martes, 11 de agosto de 2020

¿Son todos los políticos iguales?






Que todos los políticos son iguales es una de las frases más extendidas en nuestra sociedad; son todos iguales, se escucha por doquier, en la calle, en las terrazas, en la radio…, la gente, harta de tantas evidencias, de tantas injusticias, de tantos abusos, de tanto expolio, concluye su perorata diciendo ¡son todos iguales! Una verdad palmaria. Y ahí acaba la discusión.

Eso es lo que se dice, pero lo que en realidad se quiere decir es otra cosa, consciente o inconscientemente. Yo recuerdo bien mi niñez, cuando mi madre me decía, la política, para los políticos, o, no te metas en política, saldrás con la cabeza caliente y los pies fríos, mientras mi padre callaba. Ella había tenido presos a sus hermanos; a él le habían fusilado al único que tuvo, y, él mismo con mejor suerte, condenado a pena de muerte, purgó con tres años de cárcel el delito de defender la República, o sea, la legalidad. De esos tiempos vienen estas frases, tiempos en los que no había derechos y en cambio campaban la injusticia y la maldad, conformando la trama jurídica del nuevo Estado.

Pero no, no todos los políticos son iguales, ni siquiera parecidos. Siempre hay diferencias, incluso entre los de la misma tendencia, entre los del mismo partido. Los hay que luchan por unos ideales, otros por intereses personales, que encuentran realizables en determinado bando, por ajeno que les parezca.
Y son precisamente estos casos los que hacen que la mayoría de la gente, sin discernir lo suficiente, eleve a categoría lo que no es más que una anécdota. ¿Es igual Felipe González que Zapatero, o Mariano Rajoy que Josemari Aznar en el otro bando? Hay gente de derechas que son personas respetables y gente de izquierdas que cursa, como dicen los médicos cuando hablan de un virus o una bacteria, en síntomas lo más alejados posible de su origen.

Claro que siempre hay que discernir entre la gente que se mete en política para medrar y aquellas personas que defienden unas determinadas ideas. A veces estos últimos abandonan las pretendidas ideas y se quedan con lo material; a los otros se les ve desde lejos, desde sus inicios, si me lo permiten

Por tanto, la experiencia nos sirve para diferenciar a unos de otros, a los que están movidos por un espíritu de servicio que ponen a disposición de los demás, de los que están en esa actividad para medrar a costa de los otros. No me parece que esto sea una tarea difícil, ni que esté reservada a mentes preclaras, si existen. Exagerando, si vemos a un doctor en cualquier disciplina académica, que le permitiría ganarse la vida en la jungla laboral, meterse en un partido donde las posibilidades son escasas, podríamos pensar que lo hace por un afán de servicio a la sociedad. Por otro lado si vemos a otro que presume de un máster por la prestigiosa universidad de Aravaca, (pongo por caso) podemos pensar sin mucho riesgo a equivocarnos que está buscando en la actividad política una opción que en la empresa privada le resultaría muy difícil hallar.

Así, que no creo que todos los políticos sean iguales. Buenas y malas personas hay en todas partes, es indudable, y trepas y especialistas en zancadillas encontraremos en el amplio escaparate político, pero si aplicamos un poco de criterio no será tan difícil acertar.

Por eso es fundamental que los poderes sean muy cuidadosos con los destinos que ofrecen a políticos que vienen de vuelta. Los apetecibles asientos en ciertos Consejos de Administración, las puertas giratorias, como vulgarmente se llaman, son aspectos que la opinión pública no puede – ni debe- aceptar. Para que nadie piense que todos los políticos son iguales.

Ni todos los reyes, habría que añadir, tras las hazañas del emérito.

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