viernes, 11 de septiembre de 2015

El rapto de Europa



Artículo que acaba de aparecer en la revista OP Machinery, correspondiente a los meses de agosto y septiembre:





EL RAPTO DE EUROPA


Según la mitología griega, Europa, joven y bella princesa fenicia, fue raptada y llevada a Creta por el mismísimo Zeus, disfrazado de toro. Allí engendró varios hijos, uno de ellos, Minos, dio origen al Minotauro, otro mito de actualidad.
Sea como fuere, su nombre pasó a bautizar el nuevo –por  entonces- continente, hasta que muy recientemente, unas decenas de años tan solo, los naturales de los países en que se dividió aquél, comenzaron a considerarle como algo más que un mero accidente geográfico –un apéndice peninsular de Asia. El concepto de Europa devino para esas poblaciones algo más que un concepto político, algo más que un mercado abierto construido con el evidente propósito de lograr un espacio comercial para una industria que no podía soportar verse constreñida a la estrechez de las viejas fronteras nacionales. Para esos ciudadanos, digo, Europa podía significar algo más que la mera superación de las fronteras e incluso la aspiración de que no hubiera en el futuro más guerras europeas como las que se dieron en la primera mitad del siglo XX.
Ese era el mito que los europeos fuimos construyendo, accediendo de paso a ciertas cotas de bienestar que antes nos parecieran deseables, y en ese concepto pudimos recordar a aquella virginal princesa que nos dio el nombre.
Pero hemos mencionado también el mito del Minotauro: este ser, mitad hombre, mitad toro, exigía el tributo de las más hermosas doncellas, a las que devoraba en su laberinto. Y hoy en día, este segundo mito se impone sobre el primero. En el laberinto financiero que algunos han construido, el mito de Europa nos ha sido arrebatado. No sabemos bien quién o quienes han perpetrado el rapto, pero es evidente que ya no está en nuestro altar. Y de nuevo ha sido bajo la apariencia de un toro manso, en forma, esta vez, de un maná incesante de préstamos a bajo interés que Europa no ha podido al fin devolver. Los servidores del sistema espurio dan con una mano lo que luego han de reclamar con la otra, dejando a los deudores en una situación de la que no pueden salir de ninguna manera.
Cuando escribo estas líneas, estimado lector, 20 de julio, Grecia acaba de recibir un tercer rescate, el cual ha empleado íntegramente en cancelar deudas anteriores; es decir: el Minotauro ha exigido sus doncellas y los griegos han satisfecho el tributo. Consecuencia: deben lo mismo y son más pobres. Cuando estas líneas vean la luz, a mediados de septiembre, cualquier opción ha podido tomar carta de naturaleza. Grecia seguirá en el euro o estará fuera, nadie lo sabe. Lo único que se puede pensar, con la mayor de las verosimilitudes, es que toda esa ceremonia de la confusión del anterior fin de semana, no habrá servido para nada excepto para escenificar el enorme poder del Minotauro: el hombre con cabeza de toro ha sido identificado, en nuestra cultura actual, con otra cabeza de hombre sobre un cuerpo en silla de ruedas, símbolo de los tiempos.
Entretanto, los griegos entregando sus tributos seguirán sufriendo y los corifeos del Minotauro, nos dirán lo mismo que hasta ahora: las deudas hay que pagarlas, cada uno cosecha lo que siembra y los manirrotos no deben quejarse; el que la ha hecho, que la pague.
¿Dónde ha quedado el mito de esa Europa, madre común, con la cual nos habíamos identificado? ¿Quién, en sus cabales, quiere seguir en esa Europa nueva? ¿Dónde estará el nuevo Teseo que acabe con el Minotauro? ¿Aparecerá por algún lado, en forma humana, de partido, de país?

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