miércoles, 25 de enero de 2017

Rule Britannia (4)


Este artículo aparece publicado en la revista OP Machinery, de este mes de enero.



RULE BRITANNIA (4)


Siempre las ardillas haciendo acto de presencia, correteando sobre el murete que separa las dos fincas, olisqueando nerviosas sobre el césped, llevándose a la boca alguna baya con sus dos manitas, mientras, erguidas sobre sus cuartos traseros, miran atentas a algún posible peligro…, he visto también algún corzo, apenas fuera de la ciudad, acudiendo en la atardecida a abrevar del agua fresca del canal del Kennet, donde abundan los cisnes…, no, no cambia el aspecto campestre del paisaje, ni en la ciudad ni fuera de ella; es algo que Inglaterra no ha perdido.
Tampoco parece haber perdido su ciclo descendente, más bien parece haberse acentuado, mostrándonos esa doble tendencia que, salvando las distancias, se ofrece en nuestra sociedad española. Ellos, con una tasa de paro en torno al cinco por ciento que para nosotros quisiéramos, no ofrecen mucho mejores condiciones en sus contratos laborales. Siete con veinte libras a la hora es el escalón de entrada para los puestos de reponedores, repartidores y empleos similares; el casi inexistente seguro de desempleo, el despido fulminante y unas prácticas que parecen recordar a los viejos tiempos del capitalismo manchesteriano, coexisten en una sociedad entregada al fútbol y al consumismo desaforado. Por el contrario, el activismo social se deja ver (hoy es sábado y el centro comercial es el único lugar donde hay gente) protagonizado por personas bien metidas en años; esta vez eran los Samaritanos, en su lucha contra el suicidio (un suicidio cada hora y media en Inglaterra)
La falta de limpieza en las calles que no sean las más céntricas, atrapadas por el comercio, el aspecto desastrado de muchos viandantes, la huella de una mala alimentación en los cuerpos saturados de grasa mórbida, por un lado; por el otro, el exhibicionismo de los últimos y más caros deportivos o de las grandes berlinas por encima de las cien mil libras, en tanto la clase media se desloma para mantener relucientes sus pobres cacharros, que es lo único de lo que pueden presumir.
Una novedad observada, la profusión de cajeros gratuitos en los centros comerciales, gasolineras, etcétera, supongo que concebidos para paliar la escasez de sucursales bancarias, mostrando así el camino a nuestra banca tan ansiosa de cerrar oficinas y desprenderse de empleados. Me parece una solución imaginativa para incitar al consumo y atender a la clientela; ninguna comisión se cobra, no importa la tarjeta que tengas.
La fiesta de cumpleaños de mi nieto –motivo de mis viajes a la isla- , reunió en la misma casa, aparte de nosotros, a seis parejas y sus diez retoños. Los adultos, de España, Argentina, Alemania, China, Tanzania, Australia, Polonia, Chequia e Italia, todos ellos con formación universitaria traída de sus países respectivos y con trabajos en niveles acordes a la misma, constituyen una muestra de esa inmigración que ha hecho saltar todas las alarmas en el establishment inglés que, por el contrario, piensa que han llegado al país para aprovecharse. Estos inmigrantes venden su fuerza de trabajo en un país que tiene dificultades para cubrir esos puestos -y, por lo tanto, son contratados-, pagan sus impuestos, animan el consumo, adquieren propiedades, y, si permanecieran en el país a largo plazo, aportarían una savia nueva de la que el Reino Unido parece estar bien necesitado. Porque los desaforados turistas que vienen a Salou a hacer balconing ahítos de cerveza  no parece que puedan dar mucho juego en el futuro. Como mucho, valdrán para abarrotar  los estadios de fútbol o de rugby, que para eso mantienen precios asequibles.
Esta es la impresión que extraigo de esta estancia en la pérfida Albión, que me seduce con su campiña, sus bosques, sus ríos y canales y, cómo no, con sus pubs y sus ales.

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