viernes, 2 de diciembre de 2022

Las batallitas de Feijóo




Nos ha recordado Feijóo las batallitas de sus abuelos y bisabuelos, añadiendo que “no tiene sentido vivir de los réditos de lo que hicieron”. Esta coletilla denota claramente su idiosincrasia gallega: ¿a quienes se dirige con esa frase? ¿quienes no pueden seguir viviendo de los réditos de aquellas batallitas? ¿quienes han vivido hasta ahora de esos réditos? Él nació en 1961, 22 años después de la finalización de las batallitas. ¿Qué nos quiere decir, que lo que ganaron después de las batallitas hasta la muerte del caudillo ya se ha acabado? ¿Es por eso que finalmente muerto el líder aceptaron aquella tímida apertura que dio lugar a lo que se conoce como la transición española que, todo hay que decirlo, aún no ha acabado? Es realmente difícil entenderle a este hombre. La traducción al español de su apellido es haba o alubia, y consecuentemente una feijoada – como lo llaman en Brasil- sería una alubiada, que decimos nosotros; recordemos que tras semejante festín, con todos sus sacramentos y abundantemente regado con un buen ribeiro como debe ser, cualquiera puede caer en una buena siesta abacial. Quizás el insigne Feijóo estaba bajo esos efectos cuando pronunció esas palabras.


Porque nuestro amigo Feijóo sabe perfectamente que lo que hubo entre los años 36 y 39 del pasado siglo no fue una sucesión de batallas y/o batallitas sino, pura y simplemente, un golpe de estado llevado a cabo por militares españoles (?) que habían jurado ante su dios defender la legalidad republicana, apoyados por monárquicos, y otros partidos derechistas en el interior, y por los gobiernos nazi y fascista de Alemania e Italia respectivamente, en el exterior, y eso sí, ante la contemplación inane y cómplice de las democracias europeas. La reacción en legítima defensa de la ciudadanía española con ideas republicanas unos y de izquierdas otros, completó el cuadro dando lugar a una sangrienta guerra civil.


También conoce perfectamente Feijóo que el desenlace de aquella guerra supuso el comienzo de una dictadura fascista hasta el año 75, es decir durante 36 años, y que ha sido en el año 2019 cuando se han retirado los restos putrefactos del dictador, 44 años después y 80 años tras el comienzo de la dictadura. Es fácil de comprender que 80 años dejen un poso perdurable.


Yo recuerdo como era la vida en mi pueblo, con familias con las que no había trato, con casas a las que no debías acercarte. No era cuestión de batallitas lo que perduraba en el ambiente, sobre todo en las familias que como la mía se habían mantenido en la defensa de la legalidad republicana. Puedo recordar también las conversaciones, muy quedas, sobre los emboscados a los que se mencionaba por su nombre de pila; los comentarios con las cabezas muy juntas sobre las noticias que de ellos corrían, si alguno había pasado la frontera, si se habían oído tiros o explosiones por el monte, los resultados de los registros de la Guardia Civil cuyo cuartel estaba en el pueblo de al lado. Y no estoy hablando del 1939 o 40, no, que yo nací en el 46 y estoy hablando de los años cincuenta. Fue en todos esos años, después de las batallitas de los abuelitos de Feijóo, cuando los vencedores de aquella guerra asesinaron a miles de españoles, muchas veces sin juicios y otras tantas con jueces que medio dormidos concedían la pena capital que un fascista había pedido a aquella pantomima de tribunal. Eso eran también las batallitas de los bisabuelos de Feijóo. Mi padre estuvo varios años en la cárcel con una condena de muerte pendiente, pasando por la de Larrínaga en Bilbao, por el barco prisión Upo Mendi, surto en la ensenada de la isla de San Simón que había sido lazareto, en la ría de Vigo, pero tuvo más suerte que su hermano a quien fusilaron contra la pared del cementerio de Gijón.


Estas cosas que sucedieron en aquellos años después de las batallas oficiales son perfectamente conocidas por la parte de los españoles que las sufrieron, por los que no tuvieron arte ni parte en los hechos, pero también por esos otros, dizque españoles, que las aplaudieron y justificaron. Suele decirse que el tiempo todo lo borra, y posiblemente sea cierto, que tendemos a no pensar en historias pasadas, pero lo que no se puede consentir, lo que resulta a todas luces insoportable, es que todavía hoy en el año 2022, un feijóo cualquiera pretenda hacernos comulgar con ruedas de molino.


No se puede ser tan mala persona, tan carca, tan desvergonzado o tan imbécil. No se en qué orden escribir estos adjetivos, decidan ustedes.


 

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