jueves, 7 de mayo de 2020

Cosas de la televisión





Todos sabíamos muy bien que para una mejor y más plural información era condición sine qua non que en España se concedieran más canales de televisión; así se nos vendió, con profusión de datos, artículos y ejemplos, so pretexto de nuestra conveniencia. Lo mismo que era mejor vender las empresas públicas que daban servicios a la ciudadanía, porque así pasaban a gestionarse privadamente, que siempre es mejor, cosa que ha quedado más que demostrado como hemos visto en esta pandemia con la sanidad y las residencias de ancianos: las nuevas cadenas habían de ser, ¡como no!, privadas. Y para que su andadura informativa fuera la mejor posible desde su inicio, debían tener acceso a publicidad, en tanto que eso no se concedía a la televisión pública: no le hacía falta, dependería de los presupuestos públicos. Así, las nuevas cadenas comenzaban su andadura con un mercado cautivo que solo en ellas podía gastarse sus presupuestos de publicidad.

Ahí quedaron TVE 1 y TVE 2, cada una de ellas con una programación diferenciada y en cierta forma complementaria. Luego las vicisitudes económicas, la mala gestión de las cadenas, el empuje de las privadas con nuevos productos y mejor financiación, y la incapacidad de los sucesivos gobiernos para afrontar la reforma que el ente precisaba llevaron a la situación actual: las televisiones públicas fueron perdiendo cuota de mercado y lo siguen perdiendo, al mismo ritmo que el dinero y la calidad. Hasta una cadena tan vacua como la cinco o tan poco interesante como la cuatro gozan de más apoyo popular que la televisión pública. De la de la derecha no diré nada, no sea que algunos se ofendan.

El colmo es la situación actual, donde asistimos a una competencia entre ambas cadenas públicas. Es más que frecuente que ambas nos ofrezcan el mismo día y a la misma hora una película, española o extranjera, que tanto da. Si uno quiere ver una película, sin anuncios y, por tanto con un final a una hora predeterminada, tiene que elegir si ver la primera cadena o la segunda. De lo contrario, habrá que cargarse con lo que nos den en otra cadena, pero bien trufada de anuncios insoportables.

Un caso mixto lo constituye la televisión autonómica vasca, aunque es posible que no sea el único. En este caso, amén de una media docena de canales cuyos contenidos deben ser muy interesantes y muy poco vistos, el ente vasco tiene también dos canales principales, el primero íntegramente en euskera, y el segundo mayormente en español. Y en este segundo, hay un programa, no recuerdo el horario, pero pongamos hacia las 22 horas, que pone una película, a veces interesante. Pues bien, el presentador, que lleva en ese puesto desde la apertura del canal si no antes, se pasa media hora de reloj, contándonos que el actor principal intervino también, aunque en un papel secundario en aquella película, que no es que fuera contemporánea de la que vamos a ver, porque de hecho se rodó casi veinte años antes, pero casualmente rodada en los mismos estudios, y protagonizada por Fulanita de Tal que poco más tarde contrajo matrimonio con su masajista y de cuya unión nació este actor de hoy, y cuando su madre se divorció de su marido (ya saben esta gente del cine es así) y se entregó a la bebida nunca quiso reconocer a nuestro actor, lo cual, según muchos críticos explica su carácter que le ha convertido en uno de los protagonistas más buscados para papeles secundarios como el que hoy vamos a poder ver si permanecemos atentos a la pantalla, que así se decía antes, y teníamos mayores tragaderas.

En definitiva, destierren de su cabeza esa idea de que el tiempo en televisión es oro porque hay que aprovecharlo para dar anuncios; este caso que les cuento demuestra tal falacia.

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