martes, 13 de octubre de 2020

El Hermano Francisco

 


La Iglesia no deja de ser fuente de noticias. Si hablamos de la sección española de esa Internacional con vocación eterna, normalmente nos encontraremos con noticias poco edificantes. En cambio las que vienen de la sede central, tienden en los últimos ocho años, para ser precisos, a ser esperanzadoras.

Fue en 1891 cuando el Papa León XIII publicó su encíclica De rerum novarum (Sobre las cosas nuevas, literalmente) en la que hablaba de la nueva situación social que el incipiente sistema capitalista originaba. Cierto es que lo que refleDickens en sus novelas, por poner un ejemplo, o las ideas de los llamados socialistas utópicos, y en general los movimientos obreros con sus organizaciones sindicales, contaban ya con decenios de existencia; Karl Marx, el mayor estudioso de aquél capitalismo, había publicado su obra fundamental, titulada precisamente El Capital, en 1867. Quizás por todas estas cosas, resumidas en el auge que venía tomando el movimiento obrero y las repercusiones que pudiera acarrear a su propia organización eclesial, fueran la razón de tal encíclica. De todas maneras pudo significar una sensibilidad nueva para la época. También hay quien dice que motivó la creación de los partidos de base cristiano demócrata; bueno será notar que en España nunca ha habido un partido demócrata cristiano como tal. Por algo será.

En el otro lado del tablero político social, la Primera Internacional fue creada en 1864 y tras diversas peripecias que no vienen al caso, se refundó en 1889 como Segunda Internacional, siendo ya básicamente socialista. Estableció el 1º de mayo como día del trabajo y el 8 de marzo como el de la mujer trabajadora. Continuó hasta 1916, y tras la revolución rusa se separaron los partidos comunistas dando lugar a la Tercera Internacional que duró hasta la segunda guerra mundial. Supuestamente, la Segunda continúa siendo la de los partidos socialdemócratas.

Pues bien, si observamos el devenir de ambos bloques ideológicos, el de derechas y el de izquierdas, veremos que ninguno ha sido capaz de cabalgar la fiera. La democracia cristiana porque salvo casos concretos, como los llamados “curas obreros”, o el apoyo que sectores eclesiales han prestado al movimiento cooperativo que, no lo olvidemos, pone la dignidad del trabajador en primer lugar y no la mera propiedad de los medios de producción, poca cosa ha hecho; no en vano, ya declara que su objetivo no es de este mundo, y antes bien, se ha sentido cómoda con la evolución que ha tenido el sistema económico y la distribución de la riqueza. La izquierda, porque la mayoría de los partidos socialdemócratas han jugado la misma partida que sus adversarios, y los más escorados a la izquierda, a pesar del secular enfrentamiento directo contra el capital, no han cosechado sino fracaso sobre fracaso: tal ha sido la fuerza del adversario.

En los tiempos actuales, las políticas de Margaret Thatcher, la caída del muro de Berlín que descubrió la desnudez que había dentro, y, sobre todo, la desregulación económica propagando la financiarización de la economía globalizada, han alumbrado una nueva realidad, alejada de la anterior, en la que la contención salarial y la extrema desigualdad han dibujado un nuevo capitalismo cuyo poder no tiene parangón con nada de lo históricamente visto. Nada ni nadie resiste el empuje de este nuevo capitalismo cuyo poder sobrepasa el de los Estados, y ni tiene una sede social que pudiera ser asaltada por hordas de luchadores famélicos, ni banco en el que estén depositados sus fondos. Nada ni nadie puede soñar con acabar con su poder, los Estados están intervenidos y sometidos y no hacen otra cosa que facilitar ese crecimiento a costa de los ciudadanos, que ni siquiera tienen consciencia de lo que les ocurre. Los avances tecnológicos, de los que ese poder omnímodo se ha apropiado sagazmente, constituyen su línea de defensa, en tanto la ciudadanía se conforma con el consumismo desaforado y los juegos que las redes sociales – también en su poder, claro- proporcionan.

En esta tesitura, el Hermano Francisco, que oficia de Papa, ha publicado una encíclica que indaga en esta nueva sociedad, y aunque este Papa se merece un respeto, me parece lícito que nos preguntemos si no responderá a una motivación como la de León XIII. Es decir, obedece a un genuino interés por la sociedad, o responde a una especie de autodefensa como aquella. Su publicación ha pasado totalmente desapercibida, silenciada en los medios que, como mucho, le han dedicado unas líneas.

Me hubiera gustado asistir a la mesa de redacción del diario ABC (católico a machamartillo), mientras se discutía – si es que se discuten esas cosas- qué espacio darle a la noticia. ¿Ustedes qué creen?




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