miércoles, 29 de junio de 2011

Sintagma



Según el palabrero, que decía aquél, un sintagma es un grupo de palabras. Vamos, exactamente, lo que ustedes han podido ver, volando, por, entre, cabe, la plaza del mismo nombre en Atenas, yendo y viniendo de la policía a los manifestantes y viceversa. Lo hemos dicho muchas veces, si Roma es nuestra madre, bien podemos considerar Atenas como nuestra abuela. Una abuela próxima, con la que hemos convivido, que nos ha tenido en su halda contándonos viejas historias.

Porque  a historia antigua, a cuento oído, entre el crepitar de los troncos en el viejo hogar, nos tiene que sonar lo que está ocurriendo en esa casa solariega mediterránea que es, para nosotros, Grecia, ya que de su estirpe nació Roma, y de la estirpe romana venimos nosotros.

Vean, si no: El partido que gobernó el país los últimos años –léase el PP griego-, verdadero responsable de la actual situación, que llegó a maquillar sus parámetros económicos merced a la ingeniería financiera cocida en Goldman Sachs, uno de cuyos máximos responsables va a presidir ahora el Banco Central Europeo –es de suponer que como premio-, perdió las últimas elecciones generales. El partidor vencedor, en este caso, el PSOE heleno, abrió el horno, descubrió el pastel y se encontró, de hoz y coz, con el problema. El BCE, de acuerdo con el FMI, ha impuesto una terapia de reducción del déficit que ha llevado a la gente a las manifestaciones que estamos viendo. Y la derecha griega –vuélvase a leer, el PP- ha votado en contra. Esto último ha ocurrido hoy y es un fiel reflejo de lo que sucedió en Portugal esta misma primavera.

Cuando nos miramos en un espejo, éste nos devuelve la fiel imagen de nosotros mismos. Sólo, que a la derecha, vemos nuestra izquierda, y a la izquierda, nuestra derecha.

¿Estamos? Pues eso. 

sábado, 25 de junio de 2011

Gestos



Esto es la vida, una sucesión de gestos. De gestos, de frases, de hechos que, como si fuéramos actores, nos caracterizan, nos definen. Estos días estamos asistiendo, a una proliferación de estos gestos. Vean un somero sumario:

La Barbie Aristocrática –llámala así un amigo mío a la Cospedal, por su apariencia y porque dice que con el de quiere disfrazar un origen plebeyo- ha aparecido en la procesión del Corpus en Toledo, con todo el golpe de mantilla y peineta, rodeada de una cohorte de militares, con gran profusión de fajines y chapas, y de clérigos de morado y orondas panzas, que si fuera un acto particular y privado, no habría nada que objetar, pero que no tiene sentido si se muestra de tal guisa como presidenta de una instancia estatal. También con una chapa prendida al pecho apareció Martín Garitano para tomar posesión de su cargo como presidente de la diputación de Guipúzcoa –en adelante, Gipuzkoa- chapa que llevaba grabado el número de preso de Arnaldo Otegui, que hay quien dice que se va a poner de moda este verano.

Hay también apuestas sobre el tiempo que va a durar la bandera española en el ayuntamiento de San Sebastián. Yo opino que caerá en el momento en que se conozca la designación de la candidatura española a la capitalidad europea de la cultura para el 2016: una vez sabido esto, sea positivo o negativo, se arriará el signo del oprobio. Oprobio que tampoco casa muy bien con el dato que ofrecía el INE, días pasados: El nivel salarial vasco es, con diferencia, el más alto, entre todas las comunidades españolas (y el nivel de paro, de los menores). En cualquier caso, la corporación donostiarra ha empezado ya por retirar el retrato del Borbón que presidía el salón de plenos del ayuntamiento.

Otro gesto curioso ha sido la vuelta al límite de 120 Kms/hora en autovías y autopistas. Uno se pregunta: si el petróleo está a la baja –excepto en las gasolineras- ¿por qué no autorizar los 130? O bien, si el ahorro ha sido de 450 M€, ¿por qué no dedicarlo al servicio de la deuda soberana, ahora que estamos en máximos de la prima de riesgo?

En fin, juzguen ustedes mismos, vean los gestos, analícenlos y piensen en positivo. Hemos entrado en el verano y se acercan tiempos más placenteros.


domingo, 19 de junio de 2011

Albures



Sin duda saben ustedes que hace tan solo horas el vocablo Querétaro ha sido elegido como la más hermosa palabra en español. Cosa con la que estoy bastante de acuerdo, dado que mis favoritas eran palabras tales como Solórzano, Cabuérniga y Cillorigo –que yo creo que ha perdido la tilde en su segunda sílaba- y que conducen, todas ellas, a mis ancestros.

Pero quiero mencionarles aquí a un muy buen amigo mío, Juan José López de Abienzo, que yo tengo por mejicano y que hunde sus raíces en Puente Genil  y en Cuzcurrita del río Tirón, y que como gran aficionado a los albures, me enseñó el siguiente: Yo querétaro meter mi tepetzingo por tu culiacán, y después, mi teamate por tu cacahuamilpa.

Espero que el día llegará en que ambos, con Marie France y Zubi, nuestras esposas, podamos rendir una cumplida visita a esa hermosa ciudad del Bajío.

sábado, 18 de junio de 2011

Politiquerías



Salomé es una mujer de gran belleza que sostiene entre sus manos la bandeja de plata con la cabeza de Juan el Bautista. De éste, ya sólo quedan sus barbas floridas y su cabellera alborotada.
Hoy en día, en la ciudad que habito, hay otra bandeja con una   cabeza sin pelo y una barba rasurada, perteneciente a quién mantenía un discurso libre y original; sin pelos en la lengua y crítico con los suyos y con los adversarios.
Por eso, los suyos –no se quién habrá jugado el papel de la hermosa Salomé- han ofrecido su cabeza a la oposición, cabeza que, como es lógico, no ha sido aceptada.
¡Qué prodigio de estrategia política! Ahora, los enanos de toda laya tienen el camino expedito.


Dicen que estaba un caballo pastando a orillas de un río no muy caudaloso, una buena mañana de verano; solía cruzar fácilmente el arroyo y alternaba los pastos de una y otra orilla. Un escorpión que le vio y necesitaba pasar al otro lado, le pidió el favor de dejarle subir a su grupa, de lo contrario se le llevaría la corriente. El caballo, prudentemente, repuesto del susto de ver tan cerca al escorpión, le hizo ver lo inconveniente de su propuesta:
-         Me clavarás tu aguijón al llegar a la orilla.
-         Te prometo que no lo haré.
El caballo –por eso le llaman el noble bruto- accedió, y, efectivamente, antes de descabalgar, el escorpión le hincó su mortífero aguijón.
-         Lo siento -le dijo-, no he podido evitarlo, yo soy así.
Ustedes habrán podido escuchar este cuento con otros animales como protagonistas, pero en esencia, la historia es la misma. Se lo recordaba yo a un conocido mío, simpatizante de EA:
-         Prescindirán de vosotros cuando ya no os necesiten.
-         ¡Qué le vamos a hacer! Nosotros también somos así…


Por otro lado, estos días ha habido en la ciudad, unas jornadas sobre transporte urbano, con otras cinco ciudades europeas, y en la alocución que les dirigió el nuevo alcalde –en euskera, naturalmente- hizo una defensa pública del autobús como medio de transporte racional y  ecológico. Se agradece escuchar esto viniendo de donde viene; ¡si supieran ustedes cuántos autobuses han acabado, no ha tanto tiempo, pasto de las llamas!

miércoles, 15 de junio de 2011

Borges








Ayer fue el vigésimo quinto aniversario del fallecimiento de Borges; todos hemos tenido ocasión de ver y leer reseñas sobre su figura, lo que supuso para la literatura en español, sus relaciones con la dictadura de Videla, lo que expresó acerca de Pinochet, sus contradicciones, en suma.

Hasta de su preferencia por la milonga, en detrimento del tango, que si lo consideraba italianizante, en contra de la tradición de la guitarra, trabajosa, como expresa en algún pasaje.

Pero, y esto quiero decirles, en Hombre de la esquina rosada, que he leído innumeras veces encontrando siempre cosas nuevas, se habla de tango y de milonga y de habaneras, de guitarras y de bandoneones y hasta de violines –en un lugar tan poco apto como el galpón de Julia, entre el camino de Gauna y el Maldonado-, de modo que ¡quién sabe! Yo desde luego, sobre esos menesteres, lo poco que conozco lo aprendí en un viejo almacén en Balcarce, esquina a Independencia, y lástima que ya no exista: sería un magnífico lugar para doctorarse en estas hermosas cuestiones.

Así que agarren estas cosas con pinzas, que suele decirse, pero no dejen de frecuentar a Borges; eso sí que es impagable.

martes, 14 de junio de 2011

Baba de caracol






Pertenezco a esa mayoría social que encuentra los anuncios de televisión mucho más interesantes que la programación de relleno. Todos sabemos, queridos lectores, -a propósito, ¿hay alguien por ahí?- que el objetivo de la televisión son los anuncios, que es donde se gana el dinero, gran parte del cual se dilapida de mala manera en los programas. Por eso no sorprenderé a nadie al decir que estudio los anuncios, los comparo, y llevo unas fichas donde anoto las reflexiones que cada uno me provoca, y anualmente me hago una especie de clasificación. Confidencialmente les diré, -en serio, ¿hay alguien? ¿Sí? ¿Usted?-, le diré, decía, que entre los que más me gustan están los de colonia para caballero.
Me imagino que usted, al igual que hago yo, no sólo ve el anuncio, sino que se interroga por lo que hay detrás del mismo: Quién lo piensa, quién lo lleva a cabo, quién lo paga. Dentro de esta última categoría quiero hablarle, amable lector, de uno de esos negocios que empiezan como pequeñas y humildes actividades cuasi mercantiles, y que, por distintas circunstancias donde influye la suerte, pero también, y en no menor medida, el espíritu emprendedor de nuestros empresarios, devienen, al tiempo, en industrias prósperas, rentables, y de un gran futuro. Casos de éxito que se estudian en las escuelas de negocios donde se forma la clase dirigente que ha de tomar el relevo en un futuro ya inmediato.
Por razones que no vienen al caso, he trabado gran conocimiento con una persona cuya historia voy a narrarle,- ¿le importa que nos tuteemos?, ¿no?-, en la extensión que permiten estas líneas. Empezó recogiendo los caracoles que buenamente podía, por entre las piedras del campo, ya me entiendes. Contrató después gente sin calificación alguna, desocupados temporales, prejubilados de la banca, y enseguida, inmigrantes.
Hoy tiene prósperas granjas. ¿De caracoles?, me preguntarás. Sí señor, de caracoles. Te explico: este molusco gasterópodo es hermafrodita, por lo que su crianza en gran escala no plantea grandes problemas, vamos que no hacen falta ni apareamiento ni inseminación artificial: unas mínimas condiciones de humedad relativa –entre el 60 y el 80%, creo que me dijo- son suficientes para tal fin. Hasta ahora los alimentaban con salvado, pero están desarrollando ya un nutriente en el que se incorpora la propia concha del caracol, que trituran en unos pequeños grupos móviles desarrollados ad hoc.
Ya criados y en su peso, se hace que suelten la baba, al tiempo que se les somete a un proceso de cocción, donde naturalmente, la palman. La carne, ya cocida, se enfría rápidamente y se congela para poder ser vendida en los canales habituales. Habrás observado un notable aumento de platos de caracoles bajo distintas rectas culinarias en todo tipo de restaurantes, incluidos los de menú del día. ¿Qué sólo comes a la carta? Pues vaya presupuesto.
A lo que iba, envasados al vacío o congelados, se pueden encontrar en todas partes, desde tiendas de delicatessen hasta grandes superficies. Lo mismo ocurre en Francia, -te lo digo por si viajas al país vecino-, sólo que allí los llaman escargots, pero conste que proceden de las granjas de mi amigo. Ya sabes, los franceses son muy suyos.
¿Y donde está el negocio?, te preguntarás, ya que hasta ahora no te he contado nada que no fuera conocido. Pues en la baba, amigo mío, si me permites la familiaridad. La baba que esos cornúpetas invertebrados sueltan en abundancia, se hace pasar por unas piscinas de decantación, se centrifuga a continuación, y una vez totalmente seca, se le añaden los excipientes, esencias y aromas apropiados y se envasa en unos frasquitos que se venden a 80 euros, ya que tiene unas propiedades maravillosas para el tratamiento de la piel. Porque es bien sabido que el caracol regenera su concha si por cualquier razón la hubiera perdido. En ese principio activo que se encuentra, como ya habrás adivinado, mi querido e inteligente lector, en la baba del caracol, han encontrado los más conspicuos científicos del Laboratorio Nacional para la Investigación Epidérmica Marqués de Cantarranas, el remedio que la humanidad estaba esperando desde el origen de los tiempos para los problemas cutáneos de todo aquél que disponga de 80 euros y no sepa qué hacer con ellos.
Como no todo es un camino de rosas, esta floreciente empresa tuvo que hacer frente a una competencia claramente desleal, que obtenía la baba, no del caracol, sino del limaco. Claro, la baba a simple vista es la misma, por lo que fue muy fácil embaucar al consumidor en una primera instancia, pero ya sabes que el limaco no tiene concha, por lo que su baba mal puede contener ese principio activo y ser capaz de regenerar lo que no está en su ser. Aprovecho este inciso para advertir que las pruebas realizadas con la variedad de caracol chupalandero, no han dado, ni de lejos, los mismos resultados, por lo que si esta información llega por cualquier avatar de la vida, a algún emprendedor de Murcia, le aconsejo que piense en otra cosa.
Le oí decir, hace unos años ya, a Schumpeter, en una conferencia que pronunció en el Ateneo de Rucandio, que el número de imbéciles es infinito y crece en progresión geométrica. Que por cierto, he de manifestarte que nunca he entendido  bien tal aseveración, pues si el número de imbéciles es infinito, ¿cómo podría crecer dicho número, no ya en progresión geométrica, ni aritmética, sino, simplemente, crecer a secas? La única explicación que he podido encontrar es que sea algo parecido a lo del Big Bang –no confundas con el Big Ben, que está en Londres-, y que el universo de los imbéciles esté también en continua expansión.
Ahora mi amigo está pensando en cómo invertir entretanto los pingües beneficios, más que nada por diversificar y parece que se decanta –por lo de las piscinas, ya me entiendes, ah! ¿Qué te llamas Lucas?-, por editar, te decía, en DVD, el programa ese de Mira quién baila.
Y es que lo de la nietísima tiene mucho gancho. ¡Hasta luego, Lucas!

viernes, 10 de junio de 2011

!No nos falles!





Fue un grito que se escuchó en la noche del triunfo electoral socialista en las elecciones de 14 de marzo de 2004. ¡No nos falles!, o al menos, yo lo recuerdo así, pronunciado por un grupo de jóvenes, satisfechos y expectantes ante la oportunidad que se nos abría a todos los ciudadanos que veníamos más que hartos de las dos legislaturas de Aznar. ¡No nos falles!, le pidieron a Zapatero, y a la primera ocasión sacó las tropas de Irak…, después ha habido de todo, una primera legislatura lo bastante buena como para ganar la segunda, y luego, de hoz y coz, la crisis. ¡No nos falles!,  implica también que si nos fallas no te lo perdonaremos, te lo recordaremos la siguiente vez. Pero parece ser que eso no lo sabía Zapatero, o si lo sabía se le olvidó.

¿Por qué ha fallado Zapatero y de rebote todo el partido socialista? ¿Por qué han fallado a aquellos jóvenes y también a los que ya no lo eran, a los que eran maduros y a los que estaban en la vejez? Si hacemos oídos al partido de la derecha la respuesta es contundente: Han enviado al paro a cinco millones de españoles –bueno, en aquellos momentos, ya había dos y medio, pero no nos vamos a poner a calcular esa cifra con tanta exactitud. Y además, no hay expectativas reales de que esa situación cambie a corto y medio plazo.  Y estarán ustedes conmigo en que ésta es una explicación, digamos, simplista.

He visto en la prensa dos noticias que me han llevado a esta reflexión. La primera hace referencia a un editorial de Financial Times, con ocasión de los resultados electorales españoles, donde dice que el PP en vez de pedir un adelanto de las elecciones, lo que debe hacer es apoyar al Gobierno, que “lo ha hecho bien y merece otros diez meses para continuar con sus reformas”. Añade la mayor fuente de información económica europea que, con unas elecciones, aumentaría el riesgo de un posible rescate para España. Y que el PP “debe ahora respaldar el esfuerzo de austeridad de Zapatero. Sin embargo, se ha beneficiado de ser ambiguo sobre la necesidad de recortes en el gasto público. Esa posición no es sincera y, a medida que el poder del partido crece, tampoco es sostenible", resume el editorial.

El otro artículo, Cuando la austeridad falla, Paul Krugman, Nobel de Economía en el 2008 y máximo adalid de las políticas neokeynesianas, nos habla, una vez más, de la gran contradicción que reside en esperar un incremento del empleo y del crecimiento en una situación de reducción presupuestaria y de control del gasto, y de la espiral que esto provoca, trazando un negro panorama sobre las posibilidades griegas de devolver sus préstamos, y de rebote, de los otros países que estamos afectados. Y encima con el aviso de Trichet de que los tipos de interés seguirán el camino de la subida como herramienta de lucha contra la inflación. Según Krugman, Europa puede, con estas medidas, convertirse en el epicentro de una nueva crisis financiera.

¿Qué opinarán los jóvenes del ¡No nos falles! sobre el apoyo de los halcones económicos a la política de Zapatero? Es curioso, ¿verdad? Que reconozcan que este gobierno esté siguiendo esa política al tiempo que lanzan una reprimenda a la oposición por criticarla. Que otra política es distinta nos lo dice Krugman, pero también es cierto que la corriente actual en Europa es la contraria, la de los recortes y la austeridad. ¿Podría haber seguido Zapatero una política diferente a la que sigue el BCE? Evidentemente, no, se lo recordaron muy claro el 9 de mayo del 2010, y entonces, como Pablo de Tarso, cayó del caballo y abrazó la nueva fe.

Y esto es lo que creo que hay que reprocharle a Zapatero. Nos ha fallado estrepitosamente porque no había sido elegido para llevar a cabo esa política. Eso es algo que no le corresponde a un partido socialdemócrata. Tenían que haber dejado el poder. Esa política correspondía a la oposición y no es bueno mezclar las cosas. Y no supo explicarlo. No supo explicarlo de ninguna manera.

Y se empeñan en continuar con lo mismo. ¿Hasta cuando, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?, se preguntaba Cicerón en sus conocidas Catilinarias.

martes, 7 de junio de 2011

Noticias de Egipto


            Hace algo más de dos años, en abril de 2009, publiqué este relato bíblico en Euro Equipos y  Obras, ante el empeño ciego de los socialistas de encarar la crisis desde el poder, en tanto los otros partidos políticos adoptaban unas posturas más cómodas en la oposición, que les han llevado al triunfo electoral actual. 

              La patada a la crisis que los españoles han dado en el culo del partido del gobierno -lo mismo que ha sucedido en Portugal- ha venido a darme la razón; vaticino ahora que la patada se repetirá, con mayor o menor violencia, en las próximas elecciones. A lo máximo que puede aspirar el partido socialista con su nuevo candidato es a una derrota dulce que le permita mantener el poder mediante pactos florentinos con los partidos nacionalistas que, como siempre, benefician a éstos.













NOTICIAS DE EGIPTO






Por aquellos días, las doce tribus de Israel encontrabanse harto revueltas. Grandes plagas se cernían sobre el mundo y la necesidad y aún el hambre se percibían como una amenaza no muy lejana. Las doce tribus, si no eran en realidad diecisiete, por la gran división que en ellas habíase producido, reñían entre si como hijos malcriados que deseando escapar de la égida del padre, buscan ansiosamente mejorar su situación, aún a costa de perjudicar la casa común. Egipto tenía nuevo faraón, del que se decía que era negro, quizás de origen nubio, y aunque muchos tenían puestas en él sus esperanzas,  otros veían en estos hechos el anuncio claro y meridiano de que las desgracias no harían sino aumentar. La huida de Egipto, el retorno a la tierra prometida, se antojaban  como la única salida razonable para el pueblo elegido, tarea que no estaba exenta de grandes peligros e incomodidades.   

Así pues, en aquél tiempo dijo Zapatero a sus discípulos: “¿No sería más prudente dejar que estas plagas que Yahvé nos envía las administre Rajoy? El pueblo de Dios sufrirá las consecuencias, y al final, cuando vayan a llegar las vacas gordas, harto ya de sufrir, dirigirá hacia nosotros su mirada ansiando que suavicemos el trato, dispuesto a compartir las migajas de la recuperación, y nos votará en las elecciones de dentro de cinco o seis años. Por eso en verdad os digo que no debéis de preocuparos por el escaso apoyo que tendremos en el Sanedrín. Los fariseos del PP nos ayudarán a desalojar a los zelotes del PNV, luego nos ganarán las elecciones que tendremos que convocar cuando no podamos gobernar en minoría y de ellos será la responsabilidad de cruzar el Sinaí. Al final la tierra prometida será nuestra, dado que Rajoy no discierne quienes son en realidad sus adversarios, si nosotros o los más de entre sus propios saduceos”.

Estas palabras causaron gran conmoción entre los discípulos, hasta el punto de que algunos parecieron caer en gran desaliento. Pero Zapatero continuó hablando y les dijo: “En verdad, en verdad os digo que se avecinan grandes cambios, y este momento de vacas flacas será largo y difícil. El pueblo de Yahvé ha experimentado gran crecimiento, mas este tiempo ha llegado a su fin. Veréis que será más difícil criar a los hijos, los graneros quedarán esquilmados, las cosechas serán más parcas y de ellas habrá que comer, por lo que el excedente será mínimo, no alcanzando para todos, y en muchos lugares no quedará semilla para la siembra. Por eso habrá que hacer durar más tiempo todas las cosas, y los asnos morirán de viejos en los surcos antes de que los hijos de Israel puedan siquiera pensar en comprar otros más jóvenes. Porque ¿qué padre de familia no dudará en administrar bien su hacienda ante semejante situación? El pueblo elegido nos ha acompañado en estos años de abundancia, mas es seguro que nos volverá la espalda ahora que la situación ha empeorado. Entonces, os pregunto, ¿no será, acaso, más prudente que guardemos nuestro caudal político para mejor ocasión y que sean otros los que conduzcan al pueblo en estos tiempos de incomodidad que se avecinan?”

Y siguió hablando Zapatero: “Cruzar el desierto del Sinaí no será tarea fácil y las aguas del Mar Rojo andan encrespadas. Muchos perecerán en el camino y las madres nos culparán de la pérdida de sus hijos. Dejad que Rajoy tome el mando, organice la marcha, reparta las pocas provisiones que tengamos, que no llegarán para todos y se enfrente al descontento de la gente. Al llegar a la tierra prometida aún habrá que arar la tierra y esperar la cosecha, que con la ayuda de Yahvé será buena. En ese momento Egipto asimismo habrá mejorado y el trato con el faraón beneficiará a nuestros comerciantes. Esto nos traerá riqueza y así, cuando nuevamente se convoquen elecciones el pueblo elegido nos llamará, pues en su memoria quedará sólo lo más reciente y estaremos listos para administrar los años de bonanza” Así habló Zapatero de modo que todos tornaron a discurrir qué hacer para que todo así ocurriera.

lunes, 6 de junio de 2011

Portuñol

             Recién pasadas las elecciones generales en Portugal, y en mi tarea de recuperar entradas caídas en la etapa anterior de éste blog, me parece que viene muy a cuento ésta, que lleva la fecha de 11 de abril -anterior, también, a las municipales españolas del 22 de mayo- por la validez de sus supuestos. Y no porque yo haya acertado en mis previsiones, que es que te lo ponen a huevo, como se dice vulgarmente, sino porque muestra la forma de hacer política de algunos partidos: Rechacemos lo que dice el gobierno, aunque sepamos que nosotros haríamos lo mismo, dejemos que se desgaste en esa labor, y aprestémonos a recoger los frutos que, maduros, caerán en nuestras manos. Y entretanto, del consiguiente desgaste del país, también le echaremos la culpa al gobierno; nosotros aún no hemos llegado.


                                                                 
                                            PORTUÑOL




          En este asunto del rescate portugués, la opinión general es que hay muchas diferencias con el posible caso español. Que si estamos mejor, que si somos más grandes…



             Un servidor, que siempre mira el lado contrario, ve bastantes parecidos, a saber:
·        En ambos países gobierna la, digamos izquierda, en tanto que la, digamos derecha, está en la oposición.
·     En ambos casos, es el gobierno quién debe tomar las medidas impopulares, a lo que se niega la oposición.
·                   En ambas democracias habrá pronto elecciones generales.
·                 En ambos supuestos, se espera que gane la oposición.

¿Tiene alguien la más mínima duda de que, al final de esta secuencia, sea quien sea el que gane, el nuevo gobierno practique la misma política que el anterior?
¿Merece la pena preguntarse algo más?







domingo, 5 de junio de 2011

La Doña





Y, ante todo, que conste que no tengo nada contra Alemania; antes bien, soy un gran admirador de ese país, de sus filósofos, de su música, de su cultura en suma, y tengo, entre mis sueños inalcanzables ya, el íntimo deseo de hablar la lengua de Goethe.

Pero, qué quieren que les diga, no tengo en gran estima a esta émula de vía estrecha de la Tatcher, que, para disimular, populariza esos trajes de chaqueta que parecen estilo Mao.

Así que comprenderán que, tras esos comentarios de que si trabajamos poco, que si tenemos muchas vacaciones, que si nuestros pepinos y nuestras hortalizas, etcétera, haya yo tenido un pequeño consuelo cuando me enteré de que Irán negó el paso por su espacio aéreo al avión que la llevaba a la India, obligándola a aterrizar en Turquía, repostar y reemprender el vuelo cuando el permiso estaba listo. Yo sé lo que joden estas cosas, pues tuve la misma experiencia volviendo de un viaje a Beijing y pretendiendo cruzar por la Mongolia Exterior. Hasta creo que desde ese momento miro con otros ojos al Ahmadineyah ese.

¡Ah, estos dictadorzuelos! ¡Cómo disputan entre sí!



La puta con armiño






Según el María Moliner, las prendas confeccionadas con la piel del armiño, con sus características motas negras, eran el símbolo de la realeza. Entiendo yo que esta era la razón por la que Leonardo pintó el retrato que ahora se expone en Madrid. Porque quién pagó el encargo al genio de Vinci, quería hacerse con todo el poder que consideraba le pertenecía por linaje –qué importa ahora ya quién era, de qué ducado italiano era pretendiente, créanme, no lo sé y no considero necesario documentarme- y, claro, aquél, reprodujo al dichoso animalito entre los amorosos brazos de la joven que era la amante del paganini. Y, naturalmente, si éste hubiera triunfado en sus pretensiones, y si éstas hubieran perdurado hasta nuestros días, hoy, esos supuestos reyes de Italia, serían los descendientes de una puta. Porque eso y no otra cosa eran esas cortesanas que pululaban por las cortes, tratando de conseguir los favores de los poderosos mediante el empleo de sus dones naturales.

¿A qué les suena esto? ¿Qué similitudes encuentran en nuestros días? Qué poco ha cambiado el mundo, ¿verdad?

Eliacel




   



Los turistas se dan media vuelta donde la caseta de los guachimanes(*). Un cartelón  de madera, colgando de un poste, lo advierte bien a las claras: “Está usted abandonando la zona vigilada del complejo”. Si hace caso omiso, el lector encontrará enseguida un camino, carretera estrecha, que serpentea en paralelo a la costa, ora junto a ésta, ora junto al límite impreciso que señala el comienzo del manglar. El suelo, de la arena sin polvo de la caliza coralina, va pasando del blanco al verde, conforme se acerca tierra adentro, a medida que la vegetación lo va cubriendo. El lector puede gozar también del blanco en la espuma del arrecife, del azul en el agua, del esmeralda en la playa, del azul lechoso del mediodía sobre su cabeza, y otra vez de los tonos del verde en la vegetación exuberante del manglar. El sol en lo alto arranca destellos al pasar por entre los cocoteros y recalienta la arena del suelo. Sólo la brisa que viene del mar trayendo los aromas intensos de la sal y del yodo es capaz de hacer soportable el paseo, refrescando el ambiente.
El caminante va a buen paso, llenándose de colores, olores y vientos. Sólo desea, para darse la vuelta, llegar a algún punto distinto que rompa esta hermosura. Un recodo del camino desde donde se puedan observar otros horizontes. Tiene idea de haber visto un mapa donde aparecía un brazo de mar, o la desembocadura de un río, no lo sabe a ciencia cierta. Caminando, imagina un río en aquellos parajes, que traiga las aguas de las lejanas montañas y drene las del manglar. Por fuerza, ha de ser un río caudaloso, de aguas fangosas y turbias, fluyendo espesamente, con esa determinación mineral que muestran los ríos en su último tramo. Será un río sin riberas, con unas orillas bajas y frondosas, como si quisieran darle sombra. Ve los pequeños remolinos que se forman en la superficie, yéndose y desapareciendo con la corriente, las canoas que lo surcan, largas  y estrechas, impulsadas por un fueraborda y gobernadas por pescadores de piel curtida, sombrero ancho de paja, pantalones cortos y sandalias de goma...
Pero al rato, lo que ve entre unos árboles, es una casa, mejor dicho dos, una de ladrillo y otra más pequeña y vieja de madera.
Eliacel dice tener ocho años. Debe ser cierto, por el bulto y porque a esa edad las mujeres no tienen motivos para mentir. Vive en la casa de ladrillo, la otra está vacía y abandonada, y su papá cuida de los cocoteros, que pertenecen, como todo lo demás, a los Valdeses. Según cuenta, no es bueno estar debajo de los mismos cuando hay viento fuerte, pues si te cae un coco encima, te desbarata. Su mamá sufre de presión y cuando la tiene muy alta se pone a morir, pobrecita, y Eliacel debe cuidarla y hacer la comida. Su papá tiene dos caballos y dos burros y una marrana con lechones que todavía andan a la teta. Comen el fruto de las palmeras. Ya lo dijo Juan Luís (*): ... las palmeras son más altas y los puercos comen de ellas... recuerda el caminante.
Eliacel tiene la piel color chocolate, y en las rodillas unas postillas muy recientes, con tonos violeta en los bordes. El caminante no se preocupa; parece tener excelente encarnadura. A Eliacel le gusta que el caminante comente lo bonito que es su nombre, y metida a confidencias, le cuenta a éste, que teme al chupacabras y a las serpientes que se tragan enteros a los niños y habitan en la espesura del manglar. Cuando piensa en eso, en las noches, se pone temblorosa, pero de día no tiene miedo.
El caminante quisiera quedarse más tiempo con Eliacel, pero debe volver. También quisiera darle un pequeño obsequio, pero no lleva nada encima, ni banal ni de valor, que pueda ofrecerle. Le ofrece un beso y ella lo rechaza. Se despiden haciendo adioses con las manos.
El encuentro le ha dejado un sabor agridulce en el corazón. Al cabo de un rato, cuando de nuevo divisa la caseta de los guachimanes, va pensando en el beso que le ha sido negado. ¿Será también, en esas espesuras, el cariño un bien tan escaso que la pobre Eliacel no esté acostumbrada a esos lujos? Se consuela pensando que Eliacel también se acordará por unos momentos de él, y se arrepentirá de no haberle besado.



(*) Guachimán: del inglés, watch  man, vigilante.
(*) Juan Luís Guerra, músico dominicano.



Recuerdo de un paseo, con mi mujer, por la costa en República Dominicana.





              




sábado, 4 de junio de 2011

Bruch







Paso, al menos dos veces al día, por delante de un supermercado, ante cuya puerta practica la mendicidad un rumano, ya en la cincuentena, a quien, como se comprenderá, conozco perfectamente; es decir, que no me equivoco de persona.
Hoy, en mi segunda pasada por el lugar mencionado, he podido verle tocando un gastado violín. Me ha parecido que se trataba de fragmentos del segundo movimiento del concierto para violín y orquesta n º 1, de Bruch, y he de reconocer que lo interpretaba con fidelidad.
Me he parado, y al finalizar su interpretación, le he comentado:
-Tocas muy bien.
-Gracias. ¿Tiene algo para darme?
-¿No podrías ganarte la vida tocando el violín, en vez de pedir?
-Es posible, pero pedir es más descansado. Y rinde más.
Luego ya, en casa, me he preguntado por qué, los profanos en cualquier instrumento, tendemos a creer que la música es siempre algo más que un oficio.


El don del Nilo

  

          Lo que viene a continuación es la crónica de un viaje por Egipto en la Semana Santa del 2009. Así lo vi, así lo escribí y así se publicó; qué lejos de la realidad que hemos conocido recientemente. Pero precisamente por eso, lo someto ahora a ustedes.






         Esta Semana Santa he estado en Egipto. Es una de las cosas buenas que tiene escribir para esta revista: no te impide viajar a ningún país. Por contra tampoco te paga ningún viaje, claro. Así se instaura una relación biunívoca de libertad.

         El viaje ha colmado ampliamente todas mis expectativas. Había refrescado mis remotas nociones sobre el arte faraónico, pero disfruto ahora de una forma distinta de ver los bajorrelieves y la escultura. El naturalismo que exhalan es como un soplo de aire fresco, muy lejos del consabido hieratismo que yo les atribuía como característica especial. Por  no hablar de pirámides, esfinges, obeliscos o templos.

         Me ha interesado sobremanera el país en sí. Desde el Mediterráneo hasta Abú Simbel hay casi mil quinientos kilómetros de río, que da sentido al país, que es el país, que es el río por antonomasia, con una margen derecha como un vergel y una margen izquierda donde el desierto, en muchos lugares, besa el agua. Un país de borriquillos y camellos, de fellahs que obtienen tres cosechas anuales, de atosigantes vendedores que no rehúyen salir en las fotos, incansables también por sacar al turista una última moneda más, de amaneceres radiantes y ocasos de ensueño, trufados de faluchos con su vela latina al viento septentrional, de gente abierta y eterna sonrisa, un país de ochenta millones de habitantes con una tasa de crecimiento vegetativo que pronto le llevará a los cien, un país donde la presencia de la policía y el ejército es una constante, aunque uno se consuele pensando que los terroristas serán tan poco diligentes como los guardianes de la paz.

         Es un país, en suma, inmenso, pero con la población concentrada en el valle del Nilo y en el Delta, con unas altísimas densidades de población. Pero también, un país de gran importancia geoestratégica, que alberga el Canal de Suez, por donde cruzan al año 18.000 barcos que dejan 6.000 millones de dólares anuales, comunicando el Mediterráneo con el Mar Rojo, y éste, por el golfo de Adén, con el Indico. Con riveras tan conflictivas como Yemen, Somalia, Sudán o Eritrea. Con un gobernante de ochenta y seis años al que parece que sucederá su hijo, apoyado en el ejército –como en Siria-. Un país en permanente y latente conflicto con Israel, de quien es enemigo histórico, pero con quien comparte los mismos intereses por la estabilidad de la región, intereses  a los que no es ajena Europa. Que tiene por occidente frontera con la Libia del Coronel Gadafi, que tampoco debe ser un vecino cómodo, pero con la ventaja del común desierto entre ambos. Con disputas por los derechos del agua con no menos de siete países aguas arriba. Con un proyecto de canal para irrigar enormes extensiones de desierto, usando las aguas embalsadas del lago Nasser, que contienen el fértil limo. Limo que ya no tienen las aguas de Asuán hasta el mar, y que obligan hoy a un cultivo menos natural, con fertilizantes químicos, enfrentándose a próximos problemas de salinidad. Un país, en fin, viejo y joven a la vez. Viejo porque siendo el extremo occidental del fértil creciente, ha sido una de las cunas primeras de la civilización, y joven porque lo son  sus gentes, con su carga típica de subdesarrollo, crecimiento y superpoblación.

         Un país donde hay una minoría, exigua, de judíos y otra, más representativa de coptos,  que ya no tienen la importancia de antaño, ambos con sus templos respectivos abiertos y en uso. Y donde el islamismo deviene día a día no sé si más extremista o más tradicionalista. Y donde hay una etnia no árabe, la nubia, de la cual nuestro guía dijo que cuando estaban solos hablaban su propio dialecto; a lo que uno de Terrassa, que estaba a mi lado, señaló: !home …, com nosaltres!. 

         En fin, es lo que me ha llamado la atención de este gran país; los puntos de interés, las rutas, los cruceros, el Museo Egipcio, etc., se encuentran en cualquier guía de viaje. Pero otra cosa impagable sobre Egipto es la lectura de El Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, cuatro novelas que suman unas mil quinientas páginas, y que aparte de su enorme valor literario, anticipa premonitoriamente alguna de las cuestiones que hemos comentado más arriba. Y navegar por el Nilo, deslizarse blandamente por sus aguas, llenarse de sus orillas, de sus paisajes, es una experiencia inolvidable. Como un viaje de novios. Así lo ha sido también para mí y para mi mujer, treinta y seis años después del primero.


José María Pozas, mayo de 2009

La patera





 I


        

           Había venido, como tantos otros, arrastrado por la esperanza de  una vida mejor. Dejó a sus espaldas, en su pequeña aldea rifeña,  familia, amigos, los sueños de la niñez.
         Por la noche, en el camastro del barracón, cuando se sentía bien y no estaba demasiado cansado, o los domingos, cuando no trabajaba y se podía sentar al calor del sol, Ahmed gustaba de recordar todo aquello que había dejado atrás. El sabor de los dátiles, la leche de cabra, las correrías con los otros niños por las empinadas callejuelas de la aldea, la blancura de ésta recostada  en la ladera, el verdor de los olivares salpicados del blanco de los almendros, los chapuzones con sus primos en el remanso que formaba el arroyo, donde lavaban la ropa las mujeres... Allí fue donde se fijó en Jadicha; luego supo que hubiera sido igual que se fijara o no, estaban predestinados el uno para el otro. Recordaba las largas veladas de invierno en la cocina, entre los dulces murmullos  de las  mujeres y las historias que contaba el abuelo. 
         Este se había enganchado al Tercio,  y le trajeron a España cuando la guerra. De ella volvió renqueante de una pierna y sin el dedo meñique de la mano derecha. Gracias a esto se había hecho con el  pequeño patrimonio familiar. Pero éste patrimonio no bastaba para dar de comer a toda su descendencia, y  Ahmed, ¡ay! era sólo el tercer hijo varón del tercer hijo varón  del viejo. Por eso pensó en dejar la aldea y venirse a España, como su abuelo, en busca de fortuna.
         Mas, a diferencia de éste,  Ahmed hubo de hacerse un sitio en una patera, y quizás la forma en que lo consiguió estaba en las razones que los demás tenían para no dirigirle la palabra. Al menos, corrían versiones distintas y ninguna le favorecía. También pudo ser que su carácter no le granjeara el afecto de los otros. Sea como fuere, siempre se le veía serio y apartado de los demás. Un carácter cada vez más tosco y huraño le hacía ser distante y desconfiado. Quizás por eso, después de casi diez años en España seguía sin tener papeles. Siempre había desconfiado de las autoridades y no se había acercado a ellas para obtenerlos. Por lo mismo, los patrones para los que  trabajaba, le pagaban menos, y alguno hubo que ni le pagó. Así, la poca ganancia, la inseguridad, y la falta de relaciones, le hacían, con mayor frecuencia, pensar en un posible regreso.
         Todos los que retornaban lo hacían en el transbordador y cargados de paquetes. Él, al no tener papeles, habría de viajar igual que la primera vez: en la patera. Empezó a cavilar que éstas, al menos las que hacían la travesía con éxito, volverían de vacío para reiniciar otro viaje.
            Eso es lo que él podría aprovechar: le cobrarían poco ya que era un viaje de retorno y no llevaría bultos.
           En esto pensaba cuando veía el poco futuro que se le ofrecía en España en su situación: no podía andar siempre de ilegal. Claro que por contra la perspectiva de volver a la aldea con su fracaso a cuestas no le seducía mucho. Pero lo peor era la patera. A veces en interminables pesadillas y otras bajo la depresión del frío y la lluvia, recordaba la negrura de la noche durante la travesía, los temibles bandazos que daba la barca y los golpes de agua que le venían a la cara. Agua salada y fría que le empapaba hasta los huesos y le hacía aferrarse a la amura, pensando que en el siguiente envite del mar, irían a pique. Aquellas horas en la patera se le habían quedado grabadas en lo más hondo de su ser. Por eso se prometía a sí mismo no volver a embarcar en su vida, pero cada vez la idea se le hacía más insistente: no tenía otra  salida, volvería a la patera y volvería a su casa, fracasado, humillado, derrotado. Aceptaría los reproches, las burlas, lo que fuera, pero no soportaría más la vida en España, de trabajo en trabajo, sin papeles, explotado por patrones y capataces y sin amigos.
                           

II
        
         El Cabo Morales acudió presto a los gritos de su compañero. Le fastidiaba que le asignaran guardias nuevos para las rondas, se asustaban de cualquier cosa. Pero los gritos de éste le helaron la sangre:
                  -¡Cabo!  ¡Mire!  ¡Ahí!
         Detrás de una roca vio un moro muerto. El guardia estaba como petrificado, pero reaccionó al verse acompañado y empezó a moverse hacia un lado, por donde las rocas.
         El Cabo Morales se inclinó sobre el moro: No llevaba documentación, era lo normal. Llamó al guardia.
                  -¿No quiere que busque más, Cabo? - contestó éste.
                  -No te molestes, no hay más, éste estaba solo.
                  -¿Cómo lo sabe, mi Cabo?
         El Cabo Morales le enseñó las etiquetas de la chaqueta y el logotipo del buzo que llevaba debajo: inequívocamente, marcas españolas.
         -No hay ningún ilegal que venga con estas ropas,  Rebolledo - dijo el cabo -, éste no venía, éste se iba.




         

La última carta






        

      No sé cómo voy a poder expresar,  mi querida Angelika, todo lo que siento en estos momentos; puede que sea una empresa vana. Pero prefiero escribirlo, tratar de escribirlo, más bien, que fiarlo todo al albur de la memoria. Igual me pasa como la primera vez que te vi, cuando salías, aquel domingo de la iglesia de San Andrés: quise hablarte, tenía que hablarte; eras tan bella..., pero me quedé sin habla. No fui capaz de articular una palabra y te vi pasar junto a mí, ajena a mí, mientras yo sostenía, estrujaba más bien, entre mis manos sudorosas mi pobre gorra de soldado. Tal fue la impresión que me causaste aquella primera vez. Cuántas veces lo he recordado, tan vívido en la memoria, la hermosura de tu rostro, la serenidad de tus ojos, pero también el gesto adusto de tu tía. Entonces no pude ni imaginarlo, lo achaqué al exceso de celo de quien se siente responsable por la joven vida confiada. Después, los meses que aún pasé en Patras, viéndonos a hurtadillas bajo los arcos del acueducto romano, burlando su vehemente vigilancia. En cierto modo era normal que tratara de preservar la virtud y la felicidad de su sobrina y no confiarse a un mísero soldado italiano. Ya se sabe, es la fama de todas las tropas y más, si son extranjeras: llegar, conquistar, ocupar (también los corazones) y después, acabada la guerra, olvidar. Por eso no se lo reprocho, hasta cierto punto es normal que te ocultara mis cartas en los meses siguientes. Solo, que algo debió de avisarla en su cerebro y en su corazón cuando vio que el aluvión de cartas no se detenía, que pasaban los meses y aún los años y seguían llegando mis cartas, las cartas del soldadito italiano. Tal insistencia debió de hacerle pensar que lo mío por ti, mi querida Angelika, no era, ni mucho menos, algo pasajero. Quizás pensó que te arrebataría de su lado y que ella quedaría sola y abandonada. ¡Quién sabe lo que pasaría por su cabeza de vieja! Ahora que nosotros también somos viejos quizás debamos comprenderla y perdonarla, aunque al final de su vida, sin mostrar piedad ni arrepentimiento destruyera aquellos papeles, manteniéndote totalmente ignorante de mis noticias.
      Por eso tengo ahora que escribirte, no sea que cuando te vuelva a encontrar me quede de nuevo sin habla o se me olviden las cosas que quiero decirte. Quiero que ésta carta te compense por lo que no te dieron las otras y que puedas leerla despacio, mientras el papel tiembla en tus manos y yo te observo en silencio descubriendo los rasgos nuevos de tu rostro, esas arrugas que te hacen más bella si cabe, tu pelo ahora blanco que recoges en la nuca. Debes saber que miro y miro tu retrato y me pareces aún más hermosa que de joven, tu cara ha ganado en dulzura y serenidad, tus ojos tienen un mirar más indulgente.
    Se lo he mostrado a todo el mundo, quiero que sepan por qué me voy a Grecia. Y especialmente a mi amigo Antonio, te acordarás de él, que ha estado este tiempo al corriente de todo. También, naturalmente, a mi hijo. No sé si éste entiende lo nuestro, he pretendido dejarle claro que nunca engañé a su madre, y es cierto, nunca la engañé. La pobre María nunca supo de ti, ni mucho menos lo que yo sentía. Y a ella la quise, la respeté y fui leal con ella. Sólo que en lo más hondo de mi corazón había un rescoldo que nunca se apagaba. ¿Seré culpable de eso, de sentir así? Pienso que sólo se me podrá acusar de no haber intentado extinguirlo, de no haberlo ahogado en las frías aguas del recuerdo. Mas, ¿qué somos, sino recuerdo? ¿Qué valemos si nos despojan de la memoria? Y ¿Qué habría conseguido tratando de olvidarte? ¿Es que habría podido? Quizás me habría forjado un carácter más frío, más distante. Quizás habría conseguido endurecer mi alma y hacer peor la vida de los demás. No obrando así, no tratando de olvidarte, cosa que por lo demás seguro que no habría conseguido, fui fiel al amor que nos juramos en las ruinas del acueducto tantas tardes. Dicen que con la distancia y el tiempo se olvidan las pasiones. Es posible que así sea, pero es que, mi querida Angelika, nosotros no estabamos lejos el uno del otro. Me bastaba recordar las escasas catorce horas del barco que nos devolvía a Crotona. Si aquel renqueante carguero pudo hacer la travesía en ese tiempo, qué no harían los más modernos barcos de transporte. Consulté mapas, calculé en unas 200 las millas de distancia que separaban nuestras ciudades y me decía, está cerca, está cerca, ahí, al otro lado del mar. Por eso gustaba de salirme al puerto y mirar hacia Levante. Allí sentado pasaba las horas, con tu recuerdo, buscándote en la profundidad sin límites del horizonte. ¡Cómo iba a olvidarte!  Es imposible que te olvidara.
    La posguerra fue un periodo triste y oscuro, especialmente en mi región calabresa. Existía la posibilidad de emigrar al Norte, Milán o Turín, decían que por allá había trabajo. Pero eso me alejaría de ti, de tus añoradas costas griegas, tan cerca, tan al alcance de la mano… Existía además la posibilidad de que, al fin, contestaras a mis cartas, que dieras señales de vida, y que pudiéramos rehacer la nuestra, ora en Grecia, ora en Italia.
         Al fin conseguí un empleo en la fábrica, aquí en Crotona. Significaba un ingreso seguro aunque menguado. Entonces conocí a María. Bueno, exactamente, me la presentaron, provenía del pueblo de mi madre, en el interior, y era lo que puede decirse una chica conveniente. Después, ya te lo imaginas, la boda, el nacimiento de mi hijo, el pasar de  los años. María fue una buena esposa, una buena mujer, aunque quizá algo simple. No entendía lo que ella llamaba mis arrebatos místicos, que coincidían cuando más intenso se hacía tu recuerdo. Era inútil hablarme, cuando estaba ensimismado. Fue entonces, como te he dicho, cuando me dio por acudir al puerto, y aún hacerme aficionado a la pesca. Me sentaba en el muelle, las piernas colgando, la caña entre las manos, alimentando a los peces que pescaban otros, mientras mis ojos, sin ver, miraban al horizonte, y mis pensamientos volaban lejos, lejos ...Luego volvía a casa sosegado y tranquilo, dispuesto a entregarme entre los juegos infantiles de mi hijo y los cuidados solícitos de María.
    Queridísima Angelika, ahora dicen que somos viejos. Tal vez tengan razón. !Han pasado tantos años! ¡Tantas cosas! Nació mi hijo y te lo hice saber en una carta. Sería la última que tu tía te ocultó. La siguiente fue cuando enviudé, y a ésa si contestaste. Después me enviaste esta foto que ahora contemplo, mientras este barco tan moderno me lleva raudo hacia Patras. Un oficial me ha dicho que la travesía durará un total de 8 horas. Eso quiere decir que muy pronto te veré y debo terminar esta carta. Recuerdo ahora la vez anterior en que surqué estas aguas, en sentido opuesto, cuando nos repatriaron. Antonio, mi amigo, te diría mejor que yo cómo hice la travesía: sin decir palabra, los ojos arrasados por el llanto, en medio de un regimiento de soldados felices por volver a casa.
Pero ahora, en cambio, yo soy feliz. Nunca pude imaginarme este desenlace. Yo, hijo de un país de emigrantes, hago al revés de todos. Con casi 80 años a cuestas, Angelika, con un hijo que no entiende por qué voy ahora a tu encuentro, a la edad en la que los que pueden vuelven a la patria en busca del descanso final, yo, Luigi Suracco, natural de Crotona, que fui soldado en Patras luchando en una guerra que no entendía, navego ahora hacia ti.
Me has dicho en tu última carta que estás un poco delicada de salud, pero feliz por volver a encontrarnos. Mi queridísima Angelika, no te preocupes, mi amor cuidará de ti, si hace falta, como cuidé de María en sus últimos meses. Lo que importa ahora, lo único que realmente importa, es que pronto, muy pronto vamos a volver a vernos. Te daré un abrazo, y luego, sin mediar palabra, te entregaré esta carta, para observar, absorto, cómo la lees despacio, el papel temblando ligeramente en tus manos, mientras yo observo esas arrugas nuevas en tu rostro y ese cabello blanco que ahora recoges en la nuca. Y cuando llegues a este punto de la carta, si reúno el valor suficiente, si no me tiembla el pulso, quizás acaricie tu mejilla levemente con el dorso de mi mano, y en ese momento tu alces levemente la mirada hacia mí para que yo te diga lo que tú sabes, lo que has sabido siempre: Te quiero, Angelika.







                                        
 Aparecido en la prensa en la Navidad de 1998: Luigi Suracco no pudo cumplir su sueño; Angelika Stratigou había muerto horas antes de que él desembarcara en el puerto de Patras.
  Angelika Stratigou y Luigi Suracco, dos octogenarios que iban a casarse este mes, no podrán cumplir su sueño por la muerte de ella. Se conocieron en 1.941, cuando las tropas italianas ocuparon Patras, la ciudad en la que vivía Angelika. Terminada la guerra, Luigi regresó a Crotona y envió varias cartas a su amada, pero la tía de la destinataria se las ocultó. El se casó y tuvo un hijo, pero después de la muerte de su esposa, a principios de los noventa, buscó a su amor de juventud y descubrió que ella había permanecido soltera y aún le amaba.