lunes, 6 de febrero de 2023

El Ulises

Este texto ha sido publicado en el número de enero de la revista OP Machinery del corriente 2023.



El ejemplar del Ulises, de James Joyce, que yo tengo es de la edición de Editorial Bruguera, Editorial Lumen, Libro amigo, de octubre de 1979, traducido y prologado por José M.ª Valverde en 1976, y que yo compré a finales de aquél año pues me parecía que era un libro que yo tenía que leer; ya saben, la gran novela del siglo XX, la más revolucionaria, etc, etc, etc. Pues bien, lo empecé, tras varios intentos no pude leerlo y ahí quedó, de estante en estante, hasta que a comienzos de este año de Putin de 2022, 100 años después de su primera edición me vino a la mano con ocasión de un cambio de domicilio familiar, y me dije: si no lo leo ahora, en su centenario, no lo leeré nunca. Así que …


¿Que si la he leído entera? Puedo decir que sí, y varias veces, avanzando y retrocediendo, lo que no es lo mismo que decir que la haya entendido entera; esa es otra cuestión. Este ha sido mi año del Ulises, como he leído a alguien que lo llama así, con el artículo por delante. Durante este año han aparecido docenas de reseñas en periódicos y revistas, y he leído también muchos de los que me han llegado. ¿Que si con esa ayuda lo he conseguido? Pues debo confesar que en parte, ciertamente tengo una idea general de por donde van los tiros, he repasado varios capítulos, me he divertido enormemente en alguno de ellos, y puestos a elegir, escogería el último con la voz interior de Molly, la esposa de Leopold Bloom. Y esperando no transgredir derechos editoriales les ofrezco a continuación un fragmento del capítulo 12, fragmento que empieza en la página 510 y que dice así: Y, al sonido de la campanilla consagrada, llevando a la cabeza una cruz alzada con acólitos, turiferarios, portadores de navículas, lectores, ostiarios, diáconos y subdiáconos, avanzó la venerable comitiva de abades mitrados y priores y guardianes y monjes y frailes: los monjes de San Benito de Spoleto, Cartujos y Camaldulenses, Cistercientes y Olivetanos, Oratorios y Valombrosianos, y los frailes de San Agustín, Brigitinos, Premonstratenses, Servitas, Trinitarios, y los Hijos del San Pedro Nolasco: y junto con ellos, desde el Monte Carmelo, los hijos del profeta Elías conducidos por el obispo San Alberto y por santa Teresa de Ávila, Calzados y Descalzos: y frailes pardos y grises, hijos del pobrecillo Francisco, Capuchinos, Cordeleros, Mínimos y Observantes y las hijas de Santa Clara: y los hijos de Santo Domingo, los Frailes Predicadores y los hijos de San Vicente, y los monjes de San Wolstan: y de San Ignacio los hijos: y la Cofradía de los Hermanos Cristianos encabezada por el Reverendo Hermano Edmun Ignatius Rice...y otras cincuenta (sí, si, 50) líneas más en ese tono, lectura que me produjo un inimaginable regocijo, como pueden ustedes imaginar. Debemos señalar que nuestro amigo James era judío (hijo de un judío húngaro) y odiaba fervorosamente la religión católica; en este aspecto ni era ni es el único, como comprenderán ustedes.


El Ulises trae ese nombre del protagonista de la Odisea, de modo que hay que conocer esta obra y tratar de encontrar los parecidos y obtener una explicación; pero hay más de uno que ha dicho que la verdadera odisea es la del lector que se sumerge en ese abismo, que luego resulta ser la novela más importante del siglo XX. Tratar de seguir el errático deambular de Leopold Bloom por las calles de Dublín, durante un único día, el 16 de junio de 1904, con el objetivo inconfeso de no volver a casa, para no hacer realidad el riesgo de encontrarse a Molly con su amante; no olvidemos que hay ciertas cartas que versan sobre el asunto. De modo que es claro que cuesta seguir con la lectura, pues como el mismo Joyce declara “si lo revelara todo inmediatamente, perdería mi inmortalidad. En Ulises he metido tantos enigmas y rompecabezas que tendré atareados a los profesores durante siglos sobre lo que quise decir, y ése es el único modo de asegurarse la inmortalidad.” Y como comprenderán ustedes no soy yo quién para tratar de descifrarlo. En otra ocasión dijo: “He escrito Ulises para tener ocupados a los críticos durante trescientos años.”


Pero si han llegado hasta aquí, no dejen, al menos, de leer entero el capítulo 18, como decíamos más arriba, la voz interior de Molly Bloom, donde recuerda su vida en Gibraltar, como hija de una judía gibraltareña, Lunita Laredo y de un oficial inglés, sus aventuras juveniles con el teniente Gardner y el teniente Mulvey, más tarde esposa del señor Bloom, y finalmente sus sueños con Stephen Dedalus; la joven de los senos poderosos, luego soprano, y amante de Hugh Blazes Boylan, su representante. 57 páginas seguidas, sin puntos ni comas, con todo lo que a Molly le viene a la cabeza.


Impagable.








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