domingo, 21 de febrero de 2021

Democracias y manifestaciones





 “No me gusta lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”, es una de esas frases cuya paternidad no se conoce, pero que nos viene de perlas en estos días.


En la Edad Media, los juglares iban de pueblo en pueblo, recitando sus versos, acompañados de su instrumento; más tarde, los cantos de ciego cumplieron la misma labor, propagando noticias y hechos que interesaran a los vecinos.


Hoy, sus sucesores los raperos, vienen a hacer lo mismo pero digitalmente, como se hacen ahora las cosas. Ese rapero del que le quiero hablar, a mí no me gusta; tampoco el género. Y añadiría, ahora que se ha hecho famoso, que no me gusta la forma que tiene de mirar. Pero le encuentro pleno sentido a la frase reproducida al inicio de este texto. Y la encuentro acomodo con esta otra, antigua y popular, “si dicen que digan, mientras no hagan”.


No estoy de acuerdo sin embargo, con la opinión de que en España existe una democracia plena, me parece obvio que no es así. Citaré un par de cosas en apoyo de mi opinión: Una es el número de veces que tribunales europeos – de esa Europa a la que pertenecemos, afortunadamente- han echado por tierra sentencias condenatorias de tribunales nuestros “excedidos” en sus atribuciones y sancionando según leyes del ordenamiento jurídico español; que ese tipo de rechazos se sucedan en el tiempo habla muy a las claras de la nula intención de adecuar nuestra legislación a la europea. Y otra razón, para no cansarles, radica en el hecho de que el Consejo General del Poder Judicial, el gobierno de los jueces, se mantenga en su actual composición secuestrado por un partido que hoy es minoritario en las urnas, y en contra de nuestro ordenamiento vigente. Por último, ¿tiene cabida en una democracia plena que soportemos una monarquía como la que tenemos, con un ex rey en fuga?


Volviendo a la historia, y aunque hoy esto se discute, siempre hemos escuchado que Nerón ordenó el incendio de Roma para culpar a los cristianos y ponerlos frente a la ira de los ciudadanos romanos. Este tipo de políticas se ha practicado siempre, y la izquierda, en España y fuera de ella, sabe muy bien que siempre que hay manifestaciones ciudadanas a favor de las libertades, irrumpen en escena “otros” manifestantes con el único objetivo de producir disturbios e impedir el normal desarrollo de la manifestación. A menudo no solo no pertenecen al espectro ideológico de los organizadores, sino que pueden estar totalmente enfrentados con ellos. ¿No debiéramos preguntarnos en qué favorecen los disturbios, incendios de contenedores, asaltos a comercios y hasta ataques a comisarías, a aquellos que parecen seguir ese dicho con el que hemos empezado este texto? ¿No está, más bien, en las antípodas de la defensa del derecho a la libertad de expresión?


¿No estamos viendo de forma clara y meridiana a quienes favorecen esos telediarios que abren con los disturbios en diversas ciudades?





 

jueves, 18 de febrero de 2021

Perseverancia

Hoy, 18 de febrero, hemos sido miles los que hemos asistido en directo y en español, a través de Youtube, al aterrizaje - ¿amarización?- sobre la superficie del cráter Jezero, en Marte, del rover Perseverance (no hace falta traducción) que se lanzó el año pasado y colectará muestras del suelo, muestras que serán recogidas por una nave ulterior que se lanzará en 2026. Con esas muestras se pretende saber si hubo una inundación en dicho lugar, y consecuentemente, si puede haber esperanzas de encontrar agua en la superficie del planeta rojo.

A mí me gusta pensar que ese lugar, el cráter Jezero, es el punto donde otro rover, el Sojourner, tomo tierra el 4 de julio de 1997, y donde se sitúa la narración titulada La Avalancha, que yo escribí a continuación, y que se publicó en la revista Maquinaria y Equipos en ese mismo año, y en estas líneas el 3 de junio de 2013. Se la ofrezco a ustedes:


La avalancha


En cuanto dejó de sentir el vendaval producido por las aspas del helicóptero, Natalio aminoró el paso. Ya no estaba en buenas condiciones, se fatigaba demasiado, le costaba mover su corpachón enorme, la barriga cada vez más prominente. Se encaminó despacio, recuperando el resuello, hacia el pequeño promontorio desde donde se veía - se adivinaba más bien-, el valle, y donde le esperaba su vieja camioneta. Al llegar se aflojó del todo el nudo de la corbata y se desabrochó los botones segundo y tercero de la camisa. Sentado al volante, con la puerta abierta, se secó el sudor de su frente con la manga de la chaqueta y lentamente, con complacencia - el estruendo del helicóptero se había extinguido-, extendió una vez más la vista hacia el valle.


Acababa de llegar de la capital. Una hora de helicóptero y tres de avión antes, había vivido su triunfo. Las autoridades, con el presidente a la cabeza, le habían mostrado su admiración y respeto. Extrajo del bolsillo de la chaqueta para admirarla una vez más, la condecoración que le habían prendido al pecho, la más alta que pudiera recibirse desde el rango civil. El reconocimiento de la sociedad era la culminación a aquellos largos años de dedicación y esfuerzo, donde no había escatimado su entrega, en los que había envejecido en la ingente tarea de cambiar la faz de la tierra. Así lo había dicho el mismísimo presidente en su discurso:

-... este gigante, Natalio, permitame que le llame así, simplemente, Natalio, como le llama todo el mundo, este gigante, repito, cuya labor ha cambiado la faz de la tierra...

Y en efecto, así era. Donde él estaba ahora, diecinueve años atrás sólo podían estar los cóndores sobrevolando su territorio. Ahora había un helipuerto, hangares, edificios administrativos, talleres, residencias para el personal, su propio chalecito. Y todo eso era la cota + 93 respecto al fondo del cauce. Había sido necesario mover miles de millones de metros cúbicos, las cifras podían marear a cualquiera, y la obra era perfectamente visible desde el espacio exterior. Primero, construir alojamientos para los miles de personas empleadas; después, a medida que la obra avanzaba, cambiar ese emplazamiento de sitio por dos veces. Entre tanto los diarios problemas por resolver, al principio como uno de los responsables máximos de la obra, después, enseguida, a causa de la avalancha que tantos muertos causó, como máximo responsable. Repasó mentalmente aquellos momentos. Apenas podía ya recordar los rostros: El Comité de Ingenieros, al que él estaba a punto de acceder, pereció en pleno. Luego, los intrincados manejos financieros que situaron a su empresa en la cabecera del Consorcio y entonces, su propio encumbramiento a la dirección de la obra. Recordó también algunos artículos de prensa que trataron de responsabilizarle del desastre. Volvió a secarse el sudor de la frente con la manga de la chaqueta. Cerró los ojos recordando los miles de máquinas que habían empleado, hasta el punto de que la obra había activado la construcción mundial de maquinaria. ¡Cuántos cientos de perforadoras, excavadoras, cargadoras, tractores, empujadores, motoniveladoras, compactadoras! Cuántas miles de toneladas de explosivo, de gasóleo, de aceite. Cuántos martillos, cuántos tallantes, cuántas trituradoras, cuántas plantas de hormigón, cuántas de asfalto. Cuántos miles y miles de maquinas habían sido utilizadas. Cuántas cizallas se habían usado para reciclar aquel material. Cuántas toneladas habían circulado por la vía férrea, expresamente construida para el acarreo, que se extendía por 365 kms a través del desierto.

Cuánta gente había conocido en aquellos años: obreros, capataces, topógrafos, ingenieros; asesores, vendedores de maquinaria, vendedores de material de desgaste. Cuántos de ellos habían desaparecido ya, unos de forma natural, otros, cuando la avalancha.


La avalancha, otra vez la avalancha, no se la quitaba de la cabeza, después de tantos años, ahora que la obra estaba terminada, ahora que él acababa de recoger el reconocimiento unánime; ni que él fuera responsable de algo como se empeñaron en demostrar, sin conseguirlo, aquellos malditos diarios. Pues no, bien alto lo podía decir, allí, sentado en su vieja camioneta, en el promontorio, dominando una pequeña parte del paisaje: ¡Él, Natalio, no era responsable, no podía ser responsable!”. Se movió inquieto en el asiento, buscando una postura más cómoda, nadie le iba a privar de su éxito, de sus honores tan arduamente conseguidos. Volvió a removerse en el asiento sin encontrar acomodo. Entonces le pareció que la camioneta se movía. Miró la palanca de freno; estaba echada. Pero no, no se movía, se balanceaba. Al instante un rumor sordo, mineral, que iba creciendo, aumentó su estupor. Trató de saltar al exterior, pero tuvo miedo. Entonces miró hacia abajo, al cauce, al valle: Una mancha fangosa, ingente, de tierra y rocas, de color rojizo, avanzaba a gran velocidad arrasándolo todo a su paso. El ruido se multiplicó, la tierra temblaba, sintió una punzada en el pecho y buscó en el bolsillo del pantalón las pastillas que siempre llevaba consigo. No las tenía. “Moriré de cualquier manera, pensó, será el corazón o la maldita avalancha”. Sintió una opresión en el brazo, cada vez más fuerte, más fuerte, conocía los síntomas.

-¡Natalio! ¡Natalio! ¡Despierta, estás soñando! ¡No debes tomar coñac después de cenar, siempre te trae pesadillas! - le reprochó su mujer.

A duras penas, se incorporó en la cama, hasta quedar sentado. Sudaba copiosamente. Fue a secarse con la manga de la chaqueta del pijama pero estaba completamente empapada.


Poco a poco, fue recuperando la consciencia. Entonces recordó las imágenes de la TV, la víspera, que tanto le impactaron: El Sojourner avanzaba lentamente sobre la superficie rojiza de Marte; el locutor hablaba de una inimaginable inundación millones de años atrás.







domingo, 14 de febrero de 2021

A vueltas con los borbones




La dinastía que está al frente de la monarquía española es pródiga en noticias. Seguro que me dejo algo más sustancioso que lo que traigo, pero no me resisto a un somero recordatorio de algunas de esas noticias de las últimas semanas.


He aquí aquellas que más me han llamado la atención:


Una. El Rey Nuestro Señor, en consonancia con los tiempos, ha ordenado congelar los sueldos de la Familia Real, cosa que le honra, pero también los de los pocos funcionarios a su servicio, que ya saben ustedes que la inmensa mayoría de los que prestan sus servicios a la Corona, dentro y fuera del Palacio de la Zarzuela, cobran directamente, bien de Patrimonio Nacional, bien de los Ministerios de los que dependen, y que de una u otra manera sus emolumentos no entran a formar parte de esas cuentas de la Casa Real que los sucesivos gobiernos españoles se empeñan en señalar como nuestra modesta contribución al servicio de la dicha institución monárquica. Tampoco paga alquiler ninguno por los palacios en que habita, ni contribuye al mantenimiento de tanto boato. ¿Conocen ustedes la expresión “disparar con pólvora del rey”? Pues eso.

Dos. Pero es que, además, esa Casa Real funciona como una empresa más que mediana, con una estructura de mando que muchas empresas quisieran tener para su gestión, y unos sueldos que envidiarían muchos profesionales que se enfrentan diariamente a la cuenta de explotación. Los cuatro “ejecutivos” de mayor nivel cobran sueldos de entre 104.000 y 145.000 euros anuales, lo cual viene a ser el doble de lo que gana el Presidente del Gobierno, que nos puede gustar más o menos o nada, pero tiene mayor responsabilidad.

Y sin salirnos de la cuestión pecuniaria, ya sabrán ustedes que los gastos de alojamiento y desplazamientos propios, más los del equipo de acompañamiento del ex-rey salen también de nuestros bolsillos.


Tres. Por otro lado, hemos sabido también que, como buen padre, el Rey Nuestro Señor va a enviar a su hija mayor a acabar su bachillerato a un colegio galés; se ha ocupado de señalar que el precio de esos dos años será pagado del sueldo familiar como cualquier padre en cualquier país. Se miran las opciones, se evalúan los precios, se ve cómo casan con los ingresos propios y se actúa en consecuencia. Vamos, de cajón.

Ahora bien, cuando se está en un puesto de relevancia, y este caso es de la máxima relevancia posible, hay que tentarse bien las ropas. Y ello por lo siguiente. Veamos: En España tenemos escuelas públicas y escuelas privadas, y el ciudadano tiene toda la libertad que le ofrece su situación económica para elegir entre ambos tipos de escuela. Pero desdeñar la enseñanza que da la escuela pública no me parece una opción al alcance de la Familia Real. ¿Qué mensaje reciben los ciudadanos que solo pueden enviar a sus hijos a la escuela pública? Obviamente, que la calidad de ese sistema no es suficiente. ¿No podría haber mandado a su hija a la escuela que le correspondiera, al menos en jornada de mañana, y por la tarde, atiborrarla de otras enseñanzas que le puedan servir en su futuro como Reina Nuestra Señora? ¿Cómo va conocer la idiosincrasia de sus súbditos si no se mezcla con ellos? ¿De qué le puede servir el trato con jóvenes ricos de otros países como no sea para tener conocidos en las reuniones de Davos el día de mañana?



Cuatro. Volviendo al viejo borbón – ¡ojo,no confundir con el viejo bribón!-, si ya no vale para rey, o no lo merece por su comportamiento, habría que preguntarse si su nombre puede otorgar distinción a instituciones como la Universidad Rey Juan Carlos, que bastante tiene ya con lo de la Cifuentes. ¿Tienen alguna culpa quienes pretenden obtener un título universitario en ese antro para que sigan condenados a soportar bromas sobre la forma de obtener su título?

¿No sería mejor cambiar el nombre por algo más neutro? ¿No basta ya de bautizar plazas y estadios con los nombres de prebostes y caciques que no añaden nada positivo? Tenemos escritores y científicos de donde echar mano.






 


domingo, 7 de febrero de 2021

Quince pasos para un metro

Este artículo ha sido publicado en la revista OP Machinery en su número de enero de 2021



 Seguramente a ustedes les parecerá que han de ser muy cortos esos 15 pasos para alcanzar la exigua distancia de 1 metro; no lo crean. Vamos a verlo, pero antes desvelaremos que el metro en cuestión es un verdadero Metro, es decir, un tren subterráneo – como el que tienen los de Bilbao- que en su tramo central discurrirá bajo las aguas y la playa de La Concha, y volverá a entrar en la ciudad para convertir la estación de Easo en subterránea, lo cual hará que 21,000 metros cuadrados podrán dedicarse, en parte, a viviendas y comercios, fundamentalmente para aprovechamiento de unos pocos. Y porque sea un asunto local no dejen ustedes de prestarle atención. Aunque no en forma de metro, pueden encontrarse con algo similar en su ciudad o pueblo. Hay que estar al tanto.


Paso 1: Existen miles de proyectos faraónicos basados en estudios de tráfico que después nunca se cumplen. La obra ya está hecha y pagada aunque no sirva para nada. ¿No les suena?


Paso 2: Concursos a la baja, que después de la adjudicación se duplican. Recordarán que a Dragados y Construcciones, el germen de ACS se le conocía por Dragados y Reformados. La legión de abogados en su plantilla conseguía que las reformas en las obras duplicaran muchos presupuestos.


Paso 3: Proyectos de gran complejidad técnica que luego se revelan inalcanzables. En teoría todo se puede llevar a cabo. Después surgen dificultades que no se habían tenido en cuenta.


Paso 4: Pequeño efecto multiplicador para la economía. Obras llevadas a cabo con grandes tuneladoras son muy rentables para las empresas que disponen de las mismas, pero utilizan escasa mano de obra.


Paso 5: Poca o nula necesidad de acometer la obra. El cálculo excesivo de pasajeros esperados disfraza toda lógica. Una vez embarcados en la obra no hay solución.


Paso 6: Efectos negativos para otros medios. En una ciudad pequeña como San Sebastián cuyos autobuses urbanos transportan 30 millones de pasajeros/año, la coincidencia de algunas rutas puede ir en detrimento de esa compañía municipal.


Paso 7: Ocultar otras partes del costo. Las cifras manejadas se refieren exclusivamente a las obras subterráneas. El coste de las estaciones e instalaciones como cintas transportadoras y escaleras mecánicas no está incluido.


Paso 8: El trazado es para procurar un beneficio exclusivo en la zona centro. Se contemplan nuevas zonas comerciales y más construcción de viviendas, que por su precio no responderán a las necesidades mayoritarias de la población.


Paso 9: Falsedad de que el actual trazado no permita dar servicio al aumento del tráfico. La actual estación de Easo, con ocho andenes, permite un tráfico de hasta un convoy cada tres minutos y medio; en la actualidad ese tráfico es de uno cada diez minutos, como máximo.


Paso 10: El origen de la operación es meramente político. La propuesta del Psoe fue aceptada por el Pnv para soportar un gobierno de coalición, que continúa.


Paso 11: No responde a una necesidad real. Las líneas de bus peor servidas pueden y deben mejorarse con más buses y microbuses, y mayores frecuencias.


Paso 12: No ha sido sometido a un plebiscito ciudadano. Por más que la movilización ciudadana lo viene exigiendo, las autoridades municipales no están por la labor. Y un presupuesto de cientos de millones lo justifica.


Paso 13: Su financiación no solo afecta a Donostia, sino a toda la provincia. Obviamente, no serán solo los vecinos de la línea los que paguen sus enormes costes, sino todos y cada uno de los guipuzcoanos, vivan donde vivan.


Paso 14: Enormes afecciones al centro de la ciudad. Las obras de un metro en una ciudad conllevan grandes afecciones con sus correspondientes costes para habilitar temporalmente otros espacios. Por no hablar de los socavones aparecidos desde hace ya seis meses, que mantienen paralizada la obra y cuyo coste añadido tampoco se conoce, hablándose de decenas de millones.


Y paso 15: Ante estos socavones inesperados, los responsables de la obra han manifestado que “seguridades al ciento por ciento en esta clase de obras no se pueden garantizar”. ¿Se puede entender que hay un “pequeño” margen de probabilidad de que sobrevenga un colapso con cientos de personas en un tren bajo las aguas?


Seguro que ustedes pueden tener más preguntas, lo que significaría más pasos. Apliquen el método en otros casos que conozcan, no importa lugar ni tipo.




lunes, 1 de febrero de 2021

El Arco

 


foto de la fachada principal del Arco de La Cavada


 Ay!, Arco de La Cavada

contigo a leer aprendí,

cuántas veces tu lema repetí

hasta que capaz fui de decir

carlos tercero rey año de mil setecientos ochenta y cuatro.

Yo estaba contigo y tú conmigo

eras parte de mi casa,

aunque por medio,

a veces impetuoso

y otras calmado o falto de agua, pasaba el Miera,

el mismo que Gerardo Diego cantara.


Plomo y hierro fundidos vertieron

para soldar tus sillares.

Pero todo cesó

cuando en la última riada el Miera se lo llevó

y solo tú quedaste.


Tú, como todos los arcos eres puerta

y como todas las puertas tienes dos caras,

la de salida

y la de entrada.


Yo veía la segunda, la principal

por donde entraron

los Arche, los Baldor, los Cubría,

los Guate, los Lombó, los Marqué,

los Piro, los Rojí, los Roqueñí o los Uslé,

aunque no siempre bien aceptados,

cuando aún ni existía el proyecto de hacerte.


(Mucho más tarde vinieron personas de Extremadura,

apellidos nuevos y nueva sangre,

para aportar la fuerza de sus brazos,

su necesidad vital

y su apremio e inteligencia)


Por tu otra cara salían

los temidos tubos de hierro

que yo he visto en Manila, en San Juan o en La Habana

donde descargaron su trueno de fuego

para imponer tu hispánica paz.


En el fondo de mis pupilas quedarás,

Arco de La Cavada,

ahí donde reside la imagen primigenia,

la que nunca se olvida,

la que siempre nos acompaña.

Ahí,

      por siempre,

                          tu figura neoclásica.



    


                 Foto de la fachada interior del Arco de La Cavada