sábado, 19 de abril de 2014

Gabriel García Márquez










Mi mujer me despertó la noche del jueves –como casi todas las noches; ella se acuesta más tarde- y me dio la noticia: Gabriel García Márquez se ha muerto. Gabriel García Márquez, siempre le hemos llamado así, nada de Gabo ni Gabito ni García Márquez, Gabriel García Márquez, nombre y apellidos españoles y vulgares, que nos hizo querer bautizar a nuestros futuros hijos con nombres como Úrsula o Aureliano…triste noticia que esperábamos, pero…

Gabriel García Márquez, a quién ahora asocio a tres símbolos del español: Colombia, donde se habla uno de los mejores españoles, Barcelona, donde persistirá el español a pesar de que algunos presagien lo contrario, y México, donde el español es hablado por el mayor número de personas sobre la faz de la tierra.

Si usted sigue leyendo, y a modo de pequeño homenaje particular mío, encontrará un capítulo de El corazón de la madera, y si, a pesar de eso, quisiera leer más, no dude en escribirme y le enviaré, gratis et amore, el texto completo en formato PDF, para que pueda completar su lectura.


-…Sabía llegar de lo más paquete al quilombo, en un oscuro, con las prendas de plata; los hombres y los perros lo respetaban y las chinas también; nadie inoraba que estaba debiendo dos muertes; usaba un chambergo alto, de ala finita, sobre la melena grasienta; la suerte lo mimaba, como quien dice. Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir. Sin embargo, una noche nos ilustró la verdadera condición de Rosendo.
-¿Qué es eso, qué palabras son esas? -preguntó Mario.
            Estaban hablando de los escritos que Raquel le enviara, de los suyos y de los de Ernesto. Mario le había preguntado qué era lo que más le gustaba de lo que había leído, que al parecer era mucho.
            -Es sólo una frase de un cuento de Borges, muy conocido.
            -¿Y te la sabes de memoria?
            -Sí, me gusta mucho, no sabría decirte el por qué. Esa forma de expresarse, esas palabras. En el cuento hay otras muchas frases notables, en boca de un tipo corriente que es el protagonista; el cuento es también una pequeña obra maestra, como todos los de Borges, donde cada palabra, cada frase, encuentra su acomodo y su explicación al final, donde nada es gratuito. Pero esa frase me habría gustado escribirla a mí.
            -¿Y tienes otras frases que te gusten, como esa?
            -Hay otra también muy conocida, la que da inicio a una novela, y deja adivinar prácticamente el principio y el fin de la misma. Dice: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
-¿Y de quién es?
            -De Gabriel García Márquez, se titula Cien Años de Soledad y se escribió unos años antes de que naciéramos nosotros. La leí a los quince años y la he vuelto a leer dos o tres veces.
            -Me la dejarás, ¿no?
            -Por supuesto, ya te la dejaré.
            -Y, ¿has pensado en escribir más en serio, más seguido, en publicar o algo así?
-Conozco mis limitaciones, eso es lo importante. Como te decía antes, cuando leo o releo algo que me gusta, que me gusta mucho, aparte de la felicidad que experimento, me doy perfecta cuenta de hasta dónde puedo llegar con mi afición a escribir. Por ejemplo, hay gente con treinta y pico años jugando al fútbol en tercera regional, saben que no van a llegar a nada, pero les gusta y también disfrutan cuando ven un partido de primera división. Y no sienten envidia, sienten admiración, sincera y auténtica admiración. Al menos eso es lo que yo siento cuando leo algo bueno; lo que no soporto es leer bodrios. Me niego por principio a leer best sellers, no tengo tiempo para eso, aún a sabiendas de que pueda haber algo de calidad en alguno. Y no es que me sienta superior por no leerlo. Yo no sería capaz de escribir ese tipo de obras, o sea que ya muestro un respeto por quien lo hace, pero quiero estar apartada de ahí. No me interesa esa literatura, eso es todo.
            Quedaron en silencio. Estaban sentados en el jardín de la Casona; Raquel había aceptado la invitación de Mario para tomar un café aquella tarde de domingo. Miraba con ojos curiosos las viejas piedras de la casa, el césped recién segado, cómo se filtraba el sol a través de los árboles. Siempre le había llamado la atención aquella propiedad, de la que el alto muro impedía ver su interior. Tenía curiosidad por conocerla. Mario la miraba a hurtadillas y adivinó sus pensamientos.
            -¿Quieres conocer la Casona? ¿Damos una vuelta y lo vas viendo todo?
            -Estupendo, encantada.
            Echaron a andar por el jardín.
            -Algunas veces con mis padres he subido andando desde Villanueva. A mi padre siempre le ha gustado la iglesia de Torreal, le gusta venir y gozar de las vistas. Y siempre me ha llamado la atención esta casa. Y ahora estoy dentro.
            -Hay deseos que son más difíciles de conseguir.
            -Sabía que habías estudiado con mi hermano, pero no pensé que retomaríais la relación.
            -Cosas de la vida. Al final, los solteros nos juntamos.
            -No digas eso, espero que Ernesto se case algún día. Si no, ya sabes a quién le va a tocar cuidarle.
            -Os lleváis muy bien, ¿verdad?
            -La verdad es que sí.
            -Yo no sé lo que es tener un hermano. Bueno, ni un hermano, ni padres, ni tíos, en realidad.
            Raquel le miró compadecida.
            -Siempre solo -remachó Mario.
            -¿No has tenido una novia?
            -Tampoco. Soy un prodigio, ¿verdad?
            Se le veía triste.
            -No es tan raro, hombre, piensa en los que abrazan la religión.
            -Al menos tienen la religión, o el servicio a los demás.
            Dudó en seguir hablando. Se encaminaba a unos precipicios cuyo borde no había explorado. Raquel permanecía callada, se adivinaba que no sabía qué decir. Mario siguió.
            -A veces pienso que debería plantearme qué hacer con mi vida.
            -El otro día me dijiste que te gustaría viajar.
            -Sí, pero no quiero viajar por viajar. Creo que el viaje debe tener un sentido, obedecer a alguna causa concreta.
            -La gente viaja por placer, conoce distintos sitios, gente nueva. Otros, claro, por trabajo.
            -Me parece que lo que hacen es coleccionar postales, eso no me interesa. Mira, a veces pienso en un viaje en barco, pero no el clásico crucero, me refiero a un barco normal, un carguero si quieres, y subir por el río Paraná, hasta donde se llegue, empaparse de sus orillas, acodado en la borda, saboreando cada minuto, sin pensar en más.
            -¡Qué original!
            -No te creas, vi una foto de un barco así. Lo del Paraná me lo he inventado yo.
            Ambos rieron con ganas.
            -¿Y por qué no lo haces?
            -Quizás algún día.
            Raquel señaló hacia una alambrada.
-¿Qué hay allí?
-Ese alambre separa la parte del manantial. ¿Ves los arboles y aquellos arbustos? Hay un manantial de aguas termales sulfuradas. Y lo que queda de una especie de mini balneario.
-¿Podemos pasar y verlo?
Entre unos árboles, en un soto muy frondoso, podían verse los restos de una construcción en madera de uno de cuyos extremos salía un regato.
-¿Ves el regato? –Preguntó Mario- Esas son las aguas que salen, la fuente está dentro, pero yo no entraría ahora; cualquiera sabe cómo está el suelo, hace muchos años que nadie ha entrado.
-¿Y qué aguas son?
-Son medicinales, sulfuradas, y salen a treinta y tantos grados. ¿No notas el olor?
-¿Conoce Crespo este manantial?
-No sabría decirte.
-¿Dónde está la carretera? ¿Tiene fácil acceso?
-Mira, ¿ves el muro de la finca, allá adelante? Son unos doscientos metros, detrás está la carretera de Villanueva. ¿Por qué? –preguntó, intrigado, Mario.
-Nada, cosas mías –respondió Raquel.
Volvieron sobre sus pasos y pronto avistaron la Casona.
-Te enseñaré otra cosa –le dijo Mario.
Llegaron donde la torca. Raquel miró hacia abajo con aprensión. El embudo se veía limpio, se notaba la mano de Venancio.
            -¿Hasta dónde llegará?
            Mario se encogió de hombros.
            -Podría tragarse una vaca.
            -Una vaca no sé, pero se dice que una vez se cayó a ella un burro.
            -Es grande la finca, ¿eh?
            -¿Volvemos y ves la casa?
            -Vale.
            Al llegar a la Casona coincidieron con Manuela que, con su coche, cruzaba el portón. Raquel interrogó a Mario con la mirada.
            -Es Manuela, la que cuida de esto y me cuida a mí. Lleva toda su vida en esta casa.
            -¿Pariente tuya?
            -Pues no, pero como si lo fuera. Como te digo, nació aquí y dicen que lleva nuestra sangre.
            Se sorprendió a oírse pronunciar aquellas palabras. Nunca lo había hecho, casi se podría decir que ni lo había pensado jamás. Manuela guardó el coche dentro y volvió a salir. Mario hizo las presentaciones.
            -Manuela, Raquel va a visitar la Casona.
            -Pues debieras avisarme cuando haya visita, está todo manga por hombro.
            Raquel no sabía dónde mirar. Manuela entró en la casa sin siquiera mirarla.
-Ya ves tú cómo es –remachó Mario.
           





                                                                                    







miércoles, 16 de abril de 2014

La final








Ya he tenido bastante con la primera parte del partido que enfrenta a los dos principales equipos de fútbol de nuestro país.
Mientras juegan la continuación, escribo estas líneas para ustedes; espero que los interrogantes que encontrarán a continuación me puedan ser despejados amablemente, si alguno de ustedes se toma la molestia y me hace el favor. Veamos:
El partido ha estado a punto de retrasar su comienzo porque el Borbón no había llegado de un viaje de negocios. ¿No resultará más seguro y económico utilizar aviones comerciales?
Hemos visto a los contendientes saludándose en el túnel de vestuarios. ¿Cómo es posible que puedan transformarse en seres sin educación solo por pisar el césped?
Han salido todos de la mano de menores de edad con la cara descubierta. ¿Por qué se difumina el rostro de menores en otras imágenes televisivas?
Los equipos lucen camisetas de Catar y Emiratos, países ambos donde se conculcan los derechos civiles. ¿Tiene esto algo que ver con lo que se conoce como juego limpio?
Los espectadores se dedican a una especie de demostración coral. ¿Es esto una afición musical o se dedican a berrear para desahogarse?
En fin, como muestra vale un botón. Mañana será el día en que solo se hablará del partido. Porque habrán bajado el paro y los precios y habrán subido el bienestar y la autoestima de los españoles.
Para que digan que el fútbol no es importante.