Este artículo se ha publicado en la revista Euroequipos y Obras, en su número de noviembre-diciembre, ya en distribución.
¿QUÉ ES EL POPULISMO?
Un
conspicuo lector, que prefiere seguir en el anonimato, me ha pedido que le dé
una explicación acerca del populismo. Como me confesaba supina ignorancia en
temas políticos, en vez de ofrecerle una definición de manual que podría encontrar
en internet, me pareció más didáctico y
más entretenido explicarle la cuestión por medio de una buena lista de cosas
que son propias de populistas; así, le decía yo, aprenderás lo que no debes
hacer o decir, so pena de que te tachen con tan ignominioso adjetivo. Y se me
ha ocurrido publicar aquí tal lista; no dudo de que ustedes conocen del tema,
pero siempre ha podido haber algo que se le haya escapado a alguien.
Esta
lista no pretende ser exhaustiva –para eso se necesitarían varias páginas más-,
pero espero que les dé bastantes pistas, y después, ustedes mismos podrán
aplicar el criterio con razones de similitud o lo que les parezca mejor.
Por
ejemplo, ser populista es no estar de acuerdo con la política de nuestro
gobierno, en particular, con los recortes en educación o en sanidad; es pensar
que los ciudadanos no deben conformarse con votar cada cuatro años –los que
voten- y dejarles el campo libre a los políticos profesionales; es no creer que
la soberanía popular resida en congresos convenientemente organizados, y pensar
que otra forma de representatividad es posible; es no estar de acuerdo con la
práctica de las puertas giratorias; es escandalizarse con la endogamia
galopante del Tribunal de Cuentas; es no aceptar el régimen de corrupción que
practican los distintos partidos políticos; es pensar que un presupuesto
sostenible puede ser atacado, no solo por la vía de reducir el gasto, sino
también por la de aumentar los ingresos; que una política fiscal más progresiva
puede servir para reducir el déficit y para lograr una mayor cohesión social;
es creer que en España la desigualdad social está creciendo hasta límites
insostenibles y es propugnar que no haya tanta desigualdad salarial.
Ser
populista es creer que no hay derecho a que haya cada día más pobres, en tanto
las grandes empresas siguen ganando enormes sumas y sus dirigentes ingresando
sueldos, dietas y pagas por objetivos que superan los criterios más
responsables. Es denunciar la creciente miseria en que se encuentran el veinte
por ciento de los niños españoles. Es de populistas no ponerse de perfil ante
la noticia de que Caritas atiende a dos millones y medio de españoles.
Populismo
es creer que hay más verdad en las filtraciones de Julian Assange o de Snowden
que en lo que nos puedan contar los medios de comunicación que sirven a
intereses financieros y de poder muy lejanos a los verdaderos intereses de
nuestro país.
Populismo
es avergonzarse de la imagen que España está transmitiendo al exterior con esa
caterva de gente inculta y casposa que nos dirige. Es lamentar que la
consecuencia de su actuación sea la ruina para millones de españoles y una
larga etapa de miseria y explotación para la ciudadanía española. Populismo es
expresar el hartazgo por esta situación que parece no vaya a tener fin, en
tanto los de la casta –sí, amigos, llamemos a las cosas por su nombre- siguen
gozando de las prebendas que el ejercicio de su poder les otorga. Es pensar que
la democracia debe ser otra cosa.
Bueno,
ya tienen una ligera idea, pero no se consideren seguros. Si no les llaman
populistas, les pueden llamar anti sistema, chavistas, filo etarras, iraníes,
venezolanos, bolivarianos, extremistas o cosas así, que deben ser aún peores. Pero
quién tenga un mínimo de decencia no debe consentir que los causantes de este
delito de leso país continúen esquilmando impunemente los cada vez menores
recursos y, encima, nos tachen a los demás con adjetivos como este de
populistas o demagogos. ¿O todavía creen ustedes que ellos llevan razón?
Claro y conciso.
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