sábado, 4 de junio de 2011

Bruch







Paso, al menos dos veces al día, por delante de un supermercado, ante cuya puerta practica la mendicidad un rumano, ya en la cincuentena, a quien, como se comprenderá, conozco perfectamente; es decir, que no me equivoco de persona.
Hoy, en mi segunda pasada por el lugar mencionado, he podido verle tocando un gastado violín. Me ha parecido que se trataba de fragmentos del segundo movimiento del concierto para violín y orquesta n º 1, de Bruch, y he de reconocer que lo interpretaba con fidelidad.
Me he parado, y al finalizar su interpretación, le he comentado:
-Tocas muy bien.
-Gracias. ¿Tiene algo para darme?
-¿No podrías ganarte la vida tocando el violín, en vez de pedir?
-Es posible, pero pedir es más descansado. Y rinde más.
Luego ya, en casa, me he preguntado por qué, los profanos en cualquier instrumento, tendemos a creer que la música es siempre algo más que un oficio.


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