jueves, 20 de noviembre de 2025

Acero Corten

 







 Lo primero que puede ver usted, estimado lector, es la cifra 1975, seguida de unos puntos suspensivos, justamente enfrente de mi sombra, mientras sacaba la fotografía. Tanto usted como yo estamos viendo unas cifras, bien ordenadas que arrancan en el año 1936; es decir, 89 años hasta ahora, cosa que no es baladí.

Lo que sustenta esa enorme cantidad de números es una placa de acero, más exactamente acero corten, un tratamiento que tiene la virtud de mantenerlo incólume durante muchos años, como bien saben los expertos, constructores, arquitectos, etc. Seguramente fue éste el motivo por el que decidieron el uso de ese acero.  Desconozco la fecha en que se puso de pie esa enorme página, si se me permite llamarla así, quizás algo después de 1975, pues éste es el año en que murió el Dictador, del cual se cumplen 50 años hoy, 20 de noviembre.

Entonces, ¿qué querrá decirnos esta chapa de acero que va a durar más que nosotros? Yo diría que esos puntos suspensivos nos advierten de que la historia iniciada en 1936 puede continuar tranquilamente sin límite alguno hasta 2036, como poco. Y lo que ocurra dependerá del devenir de este mundo, porque no se perciben signos interiores de que las ideas, llamémoslas franquistas, estén por la labor de modernizarse políticamente.

Porque curiosamente, esa férrea página satisface a todo el mundo. A los que consideramos que las derechas hispanas debieran modernizarse para contribuir a hacer del nuestro un país más libre y más actual, y, a esas derechas aún más, así se demuestran a sí mismas que la guerra incivil del 36-39 que ellas iniciaron y ganaron no fue en balde, sino que les dio grandes réditos de todo tipo y les sigue siendo productiva. Dominan la justicia en sus variados ámbitos, mediante una firme ligazón de sus componentes principales con las ideas perennes del franquismo, igual que sucede con la religión, que tiene un enorme peso en la sociedad, aunque la inmensa mayoría de los españoles no pisen las iglesias. 

Y no hablemos de la monarquía, otro muerto que nos dejo la guerra. Qué bien estaríamos sin la familia real cada vez más numerosa y cuyos dispendios hemos de pagar. Y volveríamos a la bandera tricolor adoptada por la República.

¿Hasta cuando franquistas, curas y Borbones, abusaréis de nuestra paciencia?







jueves, 6 de noviembre de 2025

Una de lápidas

 








 Hay miles de lápidas, inscripciones, señales, en fin, que buscan llamar la atención del caminante. Nos indican el nombre del lugar o alguna característica del mismo, y sobre todo algo que sucedió ahí. Todo ello para atraer la atención del caminante por las razones que fueran.

Échenle una mirada a la lápida de arriba. Cumple con la acepción más común, cual es la de informar de una muerte. Pero veamos cómo, en lugar de sobrevalorar la vida, la fama, o la bondad del muerto, que no van los tiros en esa dirección sino en otra muy distinta, lo que se enaltece son esos mismos atributos, pero en otra persona. O sea, el colmo.

Les explico: resulta que en medio de un parque hay un hermoso palacio en el que acostumbraba a pasar unos días en el verano una reina española. Frente al palacio, al pie de la carretera vivían unos ciudadanos normales. Y estando en frente, no tiene nada de particular que prestaran sus servicios a la familia real. Los varones se ocuparían de cuidar el jardín, los animales, los carros, etcétera, en tanto las mujeres andarían por los aposentos y los salones cuidándose de su limpieza; está claro que la cocina dependería de gente traída de Madrid que conocía bien el oficio. Y, como todo en esta vida tiene su fin, uno de los primeros llegó al suyo. Y este uno había trabajado varios años para la reina. Y algún secretario tuvo la feliz idea de labrar unas letras en una lápida y colocarla encima de la puerta del fallecido, para que fuera vista por todos los paseantes por el camino y - esto entre nosotros - para mayor gloria real. Hay que reconocer que la lápida está muy bien redactada, como pueden ver. Sólo la fecha antes que la reina, cuya magnífica presencia honra el domicilio del muerto, y garantiza el destino de su alma, asistiendo al viático. La reina tiene nombre, por supuesto, no así el muerto, que solamente tiene categoría de servidor.

Hoy, este tipo de sucedidos no son muy distintos a los del pasado. Como decía aquél, siempre hay clases. Y no digamos si hay una monarquía de por medio.