martes, 18 de junio de 2024

Siete palabras

Este artículo ha sido publicado en la revista OP Machinery, en su número de mayo pasado.

 




Si de algo estoy seguro es que jamás en mi vida he salido de una audición musical con una sensación tan fuerte, tan clara y tan precisa de haber escuchado algo tan logrado, tan hermoso y certero al corazón como en la ocasión que voy a relatar. También estoy seguro de que no podré trasladarles esos sentimientos, ni es esa mi intención. Haré un comentario en tres pasos; en primer lugar hablaremos de Cádiz, después de Haydn, y finalmente de Jordi Savall. Vamos allá:



La tres veces milenaria ciudad de Cádiz tiene como anexo a la iglesia del Rosario una construcción que no parece religiosa, con una especie de sótano cuyo origen no se conoce exactamente. Este conjunto fue construido y restaurado a expensas de José Sáenz de Santa María (1728-1804), nacido en Veracruz (México) que se ordenó sacerdote en Cádiz hacia 1761 y que junto con otros religiosos hacía ejercicios espirituales todos los jueves a partir de media noche en memoria de la Pasión de Cristo. Este hombre heredó una inmensa fortuna en 1793 y con eso mejoró, remató y habilitó aquel conjunto para que sus rezos tuvieran un lugar adecuado. El resultado es lo que hoy se conoce como el Oratorio de la Santa Cueva. Pero no cesó ahí la vocación de mecenas de nuestro cura mexicano, sino que quiso encargar una pieza musical que acompañara a los rezos y adecuada para el lugar. ¿Y a quién se hizo el encargo? Se pensó en Luigi Boccherini, pero él apuntó más alto: nada menos que a Franz Joseph Haydn, el músico indiscutible en Europa en aquellos momentos; Haydn recibió una caja que albergaba un pastel cuyo interior estaba repleto de monedas de oro: no pudo negarse.



Ya hemos llegado a Haydn, que quedó al cargo de escribir Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz, una de sus obras más emblemáticas y a la que dio la siguiente estructura: Una introducción y siete sonatas, una por palabra y de unos diez minutos de duración cada una, y cerrando con el terremoto, como se describe en el Evangelio de Mateo. Posteriormente Haydn escribió versiones instrumentales para cuarteto de cuerda y para piano, y otra coral.



Llegamos así a Jordi Savall, la gran figura española de la música antigua. Interpreta con su viola da gamba y dirige grupos musicales y orquestas. Con Le Concert des Nations orquesta creada por él mismo, que toca con instrumentos de época y formada por intérpretes de varios países europeos, interpretó – ¿cómo no?- las Siete Palabras, con Rafael Taibo en una ocasión y con José Saramago en otra como narradores. Cito este detalle porque, aunque desconozco la relación de Taibo con la fe, la de Saramago es bien conocida.



En algún articulillo mío he tratado de expresar la idea de que la música, como algo imperecedero que es, lleva consigo reminiscencias de cada época, de la sociedad, de las ideas, de las creencias y hasta de los lugares en que ha sido concebida o interpretada. Y por tanto, cuando se escucha o cuando se practica, la situación personal de cada uno con sus creencias o sus opiniones políticas, sociales o religiosas debe quedar aislada y apartada, manteniendo solamente la atención, el oído y el espíritu abiertos y centrados en el disfrute de esa música que es, valga el siguiente lugar común, un capricho de los dioses, aunque haya sido creada por un humano.



Ah!, un detalle no menor: la grabación de las Siete Palabras de Joseph Haydn, por Le Concert des Nations, dirigido, cómo no, por Jordi Savall, tuvo lugar en la Sagrada Cueva como ustedes habrán supuesto. Y la que más me gustó fue la cuarta palabra, aquella que dice: Señor, señor, ¿por qué me has abandonado?



Y pienso que entre la escasa veintena de ávidos oyentes de aquél momento, no creo que yo fuera el único ateo.