Según
todos los indicios, el ínclito Francisco Granados, de la conocida cuadra de
Esperanza Aguirre, va a abandonar rápidamente la prisión de Estremera, en
cuanto el juez dé por satisfecha la fianza de 400.000 euros que, se supone, le
ha impuesto en negociaciones con su abogado.
Es
decir, que ya no le veremos más jugando su partida de mus con sus convecinos de
cárcel, partida que le ha distraído en las largas horas carcelarias. Ignoramos
quiénes son esos compañeros de prisión, personas que están cumpliendo su
condena, pero que si estuvieran condenados bajo fianza y no les fuera posible
reunir ésta, como le sucede a la gran mayoría de los reos, allí seguirían hasta
que su suerte cambiara.
Porque
el común de los mortales, esos que han robado una bicicleta o unas piezas de
fruta de una estantería, si han tenido la mala suerte de ver agravado su delito
por cualquier circunstancia, se ven en la tesitura de cumplir la condena
completa si no son capaces de reunir el importe de la susodicha fianza.
Ahí
se constata ese aserto de que todos somos iguales ante la ley, que la gente de
bien nos repite constantemente. Es decir, si podemos pagar la fianza quedaremos
en libertad; si no, allí seguiremos hasta que haya sentencia y ésta se cumpla.
Esta es la verdadera igualdad ante la ley. O como dice el viejo refrán
castellano: el que tiene padrino se bautiza.
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