lunes, 17 de febrero de 2014

Lucas y la infanta



La entrada de hoy corresponde a un artículo publicado en la revista OP Machinery, en el número de enero del corriente año.





LUCAS Y LA INFANTA

Me encuentro con Lucas, que viene paseando, despacio, con aspecto reflexivo, las manos en los bolsillos y la mirada perdida.
-¡Lucas! Ya hacía mucho tiempo que no nos veíamos…
-Pues ya sabes que yo ando siempre por los mismos sitios…será que no me buscas.
-Hombre, sí, sé encontrarte si te necesito, lo que pasa es que este ritmo de vida es muy complicado. Por cierto, ¿en qué ibas pensando?
-En qué va a ser, lo de la imputación de la Infanta y las ramificaciones que tiene…
-Como no me lo expliques…
-Verás, bien mirado, lo que ha hecho su marido es lo que han hecho miles, diría yo, de españoles.
-A ver, a ver…
-Cargar gastos particulares a la propia empresa lo han hecho miles de pequeños empresarios, miles de autónomos, desde el coche y la gasolina hasta las vacaciones. El asesor fiscal te dice lo que puedes meter y cuánto, todo va a gastos, pagas menos impuestos y a vivir que son dos días.
-¿Entonces?
-Entonces nada…excepto que Hacienda ingresa menos; la delgada línea que marca el límite entre lo permitido y el abuso bordea la conciencia personal, y ya sabes tú cómo somos los españoles en cuestión de conciencia. Por otro lado, me temo que eso no sea relevante en comparación con las sumas que esconden las grandes empresas, que tienen subterfugios legales para rebajar la cuota del impuesto de sociedades al cincuenta por ciento de lo que se paga en Irlanda, eso de lo que tanto nos quejamos.
-O sea que aquí nadie paga nada.
-No hombre, los que tenemos una nómina, los pensionistas, esos no tenemos escapatoria. Por eso, para cuadrar las cuentas, Hacienda no se cansa de aumentar el IRPF y eliminar los ingresos no sujetos, como acaban de hacer con el bono de comedor, el plus de transporte y varias cosas más. Somos los que pagamos el pato.
-Así que…
-Así que esa práctica no es más que la punta del iceberg; hay mucho hielo sumergido, y eso permite vivir a muchos.
-Pues he oído que la intención de la defensa pasa por que el marido de la susodicha se cargue con el muerto.
-Si esto ocurriera sería tremendamente injusto. Ella no puede argüir ignorancia, ha firmado las cuentas de la sociedad y se ha beneficiado del pastel. Además, ¿cómo se compagina eso con lo de su trabajo en el banco?
-Ahí me pierdo, Lucas…
-Es simple, ya sabes que ella trabaja en una entidad conocida, en un puesto importante, o al menos, muy bien remunerado. Ahora bien, si es tan ingenua que no sabe lo que firma en casa, ¿cómo te explicas que tenga ese trabajo? Y aún más ¿por qué la entidad le destina a Washington, primero, y a Ginebra después, en un claro intento de alejarla del punto caliente? Es lógico que nos preguntemos qué favores, pasados, presentes o futuros, paga esa entidad, y exactamente a quién, con ese trato de favor que no dispensaría a ningún ejecutivo, incluso de perfil superior. Es claro que estas prácticas chocan con el sentido común. Y luego está el asunto de la donación.
-¿Qué donación?
-Su padre le dio 1,2 millones de euros, pero al declararlo como préstamo, se ahorran los impuestos sucesorios. Es también cosa bastante frecuente entre la gente adinerada; éstos nunca pagan.
-¿Entonces?
-Yo lo veo bastante claro, esta gente son de otra pasta, creen que son especiales porque todo el mundo les hace reverencias, y tienen derecho a todo. Su codicia no conoce límites y se creen impunes.
-Pero, no lo son, ¿verdad?
-No estés muy seguro. De momento, por ejemplo, la Audiencia de Palma, ha pasado a Madrid la patata caliente del ingreso de Matas en prisión…
-¡Joder, Lucas!
-¿Qué quieres? Me preguntas y…
-Vale, vale, pero por hoy ya tengo bastante. ¡Hasta luego, Lucas!

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