sábado, 17 de junio de 2017

La vida no vale nada

Este artículo se publicó en el número de mayo dela revista OP Machinery







LA VIDA NO VALE NADA





La pena de muerte sigue vigente en muchos países, unos del tercer mundo y otros, de los llamados desarrollados; entre estos, se encuentran los Estados Unidos. Hay un debate generalizado acerca de su sentido y de su justicia, también en USA. Entretanto, siguen las sentencias y continúan las ejecuciones, y periódicamente, se conocen casos de reos cuya inocencia se ha demostrado cuando habían cumplido largos años de cárcel, o lo que es peor, cuando ya habían sido ejecutados. Una gran mayoría de reos en USA pertenecen a las minorías negras o latinas. La exclusión social, la ignorancia, la falta de recursos, incluidos los legales, son la causa de esa situación.
Después, en los estados gobernados por el partido republicano resulta difícil librarse de la ejecución cuando ha recaído la sentencia. Algunos gobernadores están especialmente inclinados a dar la última orden. Curiosamente, los que hacen caso omiso del poner la otra mejilla y del no matarás, son fervientes seguidores de la rígida justicia divina que se traduce en que su dios ama a unos de sus hijos mientras manda matar a otros, a pesar  de que crean que es el padre de todos.
Pero esto no debe extrañarnos, a fin de cuentas estamos hablando del país que hace unos meses eligió al presidente que eligió. Hasta tal punto se trata de un país chocante que en el estado de Arkansas, que no es de los más boyantes económica y culturalmente hablando, tenían un pequeño stock de Midazolan con fecha de caducidad del 30 de abril. Ignoro cuál es el coste de este tranquilizante que se emplea para sedar al reo antes de inyectarle las dos sustancias que definitivamente le matan; cierto es que llevaban doce años sin ninguna ejecución; hasta podemos admitir como supuesto de partida que los ocho reos que mantenían en el corredor de la muerte fueran inequívocamente culpables de los hechos de que les acusaban, y que tales hechos fueran, a su vez, de la mayor vileza y falta de compasión para con sus víctimas; pero, si de acuerdo con su ordenamiento legal, aún no se han agotado los recursos que sus abogados presentan para retrasar la ejecución; si la propia industria farmacéutica se niega  a fabricar el famoso Midazolan, negativa basada en que no hay garantía de que el preso quede totalmente sedado y no sienta dolor mientras actúan los fármacos que le matan, pues la propia constitución que ampara la ejecución dice también que no hay que infligir al reo otro padecimiento adicional, que con quitarle la vida es suficiente; si todo esto se da, ¿a qué viene ese empeño irracional e inmisericorde?
Ayer fue el último día de abril, y busco en los medios para saber cuántos reos han sido, al fin,  ejecutados, con el objetivo de aprovechar las pastillitas: el gobernador de Arkansas ha tenido un meritorio resultado, logrando ejecutar a cuatro de los ocho reos. Ha aprovechado parte del stock de Midazolan, aunque no tanto como quería, pero es un buen resultado, sus electores pueden estar satisfechos.
Por otro lado, en nuestro país, en España, nos encontramos hace unos diez días con la triste noticia del fallecimiento de un niño de diez años que sufrió un accidente mientras entrenaba con su kart en un circuito propiedad de un famoso piloto español de bólidos –sí ese mismo en el que ustedes están pensando- para presentarse al campeonato de Asturias de esos cacharros. Por supuesto, contaba con la autorización paterna y con todos los permisos necesarios para dedicarse a ese “deporte”.
Si uno teclea karts en internet aparecen 54.800.000 resultados para esa búsqueda, de ellos 429.000 específicos para karts infantiles. Baste saber que hay karts para niños a partir de 5 años que alcanzan hasta 35 km/hora, por 749 euros, muy seguros, eso sí. Por último, si buscamos competiciones infantiles nos podremos informar en 94.800 resultados. ¡Juzguen por sí mismos!
Volvamos al título de este texto. ¿Les parece a ustedes que he exagerado?



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