obra de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina.





Siete años después es el añadido, terminado de escribir en abril de 1978, que Eduardo Galeano incluyó en la edición correspondiente, a modo de revisión de su Las venas abiertas de América Latina. En estas pocas páginas pasó revista a la situación del subcontinente para ver cómo sus notas anteriores resistían el paso del tiempo y cómo había derivado el proceso de saqueo y empobrecimiento que él había descrito en su libro. A mí no me anima semejante propósito –no soy quien para emprender tamaña tarea- , y esto no es más que un guiño para completar mi modesto comentario sobre su obra, que me evita presentarlo como una segunda parte del mismo; por tanto quien se tope con estas líneas queda advertido de que deberá leer primero el artículo titulado In Memoriam, justamente primara parte de éste.
En los diecinueve puntos que conforman este pequeño añadido, Galeano constata que el subdesarrollo latinoamericano es una consecuencia del desarrollo ajeno, que el sistema ha multiplicado el hambre, la riqueza continúa concentrándose y la pobreza difundiéndose; pasa revista a los intentos nacionalistas como el de Velasco Alvarado en Perú, pero también al   golpe de Pinochet, el de los generales argentinos o el de Uruguay (que hizo que él abandonara el país)
Gráficamente, se pregunta si ¿es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿El clima agobiante, las razas inferiores? ¿La religión, las costumbres? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha? Es importante contestar a esas preguntas. Sabemos que las condiciones de fertilidad de un territorio condicionan el desarrollo agrario del mismo, y a partir de ahí, el bienestar de la población. Así como sabemos que en condiciones menos aptas para el cultivo, las sociedades se han visto obligadas a encontrar otras formas de vida. Pero nadie puede tomar en serio que en los países donde arrojas una semilla y al año siguiente tienes un árbol, la pauta de vida de sus habitantes sea tenderse a la sombra y cuando llega el hambre tomar del árbol más cercano. Es tremendamente injusto e insultante pensar de esa manera cuando se ha visto a esas personas vivir y trabajar donde eso no es posible. Ahora que España tiene de origen extranjero al 10% de su población, es increíble que haya personas que aún piensen así.
Y, naturalmente, que no contesten afirmativamente a la última de las preguntas de Galeano, descritas más arriba. ¿O es que pensamos que los procesos de colonización han cesado ya? Porque, ¿qué es sino un proceso colonizador el que estamos sufriendo en nuestro país? Aquí podemos considerarnos afortunados por no haber sido invadidos manu militari, y porque la intensificación de nuestra colonización nos haya encontrado en buenas condiciones para resistir el primer embate. Pero no nos hagamos ilusiones, la Troika sigue reclamando más palo en tanto que la zanahoria cada vez queda más lejos, y el futuro que se nos ofrece como país es el de un erial de bajos salarios y nulos servicios sociales: justamente lo que Galeano veía en su realidad latinoamericana.
Pero el hecho de que hayan pasado casi cuarenta  y cinco años de su redacción, lleva inevitablemente a preguntarse qué pensaría acerca de la situación de hoy. ¿Qué pensaría sobre el encuentro de Raúl Castro con Barack Obama; qué pensaría sobre los líderes bolivarianos; sobre la política migratoria de los Estados Unidos; qué sobre el TTIP; sobre el Fracking; cómo escribiría un libro que se llamara Las venas abiertas de África; qué diría sobre la guerra del coltán o la cuestión del petróleo en Sudán; o sobre el brote de nacionalismo de Sudáfrica, identificando a los inmigrantes de otros países tanto o más pobres que ellos,  como los causantes de sus desgracias; qué pensaría sobre la insolidaridad de Europa retratada vergonzosamente en el Mediterráneo?…
En fin, háganse ustedes más preguntas. Y si encuentran otra respuesta que no sea la voracidad del sistema económico y su lógica de acumulación sin fin, por favor, díganmelo.





miércoles, 8 de julio de 2015

El dilema de Rajoy







Rajoy apoyó, con ese espíritu decidido, entusiástico y desenvuelto que le caracteriza, la campaña de su correligionario político griego, Antoni Samaras, con ocasión de la campaña para las elecciones de aquél país del pasado 25 de enero. No sé si la mala fortuna o los nuevos vientos políticos proporcionaron a ambos unos malos resultados en sus respectivos y subsiguientes encuentros electorales. Entonces, Rajoy, encontró, en Syriza, un nuevo espantajo al que vapulear. Ahora el referéndum por el No del domingo pasado le ha supuesto un nuevo golpe bajo, tras haberse referido al binomio Syriza-Podemos como el causante de todos los males presentes y pasados, tanto de Grecia como de España.
Pero si la perseverancia en castigar a los griegos diera con ellos fuera del euro –como algunos prefieren-, parece que alguien, de dentro o de fuera, y yo me inclino más por la segunda posibilidad, ha debido advertirle en el sentido de que, si cae Grecia, puede que las cosas no acaben ahí, el siguiente en caer sea Portugal, y luego España, y Rajoy no quiere pasar a la historia como el presidente de un gobierno que dejó a España fuera de Europa, presa de la avidez recaudatoria de las grandes bandadas de buitres internacionales.
Es precisamente Varoufakis, el ex ministro de economía griego, ahora bautizado por sus adversarios como Varoufucker –yo lo traduzco como tocapelotas - quien en su El Minotauro Global, nos recuerda como el EEUU de la postguerra apostó por Alemania y Japón, sus encarnizados enemigos de la gran contienda para convertirlos en grandes países industrializados, más si cabe de lo que eran antes del conflicto. Las sumas de dinero que permitieron esto se quedaron pronto pequeñas ante las grandes remesas de fondos en sentido contrario, que alumbraron el inicio de la era del Minotauro. Está claro que Grecia, esa pequeña península de los Balcanes, nada tiene que ver, desde el punto de vista industrial, con lo que eran las potencias del eje –ya nos lo repite Rajoy como un mantra: España no tiene nada que ver con Grecia-, pero bien pudiera ser que desde USA se vieran las cosas con otra perspectiva. La presión que ejerce Rusia sobre el flanco oriental de Europa se acentúa lenta pero inexorablemente, y la necesidad logística de China (la gran potencia que se avecina) es creciente: no olvidemos que, aparte de El Pireo, Grecia tiene algo que la hace única: la mayor flota mercante del mundo, y aunque sea propiedad de menos de media docena de armadores, podría ser un bocado apetecible para el nuevo imperio oriental. Por consiguiente, aunque Grecia sea un pequeño país, tiene cierta posición geoestratégica y también cierto potencial militar, por cierto causante, en parte, de su desgraciada situación. Y hay quienes ven en el cambio de postura del FMI acerca de una reestructuración de la deuda griega, el interés estratégico de Obama para que Grecia se mantenga en las filas europeas.
Porque, por otra parte, de los estrategas de Bruselas se puede esperar cualquier cosa. Resumiendo. ¿Quién ha aconsejado a nuestro presidente ese atisbo de benevolencia para con Syriza-Podemos? ¿Quién le hará comulgar con esas ásperas piedras de molino tanto como para retractarse –no es que a él le cueste mucho rectificar, desde luego- y renunciar al ataque inmisericorde contra los venezolanos de Podemos-Syriza? ¿O podrá seguir sus naturales instintos?  Ese es el dilema que Rajoy tiene hoy, dos días después del referéndum, ante sí. Y es que, lo quiera o no, está condenado a convocar elecciones. ¿Por dónde saldrá este hombre?