sábado, 11 de febrero de 2023

A vueltas con el Ulises





 


No esperaba que la publicación anterior sobre el Ulises desatara un caudal tal de comentarios de mis queridos lectores; de hecho, me parecía un tema de no tanto interés. Durante el tiempo que dediqué a preparar aquel texto, dejé una serie de notas que ahora he espulgado y, para compensar esos comentarios recibidos, traslado ese remanente a un segundo texto en señal de agradecimiento.


Dicho todo esto, ustedes saben que no soy filólogo ni mucho menos, pero he de reconocer que el Ulises de Joyce es una obra que no te deja indiferente.


La impresión del Ulises de Joyce estuvo prohibida y no fue hasta 1922, justamente el día de su 40 cumpleaños, que un maquinista de tren a quien le habían hecho el encargo, le trajo personalmente a su casa los primeros volúmenes que salieron de la imprenta, una vez que se vencieron empecinadas negativas y contando con el apoyo de unos pocos escritores y críticos literarios.


Cuando recibió su obra, Joyce se dedicó literalmente a descansar, y al despertar no volvió directamente a la escritura. Leía y escribía algún poema pero no volvió a la ficción. Estaba realmente exhausto, y así pasó prácticamente un año.


La edición en dos volúmenes que yo tengo trae en la portada del primero la conocida fotografía de su autor, y en la del segundo otra foto de una calle dublinesa; muy acertada la elección de ambas ya que, como saben ustedes, la novela desarrolla su acción en la capital irlandesa en una sola jornada, el 16 de junio de 1904. El primer volumen cuenta con 569 páginas en las que el prólogo de Valverde va desde la 5 a la 70 y el segundo 432, más unas pocas más que pueden ayudarnos a interpretar la obra, que se reparte en 18 capítulos. Pues bien, este verano, en el lugar más visible de la zona de libros de la cafetería de una estación de servicio de una autopista, pude ver perfectamente alineados media docena de ejemplares de una edición nueva, de la misma editorial que la mía, rebautizada como de bolsillo, aunque no sé si existirá bolsillo capaz para semejante obra, pero eso sí, con el mismo contenido que tiene la mía; destacaba la portada con una foto igual a la de mi primer tomo. ¿Cuántas ediciones se habrán hecho de esa obra?

Escritores como Ezra Pound y T.S. Eliot afirmaron que la publicación del Ulises era el suceso más importante que había acaecido en el mundo de las letras en todo el siglo XX, marcando esa novela un antes y un después en la historia de la literatura.

Otros autores surgieron tras esta obra, quizás el más notable fuera Samuel Beckett, que fue ayudante de Joyce, antes de que le dieran el Nobel de Literatura, y cuya obra Molloy leí durante un arresto en la puta mili.

Hay una conocida foto de Marilyn Monroe en bañador, leyendo un Ulises abierto casi por el final, es decir, en pleno monólogo de Molly Bloom

Lo dicho, anímense y a leerla. Yo ya me he atrevido a indicarles los capítulos más asequibles para un lector medio. Se celebra entre los amantes de esta novela el “Bloomsday”, o “día de Bloom”, y otras celebraciones que esta novela ha sido capaz de instigar. Por algo será… No nos quedemos fuera.















lunes, 6 de febrero de 2023

El Ulises

Este texto ha sido publicado en el número de enero de la revista OP Machinery del corriente 2023.



El ejemplar del Ulises, de James Joyce, que yo tengo es de la edición de Editorial Bruguera, Editorial Lumen, Libro amigo, de octubre de 1979, traducido y prologado por José M.ª Valverde en 1976, y que yo compré a finales de aquél año pues me parecía que era un libro que yo tenía que leer; ya saben, la gran novela del siglo XX, la más revolucionaria, etc, etc, etc. Pues bien, lo empecé, tras varios intentos no pude leerlo y ahí quedó, de estante en estante, hasta que a comienzos de este año de Putin de 2022, 100 años después de su primera edición me vino a la mano con ocasión de un cambio de domicilio familiar, y me dije: si no lo leo ahora, en su centenario, no lo leeré nunca. Así que …


¿Que si la he leído entera? Puedo decir que sí, y varias veces, avanzando y retrocediendo, lo que no es lo mismo que decir que la haya entendido entera; esa es otra cuestión. Este ha sido mi año del Ulises, como he leído a alguien que lo llama así, con el artículo por delante. Durante este año han aparecido docenas de reseñas en periódicos y revistas, y he leído también muchos de los que me han llegado. ¿Que si con esa ayuda lo he conseguido? Pues debo confesar que en parte, ciertamente tengo una idea general de por donde van los tiros, he repasado varios capítulos, me he divertido enormemente en alguno de ellos, y puestos a elegir, escogería el último con la voz interior de Molly, la esposa de Leopold Bloom. Y esperando no transgredir derechos editoriales les ofrezco a continuación un fragmento del capítulo 12, fragmento que empieza en la página 510 y que dice así: Y, al sonido de la campanilla consagrada, llevando a la cabeza una cruz alzada con acólitos, turiferarios, portadores de navículas, lectores, ostiarios, diáconos y subdiáconos, avanzó la venerable comitiva de abades mitrados y priores y guardianes y monjes y frailes: los monjes de San Benito de Spoleto, Cartujos y Camaldulenses, Cistercientes y Olivetanos, Oratorios y Valombrosianos, y los frailes de San Agustín, Brigitinos, Premonstratenses, Servitas, Trinitarios, y los Hijos del San Pedro Nolasco: y junto con ellos, desde el Monte Carmelo, los hijos del profeta Elías conducidos por el obispo San Alberto y por santa Teresa de Ávila, Calzados y Descalzos: y frailes pardos y grises, hijos del pobrecillo Francisco, Capuchinos, Cordeleros, Mínimos y Observantes y las hijas de Santa Clara: y los hijos de Santo Domingo, los Frailes Predicadores y los hijos de San Vicente, y los monjes de San Wolstan: y de San Ignacio los hijos: y la Cofradía de los Hermanos Cristianos encabezada por el Reverendo Hermano Edmun Ignatius Rice...y otras cincuenta (sí, si, 50) líneas más en ese tono, lectura que me produjo un inimaginable regocijo, como pueden ustedes imaginar. Debemos señalar que nuestro amigo James era judío (hijo de un judío húngaro) y odiaba fervorosamente la religión católica; en este aspecto ni era ni es el único, como comprenderán ustedes.


El Ulises trae ese nombre del protagonista de la Odisea, de modo que hay que conocer esta obra y tratar de encontrar los parecidos y obtener una explicación; pero hay más de uno que ha dicho que la verdadera odisea es la del lector que se sumerge en ese abismo, que luego resulta ser la novela más importante del siglo XX. Tratar de seguir el errático deambular de Leopold Bloom por las calles de Dublín, durante un único día, el 16 de junio de 1904, con el objetivo inconfeso de no volver a casa, para no hacer realidad el riesgo de encontrarse a Molly con su amante; no olvidemos que hay ciertas cartas que versan sobre el asunto. De modo que es claro que cuesta seguir con la lectura, pues como el mismo Joyce declara “si lo revelara todo inmediatamente, perdería mi inmortalidad. En Ulises he metido tantos enigmas y rompecabezas que tendré atareados a los profesores durante siglos sobre lo que quise decir, y ése es el único modo de asegurarse la inmortalidad.” Y como comprenderán ustedes no soy yo quién para tratar de descifrarlo. En otra ocasión dijo: “He escrito Ulises para tener ocupados a los críticos durante trescientos años.”


Pero si han llegado hasta aquí, no dejen, al menos, de leer entero el capítulo 18, como decíamos más arriba, la voz interior de Molly Bloom, donde recuerda su vida en Gibraltar, como hija de una judía gibraltareña, Lunita Laredo y de un oficial inglés, sus aventuras juveniles con el teniente Gardner y el teniente Mulvey, más tarde esposa del señor Bloom, y finalmente sus sueños con Stephen Dedalus; la joven de los senos poderosos, luego soprano, y amante de Hugh Blazes Boylan, su representante. 57 páginas seguidas, sin puntos ni comas, con todo lo que a Molly le viene a la cabeza.


Impagable.