viernes, 2 de octubre de 2015

Un brillo en sus ojos



UN BRILLO EN SUS OJOS
(Borgiana)

Para Zubi, mi mujer.
Yo no sabía nada de música, es la verdad, pero una amiga con la que andaba por entonces era gran aficionada y me llevó a escuchar aquél concierto donde sólo tocaban cuatro músicos, aunque enseguida yo solo tuve ojos para uno, bueno, mejor dicho para una, que tocaba, eso lo supe luego, el violonchelo, ya sabes, ese instrumento que es como un violín pero mucho más grande, y se apoya en el suelo mientras se tiene entre las piernas y se sostiene con una mano y con la otra se maneja lo que llaman el arco … yo, como te he dicho, no sabía nada de esto, que es algo que he ido aprendiendo con el tiempo, aunque sigo sin entender de música, o sin entender la música por decirlo de manera más precisa, que ahora puedo distinguir unos instrumentos de otros pero no me preguntes si una música es buena, o está bien o mal interpretada, yo de eso no sé nada ni me importa… como en aquél día, que lo único que me importaba era el violonchelo, o mejor dicho la chica en sí, lo demás me importaba una higa, porque, a ver si acierto a explicártelo bien, aquella visión de la chica tocando el violonchelo fue para mí como una revelación, no sé si se puede decir así… ya imaginarás que yo no atendía a la música que surgía de aquél aparato, ni siquiera si emitía algún sonido o estaba en silencio, yo veía a la chica y, … la veía desnuda, completamente desnuda, ¿comprendes? … sólo la leve inclinación momentánea del violonchelo me ofrecía o me tapaba ciertas partes del cuerpo, en tanto yo veía su espalda recta, que no apoyaba en el respaldo de la silla, sus muslos que abrazaban aquella madera y su brazo derecho que se movía según necesitaba la música, y tal debía ser mi atención que mi amiga pensó que yo estaba encantado con el concierto y así me lo preguntó, a lo que contesté, medio balbuceando que sí, claro, que me gustaba muchísimo, y cuando al fin salimos y fuimos a casa de mi amiga, no pude ni quise esperar a la cena que ella había preparado, e hicimos el amor, y ni un momento se me borró la imagen de la chica del violonchelo, de modo que me pregunté después con quién había estado haciendo el amor … hasta que eso supuso, porque aquél recuerdo no se desvanecía, que rompiera con mi amiga y me dedicara, como un loco a buscar a la chelista…sí, ya ves, como te he dicho aprendí los términos de aquél arte, la busqué, digo, durante varios días hasta dar con ella, cosa que no resultó tan difícil, como tampoco me fue difícil abordarla un día e invitarla a tomar un café, y ya me entiendes, una cosa trae la otra, y al poco empezamos a salir juntos, hasta que le pedí que tocara exclusivamente para mí a lo que ella accedió gustosa, pero quedó sorprendida cuando le dije que lo hiciera desnuda, lo cual al principio le pareció muy extraño pero, enseguida, apareció un brillo en sus ojos, y accedió con la condición de que lo haría pero cubierta solamente con una especie de camisón que tenía, que luego descubrí que era como un poncho, con una abertura para la cabeza y abierto por ambos lados, y yo, como comprenderás le dije que de acuerdo … así que puedes imaginarnos ahí, en su casa, ella medio desnuda tocando la misma pieza, que eso me lo dijo después, y yo deseando que acabara, pero no pude esperar y me acerqué lentamente y le quité aquél camisón verde, mientras ella seguía tocando y me miraba dulcemente, y allí mismo, junto al violonchelo, hicimos el amor por vez primera, que luego hubo otras muchas veces, hasta que llegó aquella gira de la que volvió con que se había enamorado del pianista, y eso fue una cosa que yo no pude asumir, y le pedí, una y mil veces, que volviera conmigo, pero no lo hizo, no … no lo hizo, y …bueno, lo demás ya lo sabes, Pozas, no tengo nada más que contarte ni ocultarte, y ahora que vas a salir libre quería decírtelo pues te estoy muy agradecido por la forma en que siempre me has tratado, y si quieres,  júzgame, seguro que serás más benévolo que la justicia de los hombres…

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