martes, 2 de abril de 2024

Procesiones





 

En estos días de Semana Santa que van llamando a su fin se asiste, año tras otro, a un curioso fenómeno. En las ciudades andaluzas y en las del interior del país se celebra – no se sabe bien el porqué- el rito de las procesiones; no digo que en el resto de la península no se lleven a cabo, solo que dista mucho de la intensidad de esa parte anteriormente citada. Y los ciudadanos de esa España menos intensa se van a las playas o al monte, y también acuden a ver los desfiles procesionales en aquellas ciudades de prestigio en la materia. Y los que nos quedamos en casa optamos por apagar la tele porque no hay hijo de madre que soporte las noticias, amén de la consabida repetición de películas como los Diez Mandamientos, Quo Vadis o Ben Hur. Estas son las consecuencias de vivir en una España grande y libre


Tras esta ligera visión del transcurrir de esos días conviene hacer un repaso a la evolución religiosa del país. He aquí unos datos: En 1978 los creyentes en España eran casi el 91%; hoy apenas superan el 50%. En los últimos 45 años, el porcentaje de los que se declaran agnósticos, ateos o no creyentes ha pasado de un 8% a un 44%. En los últimos 20 años las vocaciones religiosas, según datos de la propia CEE (Conferencia Episcopal Española), han caído un 40%, hay 16,000 curas para 23,000 parroquias, los bautismos han caído un 54% desde 2007 y las comuniones un 30% y las bodas por la Iglesia han caído también un 83% en los últimos 25 años, según el INE (Instituto Nacional de Estadística).


Así que parece que no hay una correlación lógica entre la celebración de la Semana Santa y lo que muestran los datos estadísticos acerca de la población. Pero yo no soy sociólogo y las estadísticas pueden estar manipuladas – que habrá más de uno que lo sospeche así.


La explicación que se me ocurre es que los no creyentes también participan en las procesiones, y cuando menos, las visitan. Por tradición familiar, por la costumbre o por no señalarse como malos ciudadanos, entre otros motivos que se nos puedan ocurrir. Por otro lado, las iglesias en España se utilizan también para conciertos corales, como cualquiera puede certificar. Generalmente reúnen buenas condiciones acústicas por lo que es raro el coro que no recurra a una de ellas para ofrecer sus conciertos. Y en esas iglesias se cantan partituras de todos los tipos, incluidas algunas que no casan bien con el recinto, junto a piezas de ámbito regional, otras en idiomas muy variados y por supuesto alguna de cariz religioso. Les puedo asegurar que a mí particularmente lo que me importa es su valor musical, en tanto que a la letra o la intención no les concedo tanto valor. Los coralistas gozamos cantando y escuchando las voces de las otras cuerdas y al coro en su conjunto; siguiendo al director somos felices y nuestras emociones nos trasladan a una situación en la que reina la belleza, el compañerismo y la satisfacción general. Y cantando una partitura religiosa no me fijo en su letra. ¿Puede sentirse algo parecido en una procesión? Si la respuesta fuera positiva yo podría entender el ser cofrade o mero visitante.


Siglos de culto religioso han producido miles de iglesias, ermitas, conventos, monasterios, etc., y en ellos escultura o pintura, en los estilos románico, gótico, mudéjar, renacentista, barroco, y neoclásico. Uno puede viajar por nuestra geografía y gozar de todas esa joyas; particularmente, yo me confieso seguidor del románico y cuanto más primitivo, mejor. De modo que felizmente disponemos de un capital cultural enorme y de incalculable valor, capital a conservar y proteger como una sociedad avanzada que somos. Ahora bien, la Semana Santa no me parece un bien cultural a conservar, en lo que tiene de rito comunitario; pienso lo mismo acerca de las corridas de toros.


Las procesiones nos han regalado imágenes sin sentido, como cargar el paso de rodillas o agachados en el momento de pasar el escalón de la puerta de la iglesia por la que no cabía, lo que evidencia que ese paso no fue construido para ser sacado a la calle; el que esté vedado el acceso de mujeres en casi la totalidad de las cofradías y hermandades mientras se mantiene a la Legión con su desfile, o qué decir de ese llanto sin sentido porque la lluvia haya impedido sacar determinado paso en un país donde la necesidad de agua comienza a ser perentoria.


Por no hablar de la financiación de cientos de cofradías y hermandades, con miles y miles de integrantes a los que hay que empezar por vestir con ese estrafalario atuendo. Se manejan cifras mil millonarias cuyo origen tampoco se conoce pero cuyo destino se ha torcido para satisfacer esta exhibición sin sentido, cuando se debiera respetar una separación clara y precisa entre las distintas instituciones de todos, sin trampa ni ocultación alguna. La Iglesia española es rica por mucho que lo niegue, la no exacción de impuestos la beneficia, así como la inmatriculación que aún hoy en día practica en un gesto voraz por el dinero, impropio de una institución que dice ser la iglesia de los pobres.


¿Hasta cuando?




3 comentarios:

  1. Hola Josemari, me extraña que no hayas mencionado todavía nada referente al caso del exconcejal del PP de Elche tuvo un contacto sexual debajo del paso. Tu artículo me ha gustado mucho como es habitual.





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    1. Gracias por tu comentario, Anónimo. Como Muñoz Seca nos enseñó en su "La venganza de Don Mendo" estas cosas ocurren, así que no hay que darles más importancia. Hay que fijarse en todo lo que rodea al hecho, por un lado el exceso alchólico que nos lleva por donde no pensamos, del otro lado, la hermandad de la Flagelación y la Columna, que lleva en su nombre esa acción necesaria cuando la carne se enaltece, y por último, hay que olvidarse en esos momentos de cualquier Columna, que como sabemos suele ser un símbolo fálico. Si nuestro hombre hubiera atendido a estas tres llamadas es de suponer que no habría caido en el pecado carnal.

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  2. Lo que Don Mendo cuenta es: fue el maldito Cariñena que se apoderó de mi. Es lo que nuestro ex-edil ha querido decir. Y a mí se me había olvidado en el comentario anterior. Mis disculpas.

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