domingo, 1 de noviembre de 2020

Dos retazos de octubre



Uno. “Que el mundo fue y será una porquería,...” es más que evidente, nos lo vino a decir el tango Cambalache de Enrique Santos Discépolo. Pero no se alarmen, no vamos a hablar de tangos, aunque aprenderíamos más y de manera más divertida, ni de Argentina. Vamos un poco más allá, pasando los Andes. Como dice la cueca, cuando p´a Chile me voy, cruzando la cordillera, late el corazón contento, una chilena me espera... Pues bien, los chilenos han hecho algo que no tiene explicación: han votado, con una mayoría de casi el 80% de los votos, modificar la constitución. La suya, me refiero, no la nuestra, que como sabemos es inmodificable y no se puede. Y si se pudiera, no estaríamos en el momento adecuado.

No es el momento, nos dicen siempre que se quiere hablar de estas cuestiones. Unas veces porque estamos en una época alcista (¿hemos tenido alguna?), y la podemos pifiar: dejemos que el ritmo se mantenga y no lo pongamos en peligro. Otras veces, la mayoría, porque estando todo tan rematadamente mal, lo que necesitamos es tratar de mejorar y dejarnos de tonterías: no es momento de cambios, los experimentos con gaseosa. Hubo una excepción, en la plenitud de la crisis anterior, cuando Europa nos obligó a cambiar el artículo 135, y en un día de agosto de 2011, Zapatero y Rajoy firmaron ese cambio tan necesario en dicho artículo, que garantizaba que el pago de los créditos e intereses de la deuda pública gozara de prioridad absoluta. Esto nos permitió endeudarnos para cumplir con esos pagos, y el sobrante para el presupuesto. Después que los bancos europeos cobraron todos los préstamos que nos habían otorgado, nos echaron en cara ese endeudamiento, sin perdonarnos un ochavo; y ahora han venido los holandeses y demás a decirnos que somos unos manirrotos.

Dos. Gestionar la cuenta de Twitter de un personaje público ha de tener su aquél, salvo la de Trump, por ejemplo, que arrojaría por la borda todo el trabajo que otra persona hubiera hecho por él. Esperanza Aguirre tampoco es alguien que se deje gobernar, pero se podrá razonar con ella y convencerla. Pero llevar la cuenta de su perro, o perra, Pecas, ha de ser algo aparte. No es una persona, señores, es un perro, y has de meterte en sus zapatos para poder acercarte a su inteligencia, sus sentimientos, sus ideas, por primarias que sean. Ha de ser un trabajo ímprobo, de tal exigencia que la persona que lo lleve a cabo puede sufrir problemas mentales severos. La Presidenta de la Comunidad de Madrid hizo ese trabajo, de modo que si somos comprensivos con ella disculparemos muchos de sus gestos, sus poses, sus ideas y sus acciones.

Además ha sabido rodearse de personas igualmente brillantes. Uno, es su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez (MAR) que fue jefe de prensa de Josemari Aznar y alcohólico conocido; el otro, Enrique López, su consejero de justicia, y ex magistrado del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional, y como el anterior, también alcohólico; genovés, no de Génova, Italia, si no de la calle de Génova, Madrid, sede del PP, o sea de los que garantizan la independencia del poder judicial. Su Consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, más político que médico, destaca por su mirada penetrante cargada de inteligencia, cosa en la que compite con el Vicepresidente Ignacio Aguado, otra lumbrera.

No tiene, por tanto, nada de particular el hecho de que con tales mimbres - con estos bueyes tenemos que arar, que decía aquél -, algunos tilden de Estado Independiente Asociado de Madrid a la estructura política que la tal Isabel Díaz Ayuso (¿sabrá lo que su segundo apellido quiere decir?) está pretendiendo montar. Hay mucha gente que se pregunta cómo los madrileños pueden votar a ese partido y a esa mujer – yo soy de los que piensan que si hubiera elecciones en estos momentos las volverían a ganar. Y hay algunos otros, entre los que me incluyo, que nos preguntamos cómo pudieron hacer las cosas tan mal los anteriores para que se produjera el cambio, aunque fuera con nocturnidad y “tamayazo” incluidos.

Lo dicho, con estos bueyes tenemos que arar. Suerte para los madrileños.


 

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