lunes, 1 de febrero de 2021

El Arco

 


foto de la fachada principal del Arco de La Cavada


 Ay!, Arco de La Cavada

contigo a leer aprendí,

cuántas veces tu lema repetí

hasta que capaz fui de decir

carlos tercero rey año de mil setecientos ochenta y cuatro.

Yo estaba contigo y tú conmigo

eras parte de mi casa,

aunque por medio,

a veces impetuoso

y otras calmado o falto de agua, pasaba el Miera,

el mismo que Gerardo Diego cantara.


Plomo y hierro fundidos vertieron

para soldar tus sillares.

Pero todo cesó

cuando en la última riada el Miera se lo llevó

y solo tú quedaste.


Tú, como todos los arcos eres puerta

y como todas las puertas tienes dos caras,

la de salida

y la de entrada.


Yo veía la segunda, la principal

por donde entraron

los Arche, los Baldor, los Cubría,

los Guate, los Lombó, los Marqué,

los Piro, los Rojí, los Roqueñí o los Uslé,

aunque no siempre bien aceptados,

cuando aún ni existía el proyecto de hacerte.


(Mucho más tarde vinieron personas de Extremadura,

apellidos nuevos y nueva sangre,

para aportar la fuerza de sus brazos,

su necesidad vital

y su apremio e inteligencia)


Por tu otra cara salían

los temidos tubos de hierro

que yo he visto en Manila, en San Juan o en La Habana

donde descargaron su trueno de fuego

para imponer tu hispánica paz.


En el fondo de mis pupilas quedarás,

Arco de La Cavada,

ahí donde reside la imagen primigenia,

la que nunca se olvida,

la que siempre nos acompaña.

Ahí,

      por siempre,

                          tu figura neoclásica.



    


                 Foto de la fachada interior del Arco de La Cavada             



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