Todos estamos bien enterados de que la fiscalía del Tribunal Supremo (creo que es ésa) ha decidido dar carpetazo a las causas abiertas contra el Rey Don Juan Carlos I por supuestos delitos fiscales o de esa clase delictiva. Inmediatamente los de siempre han puesto el grito en el cielo porque ya no podrán verle ante un juez para mayor vergüenza y escarnio. Y digo los de siempre porque unos pocos, entre los que me cuento como habrán podido ustedes pensar a estas alturas de la lectura, estamos la mar de satisfechos.
Los que dejen la lectura en este momento ejercerán su derecho, pero nunca comprenderán que ante tamaña barbaridad no cabía otra solución que la que esos fiscales han tomado. Y por si acaso queda algún lector despistado o picado por la curiosidad, trataré de explicarme:
- España es una monarquía y el monarca es la mayor autoridad y nadie, en su sano juicio, puede atreverse a ir contra Él. Algo de culpa es suya, pues como es muy campechano, puede haber quienes crean que todo es posible en su presencia. Y no es así.
- Como monarca puede hacer lo que quiera, entre lo que cabe el cobrar unas comisiones a nuestros propios clientes. ¿Qué delito puede existir en que los saudíes le paguen cien millones o los que sean, aparte de lo que hayan pagado por el tren que les hemos construido?
- ¿En qué cabeza cabe que no pueda satisfacer sus deseos con una señora alemana, o que no pueda cazar elefantes? ¿Está prohibido?
- ¿Por qué no puede volver a España? ¿Qué autoridad puede impedírselo? ¿El Rey Don Felipe VI? ¿De dónde le viene a éste el derecho de ser Rey, a pesar de lo soso que es?
¿Qué broma es esa de buscarle un alojamiento, en casa de una hija, en un palacete del Patrimonio Nacional? ¿Es que está ocupado el Palacio Real?
En fin, hay tantísimas preguntas sin respuesta que no tiene sentido continuar. El Rey puede, por el mero hecho de serlo, hacer lo que le venga en gana, nos guste más o nos guste menos. ¿Quienes somos nosotros para juzgarlo? España es, como queda dicho desde el principio de este texto, una monarquía. Así lo dejó instituido aquél gran hombre que nos salvó de las hordas marxistas y judeo-masónicas, y ratificado en un referéndum en su momento. La figura del Rey, por muy campechano que nos haya podido parecer en algúna ocasión, es inviolable, no hay – gracias a Dios- poder temporal alguno por encima suyo. Está en la Constitución, que como todos sabemos es fija y da esplendor (esto me parece que no es de aquí) y no se puede modificar.
Hasta ahí podríamos llegar!
Uff...ya me ha costado, la verdad es que esta entrada no me parecía concordante con otras que he leído en este blog.
ResponderEliminarViva el sarcasmo.