Los
liberales, flor y nata de la política, la sociología y el buen hacer, se
encontraron pronto con la gente de izquierdas, bastos y mal educados, cuyo
objetivo no era otro que ganar el poder a base de revueltas, rebeliones y
golpes de estado, aunque algunos se llamaran Socialdemócratas. No obstante, aquellos
liberales consiguieron lo que pretendían a pesar de (y gracias a) comunistas,
anarquistas, etc., que en muchas ocasiones equivocaron las tácticas de lucha.
Así
que se abrió un amplio espacio de tiempo en el que los liberales se dedicaron a
lo suyo: hacerse ricos, robar a los pobres y a los confiados y forjar una
sociedad en la que la desigualdad, la inmensa acumulación de capitales y el crecimiento
del paro para mayor desgracia de las clases trabajadoras, con la aquiescencia,
eso sí, de las diferentes confesiones religiosas, se expandieran por el mundo civilizado; pareciera que podían haber
logrado sus objetivos “liberales”.
En
este tiempo, ha surgido otra generación distinta de esa maravillosa filosofía
liberal. Si lo descrito en el primer párrafo recibió el apelativo de iliberales
– contrarios a los liberales – estos nuevos no le van a la zaga. No les
diferencia la extracción social de sus miembros, la gran mayoría llevan la
sangre liberal pero han dimitido de ella. Trump, Milei, Abascal, etc., sin
olvidar a Netanyahu, que muy pronto se les unirá, son los más famosos integrantes
de esa iliberalidad, junto a una horda de milmillonarios que han visto una gran
ocasión para aumentar aún más sus capitales.
Esta
mezcla semi humana es la que nos va a gobernar
en el próximo futuro.
Vayamos
preparándonos.
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