viernes, 27 de julio de 2018

Yellow submarine






Si clican ustedes en el enlace anterior accederán directamente al texto titulado “De color bien, pero no flota” que publiqué en este blog el 4 de julio de 2016, hace dos años. Si prefieren pasar adelante sepan que, siguiendo un chiste del gran humorista español Gila (Oiga, el último barco que nos enviaron, de color bien, pero no flota. Ah!, ¿que era un submarino? Pues vaya…), me refería con ese título a un submarino español en fase de remozamiento, en la que se les fue la mano en el peso, y tendría graves problemas de flotabilidad y capacidad para emerger; justo lo que no debe ser un submarino.
Como consecuencia, ahora que parece que el problema está resuelto (junto a otro no menos importante sobre el sigilo con el que un submarino debe moverse sumergido en determinados momentos), conocemos dos nuevas noticias.
La primera de ellas es que como resultado de la chapuza nuestro submarino ha aumentado su eslora en 10 metros, y la grada que lo albergará en el próximo futuro en el puerto de Cartagena deberá asimismo alargarse otro tanto. No nos dicen si lo hará hacia dentro o hacia fuera de la línea del muelle, pero sí que costará unos 16 millones de euros, sin que tampoco sepamos si es por unidad o para los cuatro submarinos que completan la operación.
La segunda  es que el sistema para hacerlo más silencioso supondrá 80 millones, en este caso sí,  por submarino. Y el total de la operación, al día de hoy y si no hay otras sorpresas o imprevistos, hará que cada submarino renovado se ponga en unos 1.000 millones de euros, cuando el coste de un submarino alemán equivalente oscila, según versiones, entre 400 y 600 millones. Pero no vayan ustedes a comparar, los nuestros son mucho mejores.
Gila hizo varios chistes sobre la guerra. En uno de ellos preguntó al enemigo cuántos iban a atacar. Y ante la respuesta, que no oíamos porque sus chistes eran telefónicos, contestaba al enemigo: ¿Tantos? ¡A ver si tenemos balas para todos! Y a continuación, al preguntarle a qué hora pensaban atacar, respondía con otra pregunta: ¿Y no pueden cambiar la hora, que estaremos viendo el partido?
Los dos enlaces en que pueden leer estas últimas noticias son muy ilustrativos; se los dejo más abajo.





martes, 17 de julio de 2018

Repúblicas bananeras

Este artículo ha aparecido en el número de junio-julio de la revista OP Machinery.
Las noticias aparecidas sobre una tal Corinna y un rey europeo, y la publicación de este escrito, no responden a ninguna causalidad, son meras coincidencias de la vida.




REPÚBLICAS BANANERAS


Bajo este epíteto de Repúblicas Bananeras se acostumbra a incluir  a todos aquellos países, mejor si son centro o sudamericanos, cuya gestión de lo público dista de ser, digamos, correcta. Ya saben, la imagen de un prócer con un uniforme (militar, por supuesto, ¿recuerdan?) rebosante de chapas, bandas y condecoraciones, dirigiéndose a la multitud desde el balcón presidencial, en un paisaje de palmeras, con un mar muy azul al fondo, y gritando todos al unísono aquello de “más samba y menos trabajar”. Lo que no se ve es el trasfondo de corrupción que vela la sangre derramada de los “no adictos” al régimen, a los cuales se les tacha, además, de radicales y antipatriotas.
De modo que todas las prácticas imaginables en el manejo culposo de la ley, todas las triquiñuelas legales, los favoritismos a los correligionarios, la concesión de obras públicas bajo soborno, el acomodo de políticos amigos en empresas públicas, o en empresas privadas que sacarán provecho de su presencia en sus tratos con la administración, la ocultación de datos relevantes para que se beneficien de ellos los amigos, todo lo imaginable y que diste más o menos de lo legal, o el recurso a presupuestos especiales para gastar los fondos públicos en partidas para las que no habían sido destinados, en tanto se niega a la oposición su labor de denuncia. Todo esto, digo, es propio de esas repúblicas.
Esas repúblicas en las que la iglesia local juega un papel de garante de la moral, en un doble juego de conveniencia y ocultación, exenta de impuestos y destinataria de prebendas; donde las élites financieras imponen la política que les conviene, y sus servidores son los únicos que salvan la crisis permanente, a costa del sacrificio de enormes masas de población que ven deterioradas continuamente sus posiciones sociales y económicas; donde se presume de la separación de poderes mientras se deja un poso inequívoco de la connivencia entre el ejecutivo y el legislativo mediante leyes electorales y reparto de escaños que les favorecen; donde la mentira y la calumnia son prácticas habituales en la acción de gobierno; donde no hay ningún cuidado por los males tradicionales que acechan al país, sean éstos la despoblación del campo, el decrecimiento vegetativo y el envejecimiento de la población, la amenaza del cambio climático o la inexistente política del agua; donde campa la falta de respeto a la mujer, trabajadora o no; donde se encorsetan continuamente, en una carrera que parece no tener fin, los derechos a la libertad de expresión; donde se gasta dinero a espuertas en el mantenimiento y oropel de los llamados monumentos que ensalzan los orígenes del régimen; donde se desvían fondos de la sanidad pública en favor de la privada; donde la política de favor hacia asociaciones religiosas en el campo de la enseñanza se produce en menoscabo de la enseñanza pública; donde se tributa respeto y adoración a estructuras sociales carentes de significado, etcétera, etcétera, etcétera.
Estos son algunos de los signos definitorios de las llamadas repúblicas bananeras. Les suena, ¿verdad? Seguramente ustedes conocen alguna.
Ahora bien, si a esto añadiéramos una monarquía nada ejemplarizante, con dos reyes, el uno que ha tenido que jubilarse ante su total pérdida de imagen, y el otro que se pliega a los deseos del gobierno, defendiendo posiciones políticas impropias de su llamado cargo, ¿de qué estaríamos hablando? ¿Quizás de Monarquías bananeras? ¿No sería lo propio? ¿Conocen ustedes alguna?
Pero cuidado, no se lancen, sean cautos, no echen a volar su imaginación, ya saben que otra característica de estos entes políticos es la escasa libertad de opinión y el uso ilimitado de la fuerza que en defensa de sus privilegios emplean –ley mordaza se llama popularmente en algunos países-, pues es práctica habitual en estos regímenes el cese de jueces imparciales para sustituirlos por otros afines al régimen; y en el caso de que un juez fuera recusado, se le asciende en la escala para que pueda nombrar a otro que continúe con la causa y pertenezca a la cuerda.
Pero eso sí, todo lo hacen bien arropados y envueltos en la bandera nacional.






domingo, 1 de julio de 2018

Cumbre europea






De fútbol no vamos a hablar; creo que a estas alturas ya ha quedado meridianamente claro que esos chicos negros, magrebíes y orientales corren más que los blancos, con más tesón y no están exentos de técnica. De modo que hablemos de la última cumbre europea, primera a la que acude el nuevo gobierno español. Esa cumbre en la que el luxemburgués que nos dirige, aquél que cuando respondía de las finanzas de su pequeño país practicaba el tax deal con las multinacionales que se establecieran allí, presentó al presidente español como el new guy. ¿Recuerdan aquél anuncio que decía hay chica nueva en la oficina? Que tenga cuidado Pedro Sánchez: ese hombre es muy besucón.
Pues bien, vayamos al grano. De la agenda de la reunión lo único que a mí me ha llegado, y que ha acentuado las ojeras de los mandatarios europeos por las horas que hubieron de dedicar para llegar a un acuerdo, ha sido el irresoluble problema de la migración mediterránea. Italia, gobernada otra vez por Mussolini (perdón, Berlusconi, siempre me confundo con esos apellidos), aliada con los europeos del este, alguno del norte y Austria -¿han visto el rostro de película de nazis del nuevo presidente austríaco?- han conseguido el objetivo que se habían autoimpuesto. Por su parte Merkel ha pospuesto su bronca interna con la ayuda (¿inestimable?) de España, Grecia (éstos ya tienen experiencia) y el buen queda de Francia, que como países ribereños acogerán esas instalaciones donde recibir a los desdichados inmigrantes. Ahí, se dice, se hará una especie de cuarentena para separar el polvo de la paja, es decir, averiguar quiénes de esos inmigrantes son refugiados políticos (a los que se les dará ese estatuto; ¿ustedes se lo creen?) y quiénes, todos los demás, son inmigrantes “económicos”, esto es que vienen huyendo del hambre, de la miseria, de la falta de expectativas de vida, etcétera, que son culpables de la colonización y descolonización practicadas por Europa por siglos en su continente, y que inmediatamente serán reenviados a sus países de origen (o similares), para que se reeduquen o se les quiten las ganas de volver a intentarlo.
En resumen, lo ofrecido no es otra cosa que los CIES españoles, o si lo prefieren los centros de internamiento de Grecia o, mejor, de Turquía: que alguien se haga cargo de esa gente a cambio de dinero.
Lo que no se ha dicho es qué estimación de coste tiene este proceso que Europa va a reembolsarnos, y tampoco si ese reembolso va a ser en transferencias contantes y sonantes, en permisividad sobre nuestras cuitas deficitarias, o de alguna otra manera. Es decir, de momento, nos convertiremos en mamporreros oficiales de una Europa que demuestra su falta de políticas en este tema de la inmigración. De otras cuestiones, como si se avanza o no en la construcción de ese denominado fondo monetario europeo, del futuro del MEDE, o del desarrollo de la unión bancaria, nada de nada.
Mientras, ayer nos desayunábamos con unos cien ahogados más, entre ellos tres niños de corta edad. Para que Aylan no se sienta solo.