jueves, 26 de septiembre de 2013

Victorias pírricas



     Les presento a continuación el artículo titulado Victorias pírricas, publicado en la revista OP Machiney, en el nº 11, de julio-agosto del 2013.






VICTORIAS PÍRRICAS


Pirro fue rey del Epiro, en el oeste griego, y desde allí trató de hacerse con el control de Macedonia, rememorando las hazañas de Alejandro; sin embargo es más recordado por sus campañas en Sicilia y la Magna Grecia, donde derrotó a la incipiente potencia romana. Mas sus batallas fueron tan encarnizadas, produjeron tantas bajas tanto entre sus enemigos como también entre sus propios hombres que, según aseguran los historiadores, no pudo por menos que decir tras una de aquellas ocasiones: otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo.
Efectivamente, los daños en las tropas romanas fueron muy elevados, pero no lo fueron menos entre las tropas griegas. En aquellos  tiempos, había un sentido patrimonial del reino; el rey era el dueño de almas y haciendas, según expresión acuñada en nuestro Siglo de Oro casi dos mil años después, pero, en cualquier caso, para emprender una campaña de conquista hacía falta una buena suma de oro y disponer de cierta potencia demográfica. Si uno perdía lo uno o lo otro, no quedaban recursos para volver a la lucha. Y Pirro perdió muchos soldados en sus batallas, incluso en las ganadas; de ahí viene esa frase que nos recuerda a aquél rey. Hoy en día –al menos eso pensaba yo- esa forma de ver las cosas ya no es admisible, y es precisamente la vida y el bienestar de los ciudadanos el objetivo de toda política en cualquier estado moderno que se precie; condición que no se ha cumplido, por ejemplo, en la Alemania nazi o en la Rusia soviética; por eso abominamos de tales formas de estado.
Escribo estas líneas en vísperas del primero de agosto, cuando Rajoy nos va a obsequiar –por iniciativa propia, faltaría más- con una sesión parlamentaria sobre el caso Bárcenas. Para cuando ustedes tengan la paciencia de leerlas –yo se las haré llegar al Director en cuanto acabe de escribirlas- todo ello será agua pasada, como habrán pasado los cálidos días de agosto, y habremos empezado a olvidar muchas cosas de las que ahora ocupan nuestra cabeza. Pero quiero, en un alarde de gratuita osadía, aventurar el resultado de esa sesión parlamentaria.
Vamos allá: Rajoy negará hasta la extenuación relación alguna con el ex tesorero, al que ni citará por su nombre. Tendremos claro que no ha existido financiación irregular en el Partido Popular en ningún momento de su historia; ningún presidente, ni ministro, ni alto cargo del gobierno o del partido, han cobrado jamás sobresueldo ninguno; nadie ha tenido jamás relación alguna con esa trama ni tampoco con la del caso Gürtel; no ha habido empresas que hayan conseguido contratos públicos ilícitamente, ganando miles de millones a costa nuestra, mediante el pago de comisión alguna; y, en definitiva, lo que haya hecho el ex tesorero ha sido cosa suya, traicionando la confianza recibida y extralimitándose en sus funciones.
Y para probarlo, baste mirar las cuentas auditadas del partido y los controles periódicos y pertinentes del Tribunal de Cuentas, ¡faltaría más! Los que nos gobiernan lo hacen movidos por el altruismo y el interés general, pues es bien sabido que ganarían más dinero si se dedicaran a sus oficios respectivos. Después se votará y se contarán los votos y asunto concluido.
Pirro perdía a muchos de sus hombres en la batalla aunque, al final, la ganara. Rajoy no va a perder ninguno, los conservará todos, y también ganará la batalla. ¿Quién va  asumir las pérdidas? Un país –o un estado, no se sabe bien qué-  llamado España será quien pague los platos rotos, pero esto es algo a lo que estamos largamente acostumbrados.
Ah!, se me olvidaba, la oposición, bien, gracias.

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